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Un encuentro casual.

9 Nov

Un encuentro casual.

Caminando por Montmartre, que es lo más famoso de París y lo más reconocible, es que se puede identificar la basílica del Sacré-Cœur, por encima de los tejados parisinos desde toda la ciudad. Es una colina de 130 metros, famosa por su llamativa iglesia, y también por su pasado bohemio. Una vez fue el hogar de artistas como Salvador Dalí, Claude Monet, Pablo Picasso y Vincent van Gogh. Este pintoresco barrio de París tiene un atractivo que es indescriptible.

 

Caminando, mientras esperaba que transcurra el tiempo y hacia algo de ejercicios, me encontré con una amiga, amiga con la que hacía mucho tiempo que no nos veíamos. Ella era casada, o por lo menos convivía con un amigo que se dedicaba a la pintura, desde luego nunca supe ¿qué pintaba? Y, no sabía si esta persona, con la que estaba charlando ahora, era su modelo, su secretaria o su esposa, lo que si sabía era que vivían en la misma buhardilla, o lo que ellos llamaban “estudio”.

 

–Hola, ¿qué haces por estos lugares.

 

–Estirando las piernas y mientras trascurre el tiempo, para comer algo. –Y tú.

 

–Algo similar, –pero al mismo tiempo tratando de matar el tiempo, escapando de que el tiempo me mate a mí. –Estoy muy triste y tengo la cabeza que me da vueltas.

 

Quedé picado por la curiosidad, con las expresiones de esa mujer y vi realmente que su rostro expresaba el sentimiento que traslucía en sus facciones. –Y ¿qué de Luciano?

 

–Luciano se fue, creo que retornó a Buenos Aires. –Me dejó, por suerte yo tengo mi economía solvente, con el negocio de obras de arte, que vendo a los turistas.  –Dejó todo y una simple nota que decía: –Macarena, llegó el momento de regresar a la realidad. –Me voy y quizá no volvamos a vernos. Adiós.

 

–Cuanto lo siento. –No pude decir nada más y realmente lo sentí. –Mientras caminábamos y escuchaba su relato, su triste historia, pasamos por la esquina de la rue Lepic, con la rue Cauchois, nos topamos con el pequeño café llamado “Café des 2 Moulins”, que a su vez es un pequeño restaurante muy bonito. Le pregunté, –Te apetece un café o una picadita y un vino.

 

–Te acepto y prefiero lo segundo. –Te pido que me disculpes, pero creo que fue Dios quien te puso en mi camino, estaba tan triste, mascullando mi dolor y a punto de ponerme a llorar. –Luciano fue el amor de mis amores, y que gano con decirte, que un gran amor cambio mi suerte. –No te asombres si te digo lo que sufre mi pobre corazón, porque el fuego de sus ojos negros me recuerda que me dejó y dejó de quererme, ahora los amigos se burlarán de mí, pero prefiero que no sepan mi sufrir.

 

No supe que decir. Entramos al café y nos ubicamos en una mesa pequeña junto a una de las ventanas para ver el transitar de la gente. Hice una seña al mozo y cuando se aproximó le pedí una tabla de quesos y fiambres y una botella de Chambliss bien frio, y le consulte: –¿Te parece bien o prefieres otra cosa?

 

–Es exactamente lo que apetezco en este momento, porque no tenía nada en el estómago. –Esta situación me dejó inapetente. La partida fue ayer y anoche no pude dormir. –Te pido me perdones, –No es justo que descargue en vos mis dolores, pero me hará bien exteriorizarlos.

 

Estuvimos charlando mucho tiempo, fui su paño de lágrimas y desahogó en mi toda su amargura, le hice algunas recomendaciones y después de que terminamos el vino nos despedimos y quedé tranquilo porque de alguna manera ayudé a esa persona, a esa alma dolida.

 

 

Miguel Aramayo

SCZ. 09-11-2014