Un cuento un poco más largo
Hacía muy poco, que el ocaso había despedido al rojo sol del horizonte, pero todavía el cielo no mostraba el brillante fulgor de las estrellas y el blanco encantador de la luna. En ese momento, Isaac se disponía a ingresar a su cabaña, llegó al umbral y antes de entornar la puerta dejó que su alma descargue el peso de su fatigado cuerpo, por la fuerte tarea realizada en el día y libere su espíritu del peso del trabajo. Suspiró y junto con su resuello se escuchó el chirriar de la puerta en el dintel y la fragancia que emanó del interior de su hogar, llenó su cuerpo de aromas que emergían de la cocina.
Sintió el peso de sus botas, mientras su cuerpo se dirigía a la mecedora que lo cobijaba al llegar a su casa. En el interior percibió la voz de su esposa cantando un arrorró al hijo que reposaba en la cuna. Al momento de posar su humanidad para reposar su fatiga, su hijo Aron saltaba a sus brazos y apoyaba sus rizos de oro en su pecho enchilo de amor, olía a lavanda y el calor de sus mejillas le trasmitía una calidez que inundaba su interior.
Después se acercó Sara y sentándose en sus rodillas lo abrazó en un beso apasionado, dejándolo con suave dulzor en sus labios y un aroma a leche materna en sus cabellos. El también aportaba fragancias a su hogar, su ropa trascendía al olor que deja la mirra que transmiten los pinos, con fuerte aroma mentolado y el perfume que desprendía su cuerpo fatigado por el largo día de trabajo. Mientras se sucedía esa escena en el dulce hogar, el cerebro de Isaac se inundaba de felicidad.
Sara, con voz muy tierna le relata todo lo acaecido en el día, mientras que Aron hacía lo mismo, pero con una voz chillona y arranques de tartamudez. Él, sin embargo, procuraba suavizar su relato con palabras tiernas, pero que al mismo tiempo muestren lo fatigoso de su labor y lo duro de su esfuerzo por mantener el hogar con recursos, pero, sobre todo, con el ejemplo que requieren sus descendientes.
Pasaron al comedor y después de agradecer a Dios por los alimentos y degustar los majares preparados por Sara, mientras ella asea el comedor y luego de concluida esa tarea, arropa a Aarón para que duerma. Se acomoda en el sofá a completar un bordado e Isaac da satisfacción a su espíritu con la lectura de un libro, libro que lo tiene arrobado hace unos días y que va por la mitad del mismo.
Así transcurre el tiempo, hasta que Isaac se anima a comentar con Sara lo que estaba sucediendo en el campamento, 20 Km al sur. –Sara en el campamento del sur se desató un incendio de relativa fuerza y tuvieron que evacuar las cabañas de los trabajadores. – Te cuento esto para que tengamos preparado el jeep con todo lo que pudiéramos necesitar en caso de que nos toque a nosotros lo mismo.
–¿Existe esa posibilidad, o simplemente es por precaución?
–El incendio está muy lejos de nosotros, pero es mejor prevenir que lamentar.
–Debería tener preparado alimento y ropa para los chicos y no se olvide de tener un maletín con nuestros documentos personales, los documentos de nuestras pertenencias, sus joyas y el dinero que tengamos de nuestros ahorros. –La gente del campamento incendiado tuvieron que salir con lo que tenían en el cuerpo, incluso hubo dos o tres muertos.
Se fueron a dormir, muy acurrucaditos, como era su costumbre, pero antes prepararon todo lo que pensaron que se pudiera necesitar y Sara se fijó como estaban durmiendo sus hijos. Antes de que despunte el alba sonó la sirena de la alarma, anunciando que ellos también estaban en peligro, despertaron a los chicos y los arroparon, Sara tomo el bolso con los alimentos de uso inmediato, que había preparado lo noche anterior. Dio un beso a Isaac y se despidieron siguiendo los procedimientos de evacuación. Isaac después de despedir a su esposa e hijos tomó su moto y arrancó al campamento para ver lo que podía colaborar.
Ya se notaba una densa humareda y al sur se veían llamaradas tan grandes, que sobrepasaban la altura de los arboles más altos, ya costaba respirar, porque el humo ya llegaba a ellos por efectos del viento y se percibía el calor que traía la brisa. La situación era tensa y el fuego tan fuerte que no se podía hacer nada más que esperar que lleguen los bomberos para poder colaborar a ellos.
Isaac quedó pensativo rogando a Dios que esto se pueda controlar, pero por lo percibía y la experiencia de sucesos similares en el pasado, sabía que no había una solución que esté en sus manos o la de los bomberos, se requería una mayor tecnología para apagar semejante incendio, el fuego ya había avanzado 20 Km, que eran más de la mitad de toda la reserva forestal de la compañía para la que trabajaba. Todos eran pinos y eucaliptos, que eran de una fácil combustión y por la altura que tenía los árboles en la reserva, en esa área, era de suponer que las mangueras de los bomberos hubieran hecho el mismo efecto que orinar en una fogata.
Comenzó a preocuparse por su mujer y sus hijos y cuando llegó la gente del ejército, recomendaron evacuar el lugar, hasta que lleguen los aviones y helicópteros, que en tierra era muy poco lo que se podía hacer y eso estaría a cargo de los bomberos, los civiles en estas circunstancias únicamente perjudicarían. Isaac partió al lugar de evacuación que estaba previsto en los planes de emergencia, porque suponía que allá estaría su familia. Al pasar por su casa lo único que le quedaba era despedirse de sus bienes, porque existía la seguridad de que los mismos serian afectados por el fuego, ni siquiera se la pasó por la cabeza recoger el libro que estaba leyendo la noche anterior.
Llegó al albergue de respaldo y solo encontró gente del ejército, que le indicó donde dirigirse para encontrar a su familia, porque ese pueblo también fue evacuado, estaba en la ruta que sigue el viento y la posibilidad de que llegue el fuego hasta allá, por la dirección que sigue. A partir de ese momento la preocupación de Isaac fue mayor, porque ya tenía le seguridad de que el fuego devoraría su cabaña con todas sus pertenencias, pero se alegraba de haber sido precavido y haber cargado el jeep con todo lo más importante para escapar del incendio.
Cuando encontró a su mujer, estaban en una gran carpa, sentados en una sillas de plástico, sus pertenencias estaba en el jeep que estaba parqueado muy cerca de donde estaban sentados. Su bebe estaba siendo amamantado y Aron juba con unos camioncitos, junto a otros chicos, más o menos de la misma edad y que eran hijos de gente que conocíamos de su campamento, pero también había otra gente que no cocían y que también tuvieron que ser evacuados.
Isaac y Sara, nunca se había imaginado estar en esta situación de refugiados, ellos eran de una segunda generación de emigrantes de Polonia, que habían tenido la suerte de no haber estado en Europa en el momento del holocausto y llevaban una vida sencilla pero muy segura y nunca habían sentido el antisemitismo, por lo tanto, para ellos esta situación les parecía catastrófica. El tiempo había transcurrido a tanta velocidad que hasta que llegó la puesta del sol, nadie se había dado cuenta de que no se habían servido alimentos calientes y solo disfrutaron de unas viandas frías que les fueron proporcionadas por la gente del ejército. Pero ya llegaba la hora de dormir y los chicos reclamaban las comodidades de su hogar, pero este ya no existía, había sido devorado por las llamas.
Les proporcionaron una carpa más pequeña donde cabían cuatro colchones, los edredones y almohadas necesarias y les explicaron donde se encontraban los baños químicos para que puedan acostarse, a los que no tenían nada de ropa les ofrecieron vestimenta que debían escoger en un rincón de la carpa grande, donde gente del ejército repartía las donaciones que habían recibido. Les indicaron donde podían servirse comida caliente, e Isaac se encargó de recibir ese alimento y llevarlo a donde estaba su mujer y sus hijos.
Cuando llegó la noche y la familia está dentro de la carpa chica, Isaac y Sara rezaron dando gracias a Dios por estar en esa situación de protección, pero también iniciaron una conversación:
Sara dijo: –Y ahora que será de nosotros, no tenemos nada más que lo que está adentro del jeep, el jeep y tu moto.
Isaac permaneció callado por un tiempo como revoloteando en una lavadora las palabras que debía responde a Sara.
–Mi amor desde que salí del campamento mi cerebro no hizo otra cosa que pensar en esta situación, no quiero que pienses que estoy resignado, pero tengo la seguridad que estamos en una mejor situación por las que pasaron nuestros abuelos cuando tuvieron que escapar de Polonia an medio de la primer guerra mundial, ellos lo único que tenían era lo que podría caber en sus bolsillos, una cuantas gemas de la joyería del abuelo y unas cuantas libras esterlinas en monedas de oro que eran sus ahorros, unas botas de repuesto y unos abrigos de pieles, sus documentos, una tora, que conservaban de sus tatarabuelos y el corazón lleno de esperanzas, porque podían cargar a los padres de Isaac, que en ese entonces era un bebe. Además, lo que los animaba era la fe en Dios, en el Dios que los protege hace más de cinco mil años y que siempre estuvo con ellos hasta en los mayores infortunios. La familia de Sara siguió algo similar, porque partieron en el mismo tiempo y desde ese entonces se mantienen unidos y ahora por lazos de parentesco.
Esta charla tranquilizo a Sara, que, apoyada en el hombro de Isaac, quedó dormida como si fuera una nena, soñando en sus antepasados, en sus padres y en sus hijos. Isaac, permaneció despierto cavilando lo que debía hacer a partir del próximo día, para que la situación en la que estaban no se prolongue por más tiempo. Poseía una profesión, era ingeniero forestal y todavía le quedaban parientes muy próximos a él y a su mujer, que vivían en Toronto y que con seguridad le brindarían un apoyo, porque lo mejor que tienen la comunidad, es la solidaridad. Sara debía seguir con los chicos y la compañía donde el prestaba sus servicios contaba con un seguro que la cubriría y que con eso podría liquidar a su persona, y resarcir la perdida, él también había asegurado su cabaña y por lo tanto no estaba en la ruina, lo que necesitaba era tiempo y no desesperarse. Toda tenia solución.
Miguel Aramayo
SCZ. 30-01-2017 Ultimo fin de semana del primer mes que pronto pasará.