La edad.
Tengo muchos amigos que tienen una edad similar a la mía y tengo dos personas muy queridas: mi madre y mi suegra, que me superan con 18 años. Esas dos mujeres están lucidas en extremo, activas, dentro de las posibilidades que el desgaste físico normal produce en todos nosotros, lo que yo le llamo: el inexorable efecto de la gravedad (la ley de la gravedad – presentada por Isaac Newton – la fuerza de atracción de los cuerpos), efecto que después fue modificado por otro gran físico, Albert Einstein, que formuló la teoría de la relatividad, que ahora también puede tener un cambio substancial con la física cuántica y lo que estamos conociendo sobre las ondas gravitacionales.
Queriendo hacerme el inteligente, casi me paso del tema objeto de lo que pienso opinar, sobre el transcurrir del tiempo, que no necesariamente puede ser comparado con la edad, porque se puede demostrar que una persona de menos edad, puede haber vivido mucho más tiempo que otra de más edad o de la misma edad; porque lo que sucede en la comparación entre tiempo y edad, es totalmente relativo.
En términos físicos también se puede corroborar que personas de menor edad tienen un mayor desgaste físico que personas con más años de vida, lo cual muestra que el tiempo transcurrido desde el nacimiento no es necesariamente el que muestra la edad, en términos numéricos ¡si…!, pero en términos biológicos, ¡no…! La edad no necesariamente desgasta el cuerpo de las personas, hay otros factores que influyen en el desgaste.
Se me ocurre escribir todo esto, porque hay una guerra de mails con información de: ¿Qué alimentos son buenos?, ¿Qué alimentos son malos?, ¿cuánta agua se debe tomar?, ¿Cuánto tiempo se debe descansar?, ¿Qué ejercicios se deben hacer y por qué tiempo? Además de un sinfín de términos y presentaciones, algunas muy bonitas, otras aburridoras, unas cortas, pero la mayoría largas, tan largas que en medio camino aburren y se la elimina.
Toda esa parafernalia de comunicaciones es realizada por los amigos, con muy buenas intenciones o simplemente por la inercia de recibir y despachar, con la ventaja que ofrecen los correos electrónicos, que, con una pulsación de enviar a todos los amigos del grupo, sale el mensaje para todos los amigos. Además de todo lo que se refiere a salud física, también hay presentaciones de salud mental y un sinfín de santos y vírgenes, que al principio se puede soportar, pero que después de un tiempo aburren, para llegar a un punto en que se convierten en indeseables, pero que dejan un sabor amargo, porque uno queda con la duda si está cometiendo un desaire al santo que después puede necesitar y lo reenvía hipócritamente.
Algunos mensajes te conminan a responder, Si usted quiere a Dios o está de acuerdo con este santo, escriba amen y comparta; a lo que generalmente uno está obligado a responder porque no hacerse significaría que uno este contrario a Dios, a Jesús, a la Virgen o al Santo. Eso me parece una invasión a la privacidad de cada uno. Esos mensajes deberían estar prohibidos.
Yo aprendí de mi madre dos canciones que conservo en la memoria, una que dice: por cuatro días locos que vamos a vivir, los cuatro días locos te tenés que divertir (Albero Castillo – Si en la ruleta usted patina O si la mina se las tomó. No llore hermano por el espiante, Olvide y cante como hago yo) otra que dice: Me tiro al suelo, me ensucio la ropa y me pongo a llorar.
Leí algunos proverbios que comparto, porque vienen con el tema de este escrito: Émile A. Faguet. El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad. Gabriel García Márquez: Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena. Ingmar Bergman: Los primeros cuarenta años de vida nos dan el texto; los treinta siguientes, el comentario. Pablo Picasso: El arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza.
Miguel Aramayo
SCZ. 31-03-2016