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¿Qué demonio?

18 Oct

¿Qué demonio?

El hombre estaba concentrado en su lectura, era una novela cuyo autor no es precisamente un escritor, sino un médico, su nombre es Robin Cook y la novelita que tenía en sus manos era “Polonio 210”, había avanzado más de tres cuartas partes, eso se notaba por el volumen de hojas a la izquierda de su mano derecha, que es con la que sostenía la novela. En un momento determinado, acomodó el separador que utiliza, es una barrita metálica, que en la parte que queda afuera del libro es un ratoncito, algo muy ingenioso y elegante, para alguien que constantemente está leyendo y requiere retornar a la lectura sin ninguna dificultad.

 

Cerró los ojos mostrando cansancio y posó el libro en su regazo, estiró las piernas en el sillón que se encontraba, el cual daba la apariencia de ser mullido y cómodo, Durante un tiempo observé que movía los pies como si estuviera llevando el ritmo de una canción que me pareció silenciosa, pero fijándome estaba con unos audífonos diminutos, casi imperceptibles, que captaban la música del celular que llevaba en el bolsillo de la camisa, cuya conexión también era casi invisible o los cables se mimetizaban con el color y el diseño de la tela de la camisa y los pliegues que se formaban por como tenía acomodados los brazos.

 

Ese hombre que estaba dormido y cuyos ojos cerrados se movían en sus órbitas, como mostrando que el sueño lo afectaba, no era otra persona, era yo. Si, era ¡yo…! Y estaba sufriendo una pesadilla. En mis sueños se me presentó una súcubo, la reconocí inmediatamente, era bella, sensual y tenía unas pequeñas protuberancias en la frente, era la seña de que afloraban los cuernos de demonio, pero como era tan joven y estaba tan bien maquillada, casi no se notaban. Llevaba al descubierto unos pechos muy bien formados, con unas aureolas rosadas y unos diminutos pezones erguidos, no vi que tuviera cola, quizá se la extirpó, porque realmente era una súcubo.

 

Se me acercó con una expresión tentadora, pero primero apartó el libro de mi mano, con cierta brusquedad haciendo que el mismo caiga en la alfombra. Muy lentamente comenzó a desabrochar los botones de mi camisa. Cuando vi su cara nuevamente, para corroborar lo que estaba pensando, quien me acariciaba y besaba era Demi Moore. Quise hablar y me puso su dedo índice sobre mis labios, como indicándome que debía callar, seguidamente me beso. Un beso que me elevo al infinito, como propulsado por un cohete interplanetario. Quedé sin fuerzas, extendido a todo lo largo en el sillón de lectura, y ella sentada a horcajadas en mis piernas. Me sacó los lentes y con hábil movimiento los lanzó al otro sillón. No me dejaba hablar, pero esta vez no fue con señas, me dijo en perfecto español: –Quédate en silencio, yo te cantaré las canciones que te gustan, sé que eres aficionado a los boleros y que aprecias las composiciones de Armando Manzaneros. Con una voz que me adormeció y despertó mis instintos cantó: “…y tú me enseñaste que la semana tiene más de siete días…”

 

No recuerdo más, quedé transportado a un mundo de ensueños, un mundo que no conocía, pero ese demonio no me produjo ningún daño, como supuse que sería cuando lo observé al inicio de mis sueños. Flotando en el aire recordé al papa Silvestre II, que según dicen hizo un pacto con Satanás, quien a su vez le puso como guardiana a una súcubo o demonio femenino, ésta demonio se enamoró tan profundamente de sus conocimientos que renunció a la inmortalidad y se hizo mujer y vivió en concubinato con el pontífice. La leyenda dice: que una vez que murieron, los dos fueron enterrados en la misma tumba en la catedral de San Juan de Letrán y que de su tumba emana un fluido con poderes afrodísiacos.

 

Recordando esa historia, o fabula, sentí que Demi Moore me transportaba a San Juan de Letrán y que me obligaba a inhalar los fluidos que emanaban de la tumba  de Silvestre II. No sé cuánto duró ese sueño, lo que sí recuerdo, es la euforia con la que desperté y muerto de vergüenza recogí toda mi ropa y me dirigí al baño para vestirme, peinarme.

 

Quede convencido que sufrí el ataque de la súcubo, quizá fu Lilith en persona. Me encontraba cansado como si hubieran absorbido todas mis energías, retorne al sillón pero continúe con la lectura, pero esta vez era otro libro del mimo autor. Titulaba “ADN” y el separador del ratoncito estaba más o menos en una tercera parte del libro.

 

 

Miguel Aramayo

SCZ. 18-10-2014