Salí a caminar rumbo a Montmartre, al café de los Dos Molinos, del cual soy asiduo. Llevaba una novelita policial de la cual me quedan muy pocas hojas por concluir, su título es Psicópata, su autor es Michel Suñén. Tenía intenciones de tomar un café y luego sentarme en algún parque. Después de que pedí un capuchino, se largó una lluvia, que era una tormenta y por lo tanto el boliche se llenó en un minuto y un hombre medio raro, con una cara de científico que lo único que le hacía falta era el letrero, poco pelo, rubio descolorido y mojado, nariz recta, especial para sostener lentes de carey gruesos y bifocales, con la barba descuidada y unos bigotes por los que escurría el agua del aguacero que lo pillo antes de entrar o un catarro instantáneo, colgaban de su cuello una cámara fotográfica profesional, un fotómetro (medidor de intensidad de luz) y llevaba adosada a su espalda una mochila, digo adosada, porque daba la impresión que forma parte de su físico, calzaba botines y del cinturón colgaba una linterna, una cortaplumas de esas que tienen todo: cubiertos, lupa, sierras, lo único que le faltaba era una carpa, que posiblemente la tenía dentro de la mochila.
Como no había donde sentarse y en mi mesa quedaba una silla libre, acepte que el “bicho raro” se siente conmigo. Nos pusimos a charlar, pero muy pocas palabras por las condiciones climatológicas, porque el tipo al verme con libro grueso pensó que yo también era estudioso, pero se equivocó, tan sólo un lector empedernido. Le conté que yo era auditor y el me contó que era antropólogo, que había estado en unas excavaciones en Israel y que ahora pensaba descansar en Paris analizando el material que había conseguido, el mismo que era extremadamente sui generis (algo muy singular, excepcional). Su forma de hablar, su aspecto y el tema de conversación, llamaron mi atención y a medida que avanzaba en su charla mi concentración aumentaba, al mismo ritmo que mi curiosidad y mi interés por saber más. No sé si él también hubiera notado mi actitud, quizá no, porque estos sabios son ensimismados y dan la impresión de ser distraídos, pero es su forma de ser, son muy inteligentes, perspicaces y al mismo tiempo humildes y no les interesa que los entiendan, con que se entiendan ellos, es suficiente.
El tiempo se me pasó volando, mi capuchino se enfrió y él no había pedido nada, por lo tanto, aproveche de preguntarle si le agradaría comer un sándwich y tomar un chocolate o una gaseosa, acepto lo primero. Me tomé el capuchino de un solo sorbo y le hice señas a Alain, que era uno de los garzones con el que tenía más confianza. Le pedí dos leches chocolatadas, calientes y dos sándwiches de jamón con queso calientes. Mientras nos traían el pedido, había disminuido la lluvia y continúe escuchando lo que me contaba Jacobo, que era así como se llamaba el antropólogo. Mi fascinación llegó al extremo, quedé prendado de la conversación y mostré el máximo de interés por lo que me contaba. No sé si Jacobo se dio cuenta o se abstrajo del entorno y continuó conversando, quizá pensando que estaba callado y tan sólo meditando para sus adentros.
Resumiendo, en una de las excavaciones se encontró con el esqueleto de una mujer, restos que tenían más de tres mil años, pero una conservación perfecta, salvo por una rajadura del cráneo, algo muy sutil, una separación de los parietales, que dejaban expuesto el etmoides y el esfenoides y el interior del cráneo exento de todo contenido. Por esa separación de los parietales, que tenía aproximadamente cinco milímetros, introdujo una mini cámara para observar el contenido y la conformación de la cavidad craneana y grande fue su sorpresa, cuando la cavidad se ilumino de un verde luminoso, similar al color que emitían las antiguas pantallas de computación, pero eso no fue todo, se veía como una filmación, se escuchaban voces y se observaba a una mujer que conversaba con alguien, gesticulando, no se veía a su interlocutor, pero con la cámara se logró gravar la imagen de la mujer y lo que hablaba, que en primer momento no se distinguió lo que decía, pero que después en su análisis supo que la aparición hablaba en arameo antiguo.
Jacobo entendía el arameo, pero únicamente leyendo no había tenido la oportunidad de haber escuchado la fonética de ese idioma, por lo tanto, le costó un tiempo poder descifrar que es lo que decía la mujer, pero después de escuchar por varias veces esa alocución, perfeccionó la fonética y logró entender plenamente todo lo que conversaba la aparición verde, además pudo captar la fisonomía de la mujer y capturar su vestimenta.
Nos comimos los sándwiches, nos tomamos la leche chocolatada y puedo asegurar que perdí la noción del tiempo, quedé anonadado y como sería la cara que puse que Jacobo se sorprendido y me dijo:
–Miguel no miento, estoy en condiciones de mostrarte la filmación, donde podrás ver a la mujer y escuchar lo que habla, pero como no entenderás lo que dice yo te pasaré un impreso con la traducción al español, o al francés, como vos quieras.
–Jacobo, por favor, no intérpretes mal mi observación, creo absolutamente todo lo que me has contado, desde luego que acepto tu oferta, pero no es por escéptico, sino simplemente por curioso. Yo estoy convencido que cuando morimos no desaparecemos, tan sólo nos convertimos en brisa, pero Dios es Omnipotente, Omnisciente y Todo Poderoso, puede hacer con nosotros lo que a Él se le antoje. –Si no te ofendes te invito a mi departamento, comemos unos fiambres y quesos, tomamos un vino y vos me permites ver la filmación.
–Miguel, acepto tu invitación y de esa manera puedo mostrarte lo que para la ciencia en general es una primicia, esto todavía no lo he publicado, sé que revolucionaré el ambiente científico y ni que decir de la opinión que causará esto en todas las religiones. Con toda seguridad que habrá un rechazo y alegarán que es un montaje, pero he comprobado que ese hallazgo está documentado y que ese cráneo permanece en depósitos precintados y que lo que muestro puede ser comprobado.
Pagué la cuenta de lo consumido y salimos en busca de un taxi, ya había escampado y no hacia frio pese a la humedad. Tomamos el taxi y fuimos a mi departamento. Preparé una picada de fiambres, quesos y galletitas, destapé una botella de borgoña. Mientras yo hacía eso, Jacobo entró al baño y después en la mesita del comedor preparó su PC y sacó un impreso, que correspondía a la traducción de lo que habló la mujer de la filmación.
Las picaditas y las copas de vino las puse en la barra de la cocina y comenzamos brindando por el encuentro casual, que fue tan fructífero para mí.
Jacobo me dijo: –Miguel yo también estoy feliz con este encuentro, porque tenía eso metido en la garganta y quería compartirlo con alguien, con alguien que tenga la capacidad de escucharme, sin hacerme observaciones y Dios te puso en mi camino. –Como abras notado soy judío y por lo tanto mis creencias en cuanto a la muerte y la eternidad son muy similares a las tuyas, que me imagino que sos católico.
Me mostró la filmación y me dio la impresión de ser una filmación nocturna con rayos infrarrojos, pero me explicó que mostraba ese aspecto, porque era la forma en que se presentó. La mujer tenía mucho de parecido a la forma como se representa a la Virgen Maria, hablaba muy pausado, pero con mucha mímica, como si fuera italiana y contaba que ella había tenido los hijos estando muy apasionada, pero que una vez que tuvo los hijos se acabó toda la pasión y que el saldo de su vida y todo su entusiasmo lo dedicó a sus hijos. Después de esa escena y de esas palabras concluye la grabación y se puede observar la cavidad craneana, como si fuera una filmación en blanco y negro con deficiente luz. Se notan las imperfecciones de los huesos y la luz que entra por el maxilar y las orbitas oculares.
Quedé sorprendido y anonadado, nunca pensé que podría ver de primer mano y en primer plano algo que es sorprendente y muestra el poder de Dios y lo que se puede conseguir sabiendo utilizar la tecnología y la ciencia. Después acompañé a Jacobo hasta su hotel y le agradecí profundamente la catedra que me había dado, ya cuando llegamos a su hotel era casi de noche.
Espero que me crean lo que les cuento, por si no fuera así, no me quedará más remedio que darles la dirección de Jacobo en la ciudad de Rosario, Argentina, que es donde radica en forma permanente.
Miguel Aramayo
SCZ.19-10-2016