info@miguelaramayo.com

Es mucha la edad.

30 Sep

Es mucha la edad.

Este cuento, con relación a la edad, muestra una diferencia de un poquito más de medio siglo, cincuenta y tres años. Un pibe que cumplía 18 años y por primera vez pasaría un cumpleaños lejos de su lugar, legos de su familia, lejos de sus amigos de colegio y de barrio. Un muchacho lleno de ilusiones y buenos deseos, alguien que miraba al mundo con una visión de optimismo total y absoluto, que tenía la plena seguridad que todos los sueños se pueden cumplir, porque soñar depende de uno mismo y no de los demás.

 

Ese pibe, se convirtió en la persona que es ahora después de cincuenta y tres años, pero según él mismo; que tuve la oportunidad de conocerlo y conversar con él, como lo hice con el pibe, cuando tenía dieciocho años. Me comentó que cuando le tocó cumplir los años que ahora tiene se dio cuenta que pese a ya no estar en su lugar de origen, está muy cerca de su familia, muy cerca de sus amigos y continúa lleno de ilusiones, buenos deseo, y sigue mirando al mundo con el mismo optimismo, total y absoluto, que sigue teniendo la seguridad de que todos los sueños se cumplen, porque ya en su mayoría los pudo cumplir, porque sabe que puede seguir soñando, por más que el tiempo se va limitando, pero sigue adelante con la misma seguridad.

 

El día que cumplió los Dieciocho, se bajó en la estación de Martínez del tren que lo traía de la Estación del puede Saavedra y antes de subir al colectivo que lo llevaba a la fábrica de BGH, compró una caja de chocolates, con suficiente contenido, como para invitar a sus compañeros de trabajo, quienes cuando preguntaban ¿por qué la invitación?, al enterarse que era por su cumpleaños le daban un tironcito de oreja, que era una forma de felicitar. Era una forma de llamar la atención, que le surtió efecto, porque algunos amigos lo invitaron a comer un asado al retornar del trabajo a Martinez.

 

En este cumpleaños, el actual, después de medio siglo, ya no necesitó llamar la atención para que lo feliciten, todos se acordaron de él y lo felicitaron, lo agasajaron y lo llenaron de regalos, los que no lo hicieron en forma personal lo hicieron por teléfono o por redes sociales, aprovechando de la ventaja que después de medio siglo ofrecen las comunicaciones, cosa que antes no existía y el correo tardaba un mes entre ir y volver, siempre que se utilice el sistema de “correo aéreo”, en sobre delgadito y con la bandera del país impresa al rededor del sobre.

 

Los cambios que ha sufrido el mundo en ese medio siglo, son substanciales y no sólo en lo que corresponde a tecnología, han cambiado las comunicaciones, la computación ha revolucionado el mundo y no sólo en la parte empresarial, en todo el quehacer humano, la Internet, las redes sociales, los celulares y todos esos aditamentos, que cada vez están al alcance de todos, porque su operación es más intuitiva y su costo está al alcance de todos, lo que puede variar son las marcas, para fijar su costo.

 

El cambio más substancial se ha dado en la forma de ser de la gente, hay menos humildad, hay más arrogancia, el respeto y las normas de urbanidad se ha perdido casi por completo, el sexo y la indecencia se campean por todo lado, incluso adentro de los hogares y hasta me atrevo a decir en las iglesias. Ese cambio en la humanidad está haciendo que vayamos por un mal camino, como dirigiéndonos a Sodoma y Gomorra.

 

Lo que si me gustó ver, es que el pibe del mi cuento, que ahora es el adulto mayor, sigue igual como persona, aunque cambio substancialmente de aspecto físico de 57 kilos a 90 kilos, de pelo negro a pelo blanco, con algunas arrugas, pero la misma sonrisa.

 

 

Miguel Aramayo

SCZ. 30-09-2015