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Malta.

16 Ene

Malta.

Un amigo para el que realice un trabajo de consultoría, como gentileza me invitó a vacacionar en Malta. Esta isla que viera desfilar a fenicios y griegos, cartagineses y romanos, árabes, normandos y, por supuesto, a los Caballeros de la Orden de Malta (los Hospitalarios) ha servido también de plató de cine para películas como Ágora, Gladiator, Troya o El Conde de Montecristo. Su capital, La Valetta, atesora un espectacular casco antiguo adornado de iglesias barrocas, palacios y cúpulas cercado por las poderosas fortificaciones con las que los Caballeros blindaron su bahía contra los ataques otomanos. Mientras Mdina, la ciudad más antigua de la isla, posee un cogollo peatonal cosido de nobilísimos palacetes e iglesias y horadado de catacumbas.

 

Siempre que se presentan ese tipo de oportunidades de vacacionar coordino con mi amiga que vive y trabaja en Suiza. Esta vez la llamé y le comenté que había esa posibilidad y que esperaba que ella pueda hacer ese viaje, seria por siete días incluyendo el tiempo de viaje de ida y el retorno. Quedamos en hablar nuevamente al día siguiente para ultimar detalles y obtener su aceptación, aprovechando que estábamos en verano.

 

El Aeropuerto International de Malta, es el único aeropuerto de Malta, y se encuentra entre los municipios de Luqa y Gudja. A veces es llamado Aeropuerto de Luqa y en el ámbito internacional, también es conocido como Aeropuerto de la Valetta, ya que se encuentra a escasos 8 kilómetros de la capital maltesa.

 

Nos Alojamos en el Hotel Grand Excélsior, que además de tener piscina al aire libre, tiene piscina cubierta, buenos restaurantes (3) y bares (5), acceso directo al mar y está muy cerca de una parada de ómnibus, además de transporte gratuito a la capital, dos veces al día.

 

Quedamos en juntarnos en la terminal del aeropuerto de Valetta, ella partiendo del Aeropuerto Internacional de Ginebra y yo del Aeropuerto Charles de Gaulle en Paris. Yo me encargué de la compra de pasajes y la organización de los itinerarios, para que los vuelos sean lo más próximos en el tiempo de llegada. De esta manera el primero que llegue no tenga que esperar mucho tiempo. De todas manera, como ya estamos acostumbrados a eso y a lo incierto de los horarios en aviación, siempre estábamos munidos de un buen libro, IPhone y iPad.

 

Yo llegué primero y tenía que esperar más o menos 90 minutos, ninguno de los dos vuelos tenia demora y estaba bajo los términos acordados. Me acomodé próximo a la zona de desembarque y me puse a leer “La furia de Evita”, de Marcos Aguinis. Escuché por alta voz el anuncio  de la llegada del vuelo de Suiza, primero sólo diferencié un poco el nombre del país, porque estaba en el idioma de la isla, pero después repitieron en inglés y quedó confirmado. Diez minutos después estábamos abrazados como si fuera mucho el tiempo que no nos veíamos, pero en realidad no fue mucho, desde mediados de octubre del 2014, cuando estuvimos en Lugano.

 

La intención del viaje era conocer lo más posible de la historia de ese país tan joven, más joven que nosotros, por cuanto se independizo en 1964. Además visitar todos los lugares históricos de la isla, visitaríamos sus costas, para aprecias, puertos, playas, cuevas. No dejaremos de subir a una de las típicas dghajsa, transformadas en taxis acuáticas, para llegar al puerto de Senglea.

 

Nos registramos en el hotel, acomodamos nuestro equipaje en los closets de la habitación, y nos calzamos con zapatos cómodos. La temperatura es agradable, 25 graos centígrados, pero junto al mar y cuando oscurezca un poco más, sentiremos frio, por lo tanto nos llevamos algo más abrigado.

 

Esa primer noche la dedicaríamos a pasear un poco por el centro histórico, cenaríamos con un buen vino y el saldo del tiempo lo dedicaríamos a la conversación y después al amor, que es lo mejor que sabemos hacer.

 

El saldo de la semana nos dedicamos a visitar las “Tres Ciudades”: Cospicua, Senglea y Vittoriosa, unidas a la capital, Valletta y desde las cuales obtenemos una de las mejores vistas de la Valletta tras el Grand Harbour.

 

Visitamos la torre mirador en Senglea. Para llegar a la Tres Ciudades escogimos el autobús, uno de esos deliciosos autobuses amarillos de hace décadas y, por fin pudimos pasear por sus tranquilas calles, reviviendo escenas de antaño, vimos los niños jugando en la calle, escuchamos al panadero pitar con su furgoneta que va repartiendo sus productos por los distintos barrios…

 

Senglea está ubicada en una pequeña península, una lengua de tierra que se adentra en la bahía de La Valletta, también llamada Civitas Invicta, porque se las arregló para resistir la invasión otomana durante el Gran Asedio de 1565. La ciudad lleva el nombre de Gran Maestro Claude De La Sengle.

 

Al final de la misma tenemos una cita especial en los Jardines Safe Haven de Senglea. Son mucho más discretos y sobrios que otros renombrados jardines en La Valletta, y sobre todo los encontramos más tranquilos, pero merece la pena su visita.

 

Estamos a cierta altura, desde el mar a nuestros pies sube una pared fortificada y las vistas sobre el Gran Puerto y la Valletta son excelentes. Los Jardines son un pequeño y tranquilo lugar al que acuden visitantes y también los lugareños.

 

Destaca su torre de vigía con varios símbolos de los Caballeros esculpidos, que representan la vigilancia, y que recordaban a los centinelas que no debían bajar la guardia: el ojo que siempre debía estar abierto, la oreja que siempre debía estar atenta.

 

Este punto es conocido como “Vedette”, un término de origen inglés que proviene del latín “videre”, ‘ver’, ‘vigilar’ y que podemos traducir literalmente como “centinela”: esa era la “garita” de los vigías en un punto privilegiado.

 

También es conocida localmente esta curiosa torre como “il-Gardjola”. Fue construida por los Caballeros de San Juan y forma parte de las fortificaciones del Gran Puerto. Durante la Segunda Guerra Mundial el ojo de “la vedette” no habría ido en busca de piratas o infieles sino en busca de bombarderos nazis e italianos que azotaron la isla.

 

Mirar, escuchar, callar es lo que hacemos desde este punto asomándonos a una ciudad histórica y deleitándonos con el trasiego del Grand Harbour en contraste a la tranquilidad que envuelve el jardín.

 

En definitiva, en vuestro paseo por las Tres Ciudades de Malta no dejéis de asomaros a este mirador privilegiado con su torre de vigía que recuerda a los centinelas la vital importancia de tener agudizados sus sentidos.

 

Comimos muy bien, descansamos y realmente nos culturizamos visitando museos, catacumbas, ruinas y circunvalando por agua toda la isla y sus recovecos. En algunos momentos hablamos mucho de lo que disfrutábamos, pero por espacios largos nos quedamos en silencio, disfrutando la briza del mar, el arrullo de las olas y el canto de las gaviotas, vimos una ciudad con vida y con gran historia y pese a ser una de las ciudades más súper pobladas del planeta, 1,600 personas por kilómetro cuadrado, no nos sentimos aprisionados como hubiéramos estado en NY o Paris.

 

Estoy feliz de haber estado en Malta y cuando se presente una oportunidad les enviaré algunas fotos de los lugares que visitamos. Nunca nos tomamos fotos nosotros, porque consideramos que así es mejor.

 

 

Miguel Aramayo

SCZ. 16-01-2015