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Monthly Archives:julio 2017

27 Jul

Mi primer dron

Para que mis sueños sean más reales y poder practicar lo que en el futuro será muy común para un sinnúmero de tareas, he comprado un “dron” es una miniatura que cabe en la palma de mi mano e incluso es más chico y puedo comandarlo con mi celular, además que cuesta noventa dólares.

 

Hice la primera prueba, encendí las luces, puse en funcionamiento la cámara, que permite sacar fotos o hacer filmaciones, directamente en la memoria del celular. Ya logré encender sus cuatro motores, lo hice elevar del sueldo lo hice volar y lo suspendí casi cuatro metros, lo hice volar algo más de cinco metros, también logré hacerlo descender y lo apagué.

 

Me hubiera gustado tener unos cincuenta años menos, para tener la mente, la vista y las reacciones más rápidas, pero como el aparatito no requiere que corra detrás de él, ensayaré hasta dominarlo, pero no pienso perder mucho tiempo, porque algo que con la edad disminuye, es la paciencia, ya que uno tiene objetivos de mayor valor, que perder el tiempo en juegos.

 

Cuando era chico me quedaba horas averiguando como era posible que una ferrita con la cual se hacía una bobina y se conectaba a un auricular, por inducción te permita escuchar algunas estaciones de radio, con la única condición de aproximarse a un poste de luz, de esos postes metálicos, que ya no se usan más.

 

Los muchachos de mi generación éramos tan ingenuos y sin nada de conocimientos científicos, que ahora comparo a mi generación con la generación de mis nietos y algunos más chicos que mis nietos y ellos lo saben todo, porque la tecnología se adecuó para ser inductiva, por lo tanto, ahora los chicos usan la imaginación y la razón y logran descubrir más rápido, lo que a nosotros nos cuesta un mondo. Con todos los adelantos científicos, la mente despierta de los chicos y la influencia de la televisión, el crecimiento científico será exponencial. En nuestras épocas hasta los computadores eran más lentos, porque los conductores de ahora no se calientan tanto, existen almacenamientos de mayor capacidad, porque el sistema binario fue superado.

 

Los comandos manuales de los juegos electrónicos, que son algo común desde hace más o menos unos 20 años atrás, ahora son herramientas empleadas por médicos, militares y un sinfín de otras actividades, como el manejo del dron que estoy estrenando, que estoy seguro que cuando lo vean mis nietos lo usarán a la perfección, porque ellos sí que están acostumbrados a los comandos manuales.

 

Ayer me elevé en una alfombra voladora con la ayuda de un genio, para visitar a mi nieta, los chicos de ahora se subirán a un dron y lo conducirán ellos y se movilizarán por donde quieran y se reirán de los sueños del abuelo, del abuelo que todavía creí en el señor de los anillos, en Alibaba, en Aladino, la lámpara maravillosa y hasta en la cigüeña.

 

Todos esos beneficios, de los que disfrutan ahora, se lo deben a la gente de mi generación, que se quemó las pestañas estudiando, experimentando y haciendo un sinfín de pruebas, porque el mayor crecimiento científico se produjo a partir de la segunda mitad del siglo XX, gracias al legado de científicos que se esforzaron en la primera mitad del mismo siglo.

 

Estoy seguro que, con mi nuevo juguetito, podré soñar más y a mayor velocidad para escribir historias, incluso historias de amor, pero seguro que disminuirá mi producción de poesías y poemas, aunque es difícil que se borren mis deseos de continuar escribiendo temas románticos.

 

Miguel Aramayo

SCZ.27-07-2017

 

26 Jul

Un viaje cortito

Recordé que varias veces viajé en alfombra, para visitar a mis nietos, cuando ellos estaban viviendo en Dubai, mientras esos ensueños volvían a mi mente, también me acorde donde estaba la alfombra en la que hice esos vuelos y fui en su busca. La tomé en mis manos, como si se tratar de un tesoro, la desempolve, aunque de apariencia estaba totalmente limpia, pero como yo ya estoy viejo y se me acurren cosas pelotudas y de la caduquera propia de gente mayor.

 

La volví a desempolvar y me fui con ella al fondo del jardín, donde nadie me ve, donde nadie busca, donde yo soy yo y no tengo ninguna interferencia. Además, era un sábado en la tarde y el perro no estaba en casa, había ido al campo con su amo (mi nieto mayor) y en días como ese mi mujer busca que hacer para dejarme solo. Extendí la alfombra en la grama, pero primero tuve el cuidado del espacio elegido, que esté totalmente limpio.

 

Pasé por la cocina y comí un poco de fruta, además de tomar dos vasos de leche y llevarme un paquete de maní tostado y de uvas pasas. Regresé al jardín y con mucho cuidado y cariño me senté en la alfombra e invoqué al genio que siempre nos acompaña en estos vuelos y oficia de piloto. Estuve con los ojos cerrados y totalmente concentrado, pensando en el genio. Escuché una voz en mi interior, pero que al mismo tiempo resonaba en el exterior, pero en un tono más débil, la vos decía: ¿Dónde vamos amo? Esa pregunta me volvió a la realidad y como estaba pensando en mi nieta Lucia, le respondí ¡a Buenos Aires…!

 

El cielo era azul, no tenía ni una sola nube, el viento ni se sentía, en la alfombra éramos dos, el genio que estaba con los pies fuera de la alfombra, vestido como visten todos los genios, con un turbante muy azul (azul índigo) con un rubí que adornaba el frente del mismo y esos pantalones abombachados y por zapatos unos zuecos de satén, como si su único caminar fuera entre las nubes. No se sentía que estuviéramos volando, no había ni ruido de motores ni sobresaltos por las turbulencias, estábamos viajando como me gustaría que fueran todos los vuelos, lo único que me faltaba era un poco de música de Franck Pourcel, porque el genio que me acompaña habla lo estrictamente necesario, por lo tanto, es más el tiempo que está en silencio.

 

Hasta ese momento no había fijado mi mirada abajo y grande fue mi sorpresa al ver algunas montañas y poca vegetación, estábamos en la frontera de Bolivia con Argentina y según lo que me dijo el genio en menos de quince minutos estaríamos en Buenos Aires, agarré el celular y por arte de magia me comuniqué con mi nieta, para que me dé su dirección, porque estaba a punto de visitarla. No me creyó y tampoco quise insistir, me dio la dirección de un condominio en la localidad de Ingeniero Maschwitz, entre Avenida Braun y Calle La Plata, en la provincia de Buenos Aires del Partido de Escobar.  Quedamos en encontrarnos en la plaza, que está a tres cuadras de la dirección que me dio.

 

Llegamos a la plaza, casi al mismo tiempo y por lo tanto me vio bajarme de la alfombra, pero quizá no se dio cuenta, porque estaba caminando muy distraída, bestia de gin y una camisa de franela con diseño escocés, con el cabello suelto a la espalda y como siempre me saludo muy efusiva:

 

–Abuelo que se te ocurrió visitarme.

 

–Te extrañaba y como también quise visitar a mi amigo Héctor (el gordo), dije, primero paso para visitar a mi nieta y ver cómo le está yendo en los exámenes y darle un beso, además de desearle suerte y conversar todo lo que no pudimos hace una semana atrás.

 

Hablamos un montón y después de que me despedí de mi nieta, el genio me hacía señas desde detrás de un Palo Borracho, quería saber que haríamos. Nos subimos a la alfombra que la tenía escondida y arrancamos vuelo con dirección a La Plata. Eso les cuento otro día, que este de ocioso como estoy en este momento.

 

Miguel Aramayo

SCZ.26-07-2017

 

25 Jul

Cosas de amor

Hace muchos, pero muchos años atrás, tantos que es difícil poder establecer si fue antes de la era cristiana. Junto con los libros religiosos, el antiguo y el nuevo testamento, también se encontraron otros escritos que los arqueólogos, los buscadores de tesoros antiguos, algunos estudiosos y quizá algunos simples curiosos se encontraron con desechos o desperdicios eliminados por los sabios, sin llevar el apunte a documentos que siendo del cotidiano vivir de esos pueblos antiguos fueron desechados. Puede ser que esos escritos no fueron encontrados por los eruditos y es por eso que permanecieron donde estaban.

 

Me puse a clasificar eso que los científicos consideraban basura y por pura casualidad descubrí algo escrito por gente común y corriente de esa época, (recopilado por Patricia Rodón) sí, de esa época que no se puede decir a que era pertenecía y cuya escritura era mucho más simple de entender, porque no correspondía a tablillas con escritura cuneiforme, ni tampoco a papiros con jeroglíficos egipcios, hebreos o arameos. Los textos cuneiformes estaban escritos en acadio, elamita, hitita, luvita, persa antiguo y ugaritico.

 

No tenían ningún interés religioso en lo que encontré para leer, estaba interesado en las trivialidades que podrían escribir la poquita gente que tenía ese privilegio y que no pertenecían al grupo de la gente que escribía sobre temas religiosos, de todas maneras, sabía que era fácil perderse en el maremágnum de los libros tales como: El Pentateuco, el Tanaj, la Torá, el Nevilim y el Ketuvim, era cosa complicada y en eso estaban mucha gente.

 

Yo querían saber que escribía la gente común sobre política, amor, temas científicos, e incluso recetas de cocina o manuales de como fundir los metales, y como utilizar la fragua, para hacer utensilios de labranza o armas para la guerra, o simplemente platos y cubiertos. Encontré que hombres y mujeres célebres abrieron su corazón en cartas confesando amores a primera vista, pasiones no correspondidas, ansias secretas y deseos imposibles. Leí un puñado de esos ardientes textos privados. Grandes personajes como Enrique VIII que enloquecido por Ana Bolena, Napoleón por Josefina, Perón por Evita, o Bolívar por Manuelita, Sigmund Freud por Martha Bernays, Gabriela Mistral por Manuel Magallanes Moure o Pablo Neruda por Matilde.

 

Encontré el libro más antiguo sobre cartas de amor, un códice del siglo XII escrito por un clérigo llamado Guido. El texto, llamado Modi dictaminum, está escrito en latín y sobre pergamino, y contiene consejos para todo tipo de cartas, entre ellas las de amor, que ocupan todo el cuarto capítulo. Sus recomendaciones van desde alabar la belleza de la amada, comparándola con piedras preciosas, hasta hacer referencia a versiones mitológicas de la pareja de enamorados, como Paris y Helena de Troya. Ese libro enseña la manera en que la mujer debe escribir al marido, como el modo en que deben hacerlo los amantes, cómo presentarse a la amada y cómo despedirse. 


El autor aconseja también figuras retóricas que indiquen la incapacidad para expresar lo que se siente, como: «Cuán profundamente te amo no podría expresarlo con palabras ni, aunque todos los miembros de mi cuerpo pudieran hablar».


Despedirse con «tantos saludos como peces hay en el mar» o «como flores trae el verano», referirse a la amada diciendo que «vuestra belleza sabe», «vuestra dulzura conoce» y «ya es conocido a vuestra nobleza» o hablar de los momentos felices con expresiones como «el ánimo no soporta tanta felicidad» son otros de los consejos del manual. 


También alude al amor físico: besos, abrazos y deseo. El clérigo utiliza ejemplos, en la misiva G. se dirige así a su esposa: «Tu afecto, amiga mía dulcísima, sabe que por el perfume de tu amor no me negaría a escalar montes o a atravesar a nado mares, e incluso afrontar peligros de muerte». Seleccioné fragmentos de algunas cartas de amor cautivantes que se han escrito a través de la historia; cartas que hablan de amores a primera vista, amores no correspondidos, amores secretos, amores imposibles; cartas sin terminar y cartas que, incluso, no siempre llegaron.

 

«Mi corazón y mi persona se rinden ante ti suplicándote que sigas favoreciéndome con tu amor», escribió Enrique VIII a Ana Bolena en 1528, ocho años antes de decapitarla.

 

Napoleón Bonaparte escribió cartas a Josefina. “Mi dulce Josefina, ámame, que estés bien y pienses muy a menudo en mí”, pero más tarde le decía: «Es imposible estar más débil y degradado. Vuestros pensamientos envenenan mi vida, desgarran mi alma». Un tono distinto apenas un par de meses después: “No te amo, en absoluto; por el contrario, te detesto, eres una Cenicienta malvada, torpe y tonta. Nunca me escribes, no amas a tu marido”. Luego en brazos de María Walewska, confiesa: “No he visto más que a usted, no he admirado más que a usted, no deseo más que a usted”.

 

La carta de Juliette Drovet a Victor Hugo es directa y simple: «Te quiero, ante todo y después de todo, te quiero, te quiero, te quiero». Lord Byron en su relación con Caroline Lamb, una dama casada con otro: “Prometo y juro que ninguna otra, de palabra y obra, ocupará jamás el lugar en mi afecto, que es y será el más sagrado para ti, hasta que yo sea nada”. Oscar Wilde superó a Byron: “Niño mío”, comienza una de sus cartas a lord Alfred Douglas, “es una maravilla que esos labios de pétalo de rosa rojos tuyos sirvan igual para la música del canto que para la locura del besar”.

 

Freud era muy tímido y no tenía experiencias sexuales y se enamoró de Martha Bernays, una amiga de su hermana y llevó un romance victoriano, le escribió más de novecientas cartas de amor, donde la llamaba «princesita». Otro amor notable: «Te amo únicamente a ti, no tengo nada; ni capacidad, ni inteligencia, nada, nada, tengo el amor. Es terrible. Y es por eso que si te perdiera me perdería a mí misma y ya no sería entonces Gala, sería una pobre mujer como hay miles y miles. Tienes que comprender que no tengo nada mío, tú me posees enteramente. Y si me amas cuidarás preciosamente tu vida, porque sin ti sería como un sobre vacío», le escribió Gala a Paul Eluard, su esposo, casi las mismas palabras que luego le dirá a Dalí.

 

En un estilo más directo y simple, también se puede declarar el amor, como lo hace en un telegrama Nathalie Paley al poeta y dramaturgo Jean Cocteau, que apenas dice: «Yo también, mi amor, en todas partes y siempre». Gabriela Mistral le escribe al poeta chileno Manuel Magallanes Moure «Te adoro, Manuel. Todo mi vivir se concentra en este pensamiento y en este deseo: el beso que puedo darte y recibir de ti».

 

De todos los amores de Pablo Neruda, el de Matilde Urrutia fue quizá el más intenso y prolongado. Una pasión encendida y secreta al principio, cotidiana y doméstica al final. El tumultuoso poeta no se priva de nada al escribirle a su “Chascona”, a su “cochina Patoja”. En una carta de octubre de 1951 le dice: “Yo pienso en ti día y noche, noche y día, amor mío, dulce mía, y no sé si te quiero, pero te quiero. Eres mía y te beso”, en diciembre de ese mismo año la increpa: “Yo confío en tí, y aunque no tenga sino tu silencio qué me importa, (…) sé que eres mía y que soy tuyo y las cartas y las noticias sobran, nuestro amor llena todo, y cada cosa te hablará de mí a toda hora, y todo me trae noticias tuyas.  Te quiero mi amor, no seas perra, espérame. Tu Tuyo”. 

 

En su abundante correspondencia amorosa con Manuela Sáez, Simón Bolívar es capaz de olvidarse de la política. “Sí, te idolatro hoy más que nunca jamás. Al arrancarme de tu amor y de tu posesión se me ha multiplicado el sentimiento de todos los encantos de tu alma y de tu corazón divino, de ese corazón sin modelo”, le escribe en 1825.

 

Muy diferentes son las cartas de Perón a Eva Duarte, su “tesoro adorado” y su “chinita querida”. Un sentimiento plenamente correspondido por Evita, que promete a su “Juancito” amor eterno y adoración desde el cielo porque “yo vivo en ti, siento por ti y pienso por ti”.

 

Franz Kafka le escribe a Milena una bellísima frase que bien sirve para cerrar esta nota de Patricia Rodón: «Las cartas de amor son una relación con fantasmas: los besos escritos no llegan a destino, son bebidos por los fantasmas por el camino».

 

Miguel Aramayo

SCZ.25-07-2017

 

 

 

 

25 Jul

Con el huevo quebrado

Esa expresión que en varias oportunidades la he repetido y que es algo real; cuando a las gallinas por algún golpe se les quiebra el huevo adentro de ellas, esas astillas de la cascara rota, les producen un tremendo dolor, pero como ellas (las gallinas) no saben llorar, ni gritar de dolor, la única forma de expresar su dolor es quedarse quietas y no cacarear, hasta que se mueren.

 

Esa expresión (“estoy con el huevo quebrado”) se emplea para representar la tristeza que uno siente, por cualquier motivo inexplicable, o quizá una causa que tenga explicación o razón de ser, pero se adecua más a cuando uno está triste y no sabe porque, cuando uno tiene un bajón anímico sin poder identificar plenamente la causal.

 

Así me siento algunas veces, pero procuro no exteriorizarlo, porque los demás que me rodean y forman mi entorno laboral, social o familiar, no tienen por qué saberlo. Ese tipo de sentimientos deben ser de propiedad absoluta de uno, dado que son situaciones momentáneas y pasajeras, que podrán permanecer en nuestro interior, por un tiempo pasajero, que en mi caso puede durar todo el día, medio día, pero nunca continuará para el día siguiente.

 

En cualquier momento se pasa y uno no debe darle bolilla, porque no vale la pena preocuparse por ese tipo de situaciones, que en algunos casos podrían deberse a cansancio, nervios e incluso a descompensaciones hormonales, porque esa falla no es solamente atributo de las mujeres.

 

Mientras escribía estas líneas y distrayendo mi mente buscando palabras, ideas, sentimientos, llego a la conclusión que estar con el huevo quebrado no es cosa del otro mundo y le puede suceder a cualquiera, en cualquier momento y por cualquier situación, lo importante es buscar la forma de estar siempre feliz, porque eso si depende de uno y no de los demás.

 

Puedo decir que después de haberme desahogado describiendo mi estado de ánimo, me siento mejor, como podría sentirse una gallina que hubiera logrado expulsar el huevo quebrado, cosa que no sucede y que le ocasiona la muerte. 

 

Creo que existe una palabra sinónima para expresar ese tipo de sentimientos, creo que es “amartelamiento”. Busque la definición y es: Manifestación profunda, y generalmente excesiva, del sentimiento amoroso. Ejemplo: «Su relación con la familia también se atemperó y en aquella pugna por controlarse incluso dejó sin respuesta el amartelamiento de la joven con un sargento». Pero esa palabra no expresa lo que percibo, porque siento que soy amado y quizá en exceso, o por lo menos, ¡más que lo que me merezco!

 

Como no quiero que me suceda lo que les pasa a las gallinas y porque tengo la suerte de no poner huevos, no me queda más que alegrarme y decir, ¡qué linda es la vida! Y al diablo con los problemas, que generalmente son causados por uno mismo.

 

Miguel Aramayo

SCZ.19-07-2017

 

7 Jul

Quien soy

Quizá esto que voy a contar suene a pedantería, a una exagerada egolatría. Me da vergüenza, tanta ¡que se me cae la cara…!, pero no quiero que esto que pienso se quede dando vueltas en mi cabeza o como dicen: “palabras que se lleva el viento”.

 

Me inicie en las letras por un azar, por la insistencia de una amiga, amiga a la cual he nombrado con insistencia en casi todo lo que he escrito, porque creo que fue ella quien despertó en mi la afición por escribir.

 

Durante todo este tiempo, desde que me inicié escribiendo lo que creí que eran cuentos o lo que pretendía que fueran novelas o la ilusión de que fueran poesías y poemas, también escribí artículos opinando sobre política, sin siquiera saber que es política o pretendiendo escribir ensayos, tan simples, tan pobres, que sólo podían satisfacerme a mí y quizá a uno o dos de mis amigos.

 

En el afán de mejorar, busqué leer más, más de todo y de todos, primero con el afán de aprender y luego con el anhelo de encontrar un estilo, en todo ese tiempo escribí sobre varios temas, pero siempre procurando encontrar un estilo, un estilo que me identifique. Creo que fui y soy muy iluso y que soy exageradamente pedante. Si bien es cierto que cuando leo mis escritos, después de muchos años y después de haberme leído infinidad de veces, encuentro algún escrito que me agrada y que lo califico como bueno, pero pretender que soy un buen escritor, es mentira, tan sólo me ufano, pero ni yo mismo pienso que soy bueno, pero no me quedo así, no me siento derrotado.

 

Estoy seguro que con el trascurrir del tiempo, leyendo más e intentando escribir mejor, llegará el momento en que podre sentirme satisfecho con lo que redacto. Por el momento no me queda más que seguir leyendo en busca de aprender algo más.

 

Ayer como una gran excepción en mi rutina diaria me fui a tomar un café en horas de trabajo, con vergüenza de hacer eso, de abandonar mi obligación laboral. Me junté con un amigo y compañero de colegio, con el que compartimos un expreso amargo y un vaso de agua, pero sobre todo compartimos recuerdos, que son los que alimentan nuestra imaginación, para poder convertir en letras esos efluvios de amistad, de recuerdos, que afloran en momentos como ese. Ya estaba por irme y el dependiente me trajo varios libros para que escoja el que quería leer, lo adquirí y con gran ilusión y con vergüenza retorne a mi trabajo.

 

Después de almorzar y mientras hacía hora para que me atiendan en un banco, inicie la lectura del libro que compré, que se titula: El equilibrista y el autor es un joven argentino que se llama: Federico Andahazi, desde el principio me resultó muy interesante y la primera parte del libro es de temas históricos, incluso a ese capítulo lo denomina: “El buscador de historias de la historia”, Todos los relatos eran para mí, totalmente conocidos, porque ya los había leído en otras oportunidades, pero este escritor los relata de una forma diferente y les da vida propia.

 

Le segunda parte del libro se titula: “El escritor en primera persona”, esta parte del libro me encantó, y me hizo ver que lo que yo tengo plasmado en la mayoría de los libros que ya fueron editados, tiene una similitud con el estilo de este libro que tengo en las manos. Eso me alegró mucho y me dio ínfulas para escribir esto que estoy escribiendo y que lo comparto con ustedes.

 

Miguel Aramayo

SCZ.07-07-2017

3 Jul

Confesión de un chiflado

Mientras caminaba ascendiendo por una montaña, en un día soleado, con un cielo tan azul que parecía una esfera, sin ninguna nube; con una brisa imperceptible que acariciaba la piel sin siquiera mover los bellos. Me resultó muy extraño observar a un hombre de cabello cano, mirada lánguida y ojos de un verde extraño; sentado en una gran piedra, con el mentón apoyado a sus rodillas y las manos extendidas a lo largo de su cuerpo apoyadas a la superficie de la roca.

 

Me aproxime al individuo y con mucho cuidado le dije: –Amigo ¿se siente bien o necesita alguna ayuda?

 

Y él me respondió: –Gracias, estoy bien. –Solamente estoy repasando algo que redacté para alguien que me hizo unas observaciones a lo que escribí con anterioridad.

 

–¿Puedo ayudarlo…?, a mí también me gusta escribir. Me alcanzó un papel que tenía en uno de sus bolsillos y me puse a leer lo que estaba escrito y decía:

 

Agradezco mucho tus críticas, porque es la forma de que vaya mejorando y tenga en cuenta tu opinión. En lo que corresponde a la ortografía, principalmente por la puntuación y los acentos, las correcciones que están haciendo gente que he contratado para ese objeto, pero únicamente cuando tengo estructurado lo que será un libro. Veo que están fallando, porque ya me ha tocado leer lo editado y encontré varios errores, y ¡que encuentre errores yo!, yo que no tengo ni más leve idea de ortografía y gramática, ya es mucho decir.

 

Todos los cuentos cortitos que escribo, salen de inspiración fluida, generalmente comienzo poniendo el título y sin tener una idea clara de lo que escribir. Una vez que arranco con a redacción, generalmente, no paro hasta poner la firma y la fecha. Después de eso, la mayoría de las veces, doy una o dos lecturas tratando de corregir errores.

 

Mi pretensión, en esos casos, es completar una carilla, pero se acaba mi inspiración a media página, porque tengo algo más urgente, que perder mi tiempo en esa mi afición y para retomar busco algo relacionado en Google y encuentro el tema para continuar hasta completar una carilla. Otras veces, cuando nadie me interfiere, termino lo que inicié y concluyo todo en no más de 30 minutos, que es el tiempo que descuido mi trabajo, si estoy en la oficina o mi sueño si estoy en mi casa.

 

Los escritos que mejor me salen son aquellos que escribo en la madrugada, cuando no tengo sueño o me despierto con una idea que no quiero que se escape de mi mente y si no tengo mis juguetitos a mano o con poca carga, agarro mi block de papel y mi lapicera y me encierro en el baño a escribir apoyado en el canasto de ropa sucia.

 

Para mí, escribir es como una picazón y la forma de rascarme es escribiendo, algunas veces me rasco bien, otras no, pero me conformo con sólo restregarme.

 

En muy contadas oportunidades escribo sobre temas de lo que leo, generalmente escribo de inspiración libre, de algo que me soñé en dormido o despierto, de lo que en ese momento me afecta, como alegrías, penas, rabia o cosas de la vida cotidiana, pasadas y presentes, también de lo que me gustaría que sucediera.

 

Esto que acabo de escribir, lo hice de corrido y se puede llamar: “La confesión de un chiflado al que le gusta escribir”, que le gusta escribir sin saber cómo, ni de qué”.

 

Miguel Aramayo

SCZ.02-07-2017

 

 

3 Jul

La música y mi espíritu

Puedo estar triste o alegra, pero si estoy escuchando música, sin interesarme el autor, el género o ningún otro subterfugio que la diferencie, con la única condición que sea melodiosa, no estridente y preferiblemente instrumental, tampoco tengo una preferencia absoluta sobre el instrumento, por ejemplo, en este momento estoy escuchando guitarra, una selección entre clásica conocida, como el concierto de Aranjuez, pero también se mezcla con música popular, bosa nova y otras. Es una selección de música interpretada por guitarra acústica.

 

Con relación a esta música, la guitarra acústica se presta para interpretar música flamenca y creo que expresa mucho mejor los sentimientos por el eco que producen las cuerdas al vibrar con el eco de la caja que amplifica y sostiene su sonido, porque además ese tipo de música me llega al corazón y hace que mi alma persiga esos sonidos y como efecto secundario lleguen a mi cerebro y a mi corazón.

 

La guitarra acústica es un instrumento musical armónico de cuerda bien templada que cuenta con una caja de resonancia para la amplificación del sonido producido por la vibración de las cuerdas, un mástil, un diapasón o trastero, un clavijero y un puente donde se colocan las cuerdas. Hay una gran variedad de este tipo de guitarras, siendo la guitarra española o clásica la más común.

 

La música de ese instrumento acompañado de palmas, castañuelas o timbales, es el que se introduce a mi ser por los oídos y en muy poco tiempo, además de estar escuchando esos acordes mi mente comienza a producir sueños y las vibraciones contagian mi cuerpo y yo también comienzo a batir palmas y mis mies se acomodan como para querer zapatear, o por lo menos hacer el acompañamiento.

 

Mi mente inmediatamente asocia el flamenco con damas bailando de forma sensual, moviendo las manos y todo el cuerpo, como si se tratara de palmeras que se cimbran al compás, como si estuvieran batidas por el viento y mientras suenan las guitarras otro grupo de gente aplaude rítmicamente acompañando el zapateo de la bailarina, que suspende el volado de su vestido, primero para no pisarlo y dejar libres sus pies en el zapateo, pero al mismo tiempo mostrar sus encantos.

 

Me imagino que la guitarra, es el instrumento propio de los gitanos, porque acompaña a cabalidad los ritmos que interpretan y se adecua perfectamente a su forma de ser, incluso la forma que tiene la guitarra, que se asemeja al cuerpo de una mujer. Los latinos la empleamos con mayor destreza que cualquier otra etnia, porque una guitarra en manos de los cubanos, mexicanos o argentinos, brida mayores y mejores acordes que en manos de los eslavos o africanos, por ejemplo.

 

Escuchar una de esas guitarras primitivas en manos de Carlos Gardel, o la clásica en manos de Paco de lucia, los Gipsy Kings, Narciso Yepes o Los Panchos, pero también escuchar una variante de la guitarra, el “cuatro”, en manos de los venezolanos o los brasileros. También escuchar un “arpa” en manos de un paraguayo o las “mandolinas” en manos de los italianos. Muestran que los latinos tenemos más habilidad para el manejo de las cuerdas con una caja de resonancia.

 

Pero creo que no es solamente mayor habilidad, pienso que los latinos tenemos mayores sentimientos, que los sabes expresar y que el arte de rasgar uno de esos instrumentos de cuerda no es solo cuestión de habilidad, pienso que sobre todo se requiere mayor sensibilidad.

 

Miguel Aramayo

SCZ. 1-07-2017

 

3 Jul

El triste

Mientras Miguel caminaba por el desierto, siguiendo los pasos de su camello, en la lejanía del horizonte, le pareció ver la silueta de dos personas, en la distancia una de las personas aparentaba ser más grande que la otra, como que una correspondiera a la silueta de un hombre, la más grande y la otra de una mujer. No tenían ningún animal y no poseían señales de llevar ningún bulto.

 

Esa pareja caminaba con un paso más pausado, que el que seguía Miguel y su camello y, por lo tanto, cada vez se los veía más próximos. A un principio no se distinguía como estaban vestidos y tampoco se distinguía el color de su ropa, porque, además, con el calor del desierto se observa una cierta reverberación cuando uno ve a distancia, como si de la arena se desprendieran nubes que en movimiento dan la impresión que los objetos se movieran con un leve temblor.

 

Cuando Miguel y su camello estuvieron a corta distancia de esas dos personas, que en realidad eran una pareja, recién se percataron que había una persona que estaba con su camello detrás de ellos. Ellos caminaban muy concentrados y en total silencio, para no consumir la humedad de sus cuerpos. Sabían dónde iban y cuánto tardarían, porque estaban acostumbrados a realizar esa caminata en solitario.

 

En ese momento se dio cuenta Miguel que se trataba de una pareja de bereberes que vestían su atuendo de color azul, de un azul tan particular (índigo). El hombre llevaba el tradicional velo teñido de índigo, ceñido a la cara, dejando ver únicamente sus ojos, unos ojos negros de una mirada negra, tan penetrante que a primera vista te dejaba sin respiración. La mujer llevaba un paño, también de color azul sobre la cabeza, para protegerse del sol y del viento, pero no tenía el típico velo musulmán. Por suerte, además de su dialecto tuareg, hablaban árabe y de esa manera se pudieron comunicar con Miguel.

 

Su oficio era la adivinación y como la mayoría de los musulmanes del norte de África, los Tuareg creen en la presencia continua de varios espíritus (djinns). La adivinación es realizada a través de los medios del Corán. La mayoría de los hombres usan amuletos para su protección que contienen versos del Corán. Los hombres no se quitan el velo, incluso delante de los miembros familiares. Los Tuareg pertenecen a la corriente islámica Maliki como resultado de las enseñanzas del gran profeta, El Maghili, que fue quien difundió la religión entre ellos a principios del siglo 16.

 

Ni bien entablaron contacto, la mujer con mucha soltura le pregunto a Migue: –¿Por qué tan triste?, tienes problemas sentimentales.

 

A lo cual Miguel respondió. –¿Qué te hace pensar que estoy triste?

 

–El brillo de tus ojos y el aura que acompaña tu cabeza. –El amuleto que tengo junto a mi corazón vibró y me puso en alerta. –Mi marido y yo te podemos ayudar. –¿de dónde vienes y a dónde vas?

 

–Soy un estudioso del clima y me dirigía a un oasis guiado por un mapa que me proporcionaron.

 

–Seguro que es el mismo oasis al que nos dirigimos nosotros y al que podremos llegar a este ritmo de caminata dentro de 15 minutos. Si quieres nos podemos acompañar, pero te recomiendo estar con la boca cerrada, para que no necesites tomar agua y no se te llene de arena.

 

Dicho eso seguimos caminando en silencio, pero me quedé pensando, Increíble cómo le acertaron, pero cumpliré eso de mantener la boca cerrada, porque además de su consejo, a “boca cerrada no entran moscas” y no pienso comentar nada de mi tristeza.

 

Miguel Aramayo

SCZ.01-07-2017

 

3 Jul

El pirata

Esta novela la he leído tres veces, las dos primeras veces entre 1975 y 1980 y por tercera vez ahora, después de 37 años. El libro pasó por tantas manos y cuando retornó a mí, estaba en un estado lamentable y hace unos cinco años lo hice empastar, porque valía la pena conservarlo entre los recuerdos queridos, había perdido las tapas y la pagina donde estaba el nombre del autor y el título de la novela. Yo estaba seguro que tenía novelas de ese autor, porque quería saber algo de “La palabra” y me puse a buscar entre mis antigüedades y encontré “El Pirata” y como no tenía las primeras hojas en la primera hoja que leí encontré una cita del Corán que dice: “El nombre de Alá, el clemente, el misericordioso. La abundancia te desvía, hasta que llegas a la tumba. ¡Ay! pronto sabrás. ¡Ay! otra vez, pronto sabrás. ¡Ay! ¡Ojalá supieras con cierto conocimiento! Ciertamente veras el infierno”. El Corán – Capítulo 102 – La abundancia de la riqueza.

 

Cuando leí ese verso me recordé de qué se trataba el libro, cómo titulaba y quién era el autor y con avidez inicie nuevamente la lectura, pero no había llegado a la página 100 y mi mujer lo vio y se adueñó de él hasta que lo terminó de leer, después de eso continúe con la lectura hasta terminarlo.

 

Es un libro que te mantiene un vilo, es una trama de tanto suspenso y de un tema que te obliga a seguir hasta concluir. Un médico está atendiendo el parto de su mujer y llega otro hombre con su esposa que está en la misma situación; el medico atiende primero a su mujer, que al parir muere la criatura y continúa atendiendo a la otra parturienta, que aparentemente ya está muerta, pero nota que el hijo lucha por la vida en el vientre de su madre y por lo tanto lo salva. El padre de ese chico que era judío, le pide al médico, que era musulmán, el favor de enterrar a su mujer y a la hija del médico y le pide que se quede con su hijo, que desde luego es rubio, blanco y de ojos azules. Cuando la mujer del médico despierta se encuentra con un hijo (el hijo de judío) y ese matrimonio lo cría como propio bajo sus creencias musulmanas y mucho cariño.

 

Es un libro en el que el autor usa el tema sexual como una herramienta para mantener atento al lector, pero no con escenas comunes de amor, se nota que siempre existe el consumo de droga, que lo que menos impera es el amor, pero si mucho erotismo y pasión. El personaje principal es el hijo del judío, pero criado bajo las normas del islam e incluso con un parentesco muy próximo a un Príncipe, que le promete que su primer descendiente varón sucederá al príncipe, por lo tanto, busca una mujer que reúna las características para ser su esposa y se casa por obligación con una musulmana fea, se la lleva a Estados Unidos, porque él continuaba estudios y dirigiendo la parte económica de la familia.

 

En su primera mujer tienen dos hijas mujeres y por lo tanto queda esperando el hijo hombre, pero se convence que no llegará porque la mujer queda estéril. Se enamora de una norteamericana y tiene un hijo, ella decide convertirse al islam, aprende hablar árabe y espera casarse, después de que se divorcie, para que su hijo sea el príncipe heredero. Pasado el tiempo el marido pierde interés por ella y mientras tanto se dedica íntegramente al trabajo, pero sin descuidar el mantener relaciones con otras mujeres.

 

Su esposa le reclama que él ya no la mira y él le reprocha eso y le autoriza que con discreción ella también puede hacer lo mismo, pero debe cuidarse de no serle infiel con algún judío. Ella disfruta de esa libertad porque él se lo permite, pero tiene la custodia de los hijos que ya son dos varones. El sigue manejando su emporio empresarial con grandes riquezas, que día a día va acrecentándolas, pero cada vez más distante de su mujer y más apegado a las orgias elegantes.

 

La hija menor del segundo matrimonio, del cual está alejado totalmente por casi veinte años, se hace guerrillera de un grupo de musulmanes aguerridos y los de esa agrupación le piden aprovecharse del padre, para obtener financiamiento para sostener la lucha armada, en busca de la liberación de Palestina, y esto mediante embarque de droga a los Estados Unidos, lo cual es intersectado por colaboradores de su padre y al no poder continuar con esa forma de financiamiento la obligan a la muchacha que secuestro el avión de su padre con la tripulación, más sus hermanos y su madrasta.

 

Uno de los árabes de la organización guerrillera, que era empleado del magnate lo traiciona, pero para protegerse filma a la esposa del magnate en una situación muy comprometedora con un judío y cuando a él lo pillan haciendo cosas en contra de lo organización, el magnate lo cita a una reunión y lo desenmascara y éste en su defensa le muestra la filmación de su esposa siéndole infiel con un judío. El magnate lo hace matar a su colaborador y le muestra la filmación a su mujer, dándole el ultimátum, de que la pueden lapidar, o se puede quedar a vivir en Estados unidos, pero nunca más volverá a ver a sus hijos. Mientras prepara el divorcio la conmina a estar cautiva en su tierra natal con sus hijos y junto al príncipe.

 

Cuando se realiza el viaje, la hija guerrillera anuncia eso a sus compañeros y planean y ejecutan el secuestro del avión con todos sus ocupantes, vuelo que desvían a un campamento guerrillero, próximo a Irán y conminan al magnate a que pague una recompensa y que permita seguir ingresando droga a Estados unidos. En su desesperación y por recomendaciones de un empleado de su confianza y su padre, logran entrar en contacto con un militar judío que puede liberar a su familia secuestrada. Ese militar israelí prepara un asalto a los guerrilleros para liberar a los rehenes, lo cual llevan a cabo con gran éxito y el magnate al final de la novela se entera que él es judío, hijo del militar israelí y que su padre medico árabe, solamente lo crio como musulmán y con el mayor de los cariños.

 

La novela termina con felicidad para todos, el magnate recupera a sus hijos y a su mujer a la que perdona la infidelidad, pero también recupera a su hija menor del primer matrimonio y mantiene su emporio. Al final todos son felices, comiendo perdices. (El libro tiene 372 hojas que, yo les relato en tan solo hoja y media, por lo tanto, vean la forma de leerlo)

 

Miguel Aramayo

SCZ.29-06-2017 Fiesta de San Pedro y San Pablo.

3 Jul

Mirando el reloj

Mientras miraba el reloj, el reloj que me envió de regalo un amigo querido; notaba que las agujas del reloj corrían a mayor velocidad que lo que estoy acostumbrado a ver al observar el paso de las horas, además percibí algo extraño, tan extraño que me restregué los ojos, porque lo que estaba observando no es algo real. Las manecillas no seguían el curso normal que siguen las agujas de todos los relojes, de izquierda a derecha, las manecillas, de este reloj mostraba que estaba retrocediendo. ¡Aunque no me crean! Retrocediendo a toda velocidad.

 

Me quedé tranquilo, tratando de comprender el porqué de ese proceder en el reloj que me había obsequiado mi amigo. Dejé que pase el tiempo y mientras esto sucedía me acerqué a un espejo para arreglarme el pelo y la corbata; ¡qué gran sorpresa!, yo no era el mismo, el espejo me mostraba la figura de un muchacho más flaco, con mayor cantidad de cabellos y un castaño oscuro, no el cabello blanco que me daba la impresión que tenía hace un momento. El tiempo había retrocedido y nuevamente era un muchacho, un muchacho flaco y sonriente.

 

El reloj que me envió mi amigo había logrado que, al retroceder las agujas en su movimiento inverso acelerado, habían hecho que yo también retroceda en el tiempo, no era el mismo, la panza había desaparecido, otra vez era el mismo flaco de hace cincuenta y tantos años atrás. Mis pupilas mostraban el brillo que había sido característico de esos años, mi sonrisa y mi riza eran más cristalinas y a mi mente afloraron esos momentos, cuando con el amigo que me regaló el reloj, el Pollo, Cococho, Jaime, Jimmy y Kiko, transitábamos por la calle Ecuador en la ciudad de La Paz, cuando nos sentábamos a comer salteñas en el boliche que se llama “Tokio” en el Prado o cuando tomábamos té con masita en una confitería de la calle Camacho que se llamaba “Galey”.

 

Mi sorpresa fue mayor cuando me vi rodeado de sirenas, porque además del reloj, mi amigo tuvo la amabilidad de mandarme de obsequio una piedra “pisa-papeles”, que tenía una inscripción en inglés y traduciendo al español dice: “Las sirenas saben divertirse mejor”, pero también podría interpretarse como “Las sirenas se divierten más”. Cualesquiera de las dos interpretaciones se adecuaron perfectamente a lo que en ese momento me sucedió. Porque estaba suspendido en el espacio y como tenía menos peso y estaba más joven, ¡podía flotar!

 

Como no tuve la oportunidad de que me amarren al mástil de la embarcación o cualquier lugar que impida mi movimiento, el canto de las sirenas, en lugar de ahuyentarme me atrajo y recordé lo que dice el libro de Homero en la historia de la Odisea: Vamos, famoso Odiseo, gran honra de los aqueos, ven aquí y haz detener tu nave para que puedas oír nuestra voz. Que nadie ha pasado de largo con su negra nave sin escuchar la dulce voz de nuestras bocas, sino que ha regresado después de gozar con ella y saber más cosas. Pues sabemos todo cuanto los argivos y troyanos trajinaron en la vasta Troya por voluntad de los dioses. Sabemos cuánto sucede sobre la tierra fecunda.

 

Por suerte ese canto bello, el canto de las sirenas, me atrojó, pero no a una trampa mortal, ¡no!, ese canto y las sirenas me hicieron recordar a grandes amigas, como Gloria y Fabiola, Ami, Susy y muchas otras más que en nuestras épocas de juventud, estaban siempre con nosotros cantando y divirtiéndonos en los bailongos que hacíamos en la nunciatura.

 

¡Es increíble…! como cosas materiales que nos llegan con tanto cariño y acompañadas de una tarjeta, pueden hacer que nuestra mente imagine fantasías y asocie algunos objetos con momentos reales sucedidos hace muchos años atrás. 

 

Miguel Aramayo

SCZ.25-06-2017

 

3 Jul

Mirando el reloj

Mientras miraba el reloj, el reloj que me envió de regalo un amigo querido; notaba que las agujas del reloj corrían a mayor velocidad que lo que estoy acostumbrado a ver al observar el paso de las horas, además percibí algo extraño, tan extraño que me restregué los ojos, porque lo que estaba observando no es algo real. Las manecillas no seguían el curso normal que siguen las agujas de todos los relojes, de izquierda a derecha, las manecillas, de este reloj mostraba que estaba retrocediendo. ¡Aunque no me crean! Retrocediendo a toda velocidad.

 

Me quedé tranquilo, tratando de comprender el porqué de ese proceder en el reloj que me había obsequiado mi amigo. Dejé que pase el tiempo y mientras esto sucedía me acerqué a un espejo para arreglarme el pelo y la corbata; ¡qué gran sorpresa!, yo no era el mismo, el espejo me mostraba la figura de un muchacho más flaco, con mayor cantidad de cabellos y un castaño oscuro, no el cabello blanco que me daba la impresión que tenía hace un momento. El tiempo había retrocedido y nuevamente era un muchacho, un muchacho flaco y sonriente.

 

El reloj que me envió mi amigo había logrado que, al retroceder las agujas en su movimiento inverso acelerado, habían hecho que yo también retroceda en el tiempo, no era el mismo, la panza había desaparecido, otra vez era el mismo flaco de hace cincuenta y tantos años atrás. Mis pupilas mostraban el brillo que había sido característico de esos años, mi sonrisa y mi riza eran más cristalinas y a mi mente afloraron esos momentos, cuando con el amigo que me regaló el reloj, el Pollo, Cococho, Jaime, Jimmy y Kiko, transitábamos por la calle Ecuador en la ciudad de La Paz, cuando nos sentábamos a comer salteñas en el boliche que se llama “Tokio” en el Prado o cuando tomábamos té con masita en una confitería de la calle Camacho que se llamaba “Galey”.

 

Mi sorpresa fue mayor cuando me vi rodeado de sirenas, porque además del reloj, mi amigo tuvo la amabilidad de mandarme de obsequio una piedra “pisa-papeles”, que tenía una inscripción en inglés y traduciendo al español dice: “Las sirenas saben divertirse mejor”, pero también podría interpretarse como “Las sirenas se divierten más”. Cualesquiera de las dos interpretaciones se adecuaron perfectamente a lo que en ese momento me sucedió. Porque estaba suspendido en el espacio y como tenía menos peso y estaba más joven, ¡podía flotar!

 

Como no tuve la oportunidad de que me amarren al mástil de la embarcación o cualquier lugar que impida mi movimiento, el canto de las sirenas, en lugar de ahuyentarme me atrajo y recordé lo que dice el libro de Homero en la historia de la Odisea: Vamos, famoso Odiseo, gran honra de los aqueos, ven aquí y haz detener tu nave para que puedas oír nuestra voz. Que nadie ha pasado de largo con su negra nave sin escuchar la dulce voz de nuestras bocas, sino que ha regresado después de gozar con ella y saber más cosas. Pues sabemos todo cuanto los argivos y troyanos trajinaron en la vasta Troya por voluntad de los dioses. Sabemos cuánto sucede sobre la tierra fecunda.

 

Por suerte ese canto bello, el canto de las sirenas, me atrojó, pero no a una trampa mortal, ¡no!, ese canto y las sirenas me hicieron recordar a grandes amigas, como Gloria y Fabiola, Ami, Susy y muchas otras más que en nuestras épocas de juventud, estaban siempre con nosotros cantando y divirtiéndonos en los bailongos que hacíamos en la nunciatura.

 

¡Es increíble…! como cosas materiales que nos llegan con tanto cariño y acompañadas de una tarjeta, pueden hacer que nuestra mente imagine fantasías y asocie algunos objetos con momentos reales sucedidos hace muchos años atrás. 

 

Miguel Aramayo

SCZ.25-06-2017