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Buenos Aires

20 Abr

Buenos Aires

Cada vez que estoy aquí, ahora después de más de cincuenta años, contando de la primera vez; me siento atraído por esta urbe, por su gente, con la cual me identifico, primero porque uno de mis ancestros tuvo aquí su punto de partida, y aunque su origen fue peruano, siempre se sintió como porteña, ella fue mi abuela, la madre de mi padre, pero también he tenido tíos que gastaron su vida aquí y dejaron sus huesos en Buenos Aires, de ellos tengo la familias que aún vive aquí, porque ya son totalmente de aquí, ellos son mis primos: Gloria, Estela y Eduardo y su prole que ya no tiene el apellido Aramayo, salvó las hijas de Eduardo y con ellas se acabalaría ese apellido de consanguinidad.

Llegué el sábado muy temprano en la mañana, la aglomeración del aeropuerto me mostró lo mucho que creció, desde cuando yo vivía aquí, pero la gente que me atendió en migraciones, en aduana y en el taxi, era la misma que había conocido, quizá un poco más humilde, por el hecho del mismo crecimiento y la inseguridad. Después fui a comer y me sentí como en mi casa, todo lo sentí rico, con los sabores que ya me eran familiares, en la carne, las papas fritas, el vino, el flan, la crema, el dulce de leche y el sifón. Todo conservaba lo que tenía recuerdo en el paladar, incluso los garzones y el restaurante me resultaban conocidos.

La diferencia fue, que cuando yo vivía aquí, era un aprendiz de obrero, con escasos recursos económicos, con muy pocos conocimientos en el bocho, En ese entonces vivía en una pensión y sólo me podía movilizar en tren,  bus, o subte. Ahora puedo tomar taxi. Mi nieto vive en un barrio vacan, se da el lujo de escoger libros en El Ateneo, cosa que yo compraba en el quiosco de Cabildo y Republiquetas, o cuando quería leer algo más serio, lo hacía en la biblioteca del Instituto para adultos No. 10, donde pude estudiar cosas técnicas que después. Las tomé como carrera universitaria en Santa Cruz – Bolivia.

Como ha pasado el tiempo, incluso cuando me afeitaba el domingo me sorprendió ver algunas arrugas en mi rostro y mis ojos con menos brillo,  además de una menguada energías en piernas y brazos, pero me satisfizo notar que mi corazón y mi mente siguen como hace cincuenta años, tengo la misma capacidad de amar, de querer, de desear, de pensar y recordar, tengo la misma capacidad de hace cincuenta años atrás, para recordar, añorar y trazar planes para el futuro, con la ventaja de que ahora tengo recursos para hacer realidad esos sueños y no simplemente soñar por soñar, ojaleando, pidiendo que esos sueños ojalá que se hagan realidad.

Como pasaron los años y ver que esos sueños del pibe, se hicieron realidad, que ahora puede vivir en Recoleta, comer en Puerto Madero y comprar libros en El Ateneo. Todavía recuerdo con cariño y orgullo la fonda donde comía, la pensión donde vivía y añorar los años mozos divirtiéndome en unas milongas o bailando chámame en una milonga en potrero, con chicas de Corrientes o Formosa, que eran tan espontáneas y cariñosas.

¡Que tiempos aquellos!, cuando fabricaba sueños a montones y los convertía en metas, metas que ya ultrapase y que ahora quiero transferir la posta a mis nietos, porque mis hijos, también son una meta que se cumplió, y con creses, que ya tienen vuelo propio y que con seguridad sobrepasarán los sueños que trace para ellos.

Me siento tan feliz de ser lo que fui, de ver lo que soy y de soñar lo que podrían ser mis nietos, si les interesara seguir mis pasos, con la ventaja de iniciar la carrera en lo que fue mi meta, que es una posición más ventajosa que la mía y la de sus padres.

Las lágrimas inundan mis ojos, rogando al señor, al que le pido que mis nietos escuchen y valoren esto que les escribo como un legado, legado de coraje, de cariño y de amor.

Miguel Aramayo

BS.AS 14-04-2014. Escrito desde lo más profundo de mi corazón y con toda la lucidez de mi mente y. Mi conciencia, con la ayuda de mi subconsciente.