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Monthly Archives:septiembre 2017

2 Sep

Las mil y una noches

Es uno de los primeros libros que he leído, cuando tenía más o menos unos nueve o diez años y seguramente he tardado más de un año en terminar de leer, pero lo hice con satisfacción porque cuando cerraba el libro, queda con la ilusión de volverlo a abrirlo para continuar con la historia, mejor dicho, con las mil un cuentos, algunos mejores que otros, pero todos con suspenso y emoción.

 

Cuando mis hijos eran chicos volví a leer casi la totalidad del libro, porque era una forma de compartir con ellos y poder distraerlos. Después nacieron mis nietos y a ellos también les dediqué algunas lecturas, del mismo libro que utilicé para leer a mis hijos. Todavía conservo ese libro y hace unos días atrás lo volví a abrir y quedé subyugado con la lectura de varias páginas, las mismas que busqué en el índice para ver si me acordaba de alguno de los títulos.

 

Son tan reales sus relatos que uno vuelve a imaginar el aspecto del sultán, el visir, los berdiches, los califas, soñar con Sherezade relatando lo que la ayuda a mantenerse viva y a su esposo distraído y ansioso por saber cuál es el próximo relato. Ver esa cantidad de tesoros que manejan algunos de los personajes de algunos de los cuentos, pero al mismo tiempo el dolor y el sufrimiento de algunos embrujados y castigados por avaros, por codiciosos o en algunos casos por derrochadores.

 

Imaginar cómo era el aren de alguno de los cuentos o las vírgenes que les proveían a algunos de los poderosos que podían derrochar sus riquezas. También son muy interesantes los viajes, especialmente los que relatan de Simbad el marino, o las hazañas de Aladino y la lámpara maravillosa, o de Alí Babá y los cuarenta ladrones. De la cueva que se abría repitiendo: “Ábrete Sésamo”. Los magos, los genios y los espíritus fantásticos, historias que entusiasman y hacen que uno se mantenga atento de principio al fin.

 

Esas lecturas hacen que me mantenga joven de espíritu y alimentan mi imaginación para poder escribir fantasías de mi cosecha, algunas veces para satisfacer a mis amigos, pero la mayoría de las veces para satisfacerme yo mismo, una forma de borrar la realidad y divagar en el espacio sideral, sin trabas ni obstáculos, con la vista puesta en la fantasía de viajes en alfombras o el encuentro con genios que se me presentan en botellas. Incluso una vez tuve la oportunidad de estar con la lámpara maravillosa en mis manos, la misma que extraje del rio Nilo. También ayude al genio de la lámpara, para que retorne a Basora. Varias veces viajé en alfombra, incluso aterricé en el hotel bur Alfhararaf. Una vez estuve en la casa de un hijo del hermano de Alí Babá, el que si no me equivoco se llamaba Kassim, el que una vez se perdió y preocupó mucho a su hermano, que después lo encontró despedazado en la cueva.

 

Eso que escribo son cuentos que me los relato yo mismo y que me producen el mismo efecto de las historias fantasiosas que encuentro en el libro de las mil y una noches. Cuyo título tiene un doble significado, por cuanto no sólo se refiere a la cantidad de noches que Sherezade se quedó haciendo esos relatos, hasta que le perdonaron la vida, sino que también es el número mágico que utilizan los árabes matemáticos, para indicar infinito.

 

Miguel Aramayo

SCZ. 01-09-2017

 

2 Sep

Las mil y una noches

Es uno de los primeros libros que he leído, cuando tenía más o menos unos nueve o diez años y seguramente he tardado más de un año en terminar de leer, pero lo hice con satisfacción porque cuando cerraba el libro, queda con la ilusión de volverlo a abrirlo para continuar con la historia, mejor dicho, con las mil un cuentos, algunos mejores que otros, pero todos con suspenso y emoción.

 

Cuando mis hijos eran chicos volví a leer casi la totalidad del libro, porque era una forma de compartir con ellos y poder distraerlos. Después nacieron mis nietos y a ellos también les dediqué algunas lecturas, del mismo libro que utilicé para leer a mis hijos. Todavía conservo ese libro y hace unos días atrás lo volví a abrir y quedé subyugado con la lectura de varias páginas, las mismas que busqué en el índice para ver si me acordaba de alguno de los títulos.

 

Son tan reales sus relatos que uno vuelve a imaginar el aspecto del sultán, el visir, los berdiches, los califas, soñar con Sherezade relatando lo que la ayuda a mantenerse viva y a su esposo distraído y ansioso por saber cuál es el próximo relato. Ver esa cantidad de tesoros que manejan algunos de los personajes de algunos de los cuentos, pero al mismo tiempo el dolor y el sufrimiento de algunos embrujados y castigados por avaros, por codiciosos o en algunos casos por derrochadores.

 

Imaginar cómo era el aren de alguno de los cuentos o las vírgenes que les proveían a algunos de los poderosos que podían derrochar sus riquezas. También son muy interesantes los viajes, especialmente los que relatan de Simbad el marino, o las hazañas de Aladino y la lámpara maravillosa, o de Alí Babá y los cuarenta ladrones. De la cueva que se abría repitiendo: “Ábrete Sésamo”. Los magos, los genios y los espíritus fantásticos, historias que entusiasman y hacen que uno se mantenga atento de principio al fin.

 

Esas lecturas hacen que me mantenga joven de espíritu y alimentan mi imaginación para poder escribir fantasías de mi cosecha, algunas veces para satisfacer a mis amigos, pero la mayoría de las veces para satisfacerme yo mismo, una forma de borrar la realidad y divagar en el espacio sideral, sin trabas ni obstáculos, con la vista puesta en la fantasía de viajes en alfombras o el encuentro con genios que se me presentan en botellas. Incluso una vez tuve la oportunidad de estar con la lámpara maravillosa en mis manos, la misma que extraje del rio Nilo. También ayude al genio de la lámpara, para que retorne a Basora. Varias veces viajé en alfombra, incluso aterricé en el hotel bur Alfhararaf. Una vez estuve en la casa de un hijo del hermano de Alí Babá, el que si no me equivoco se llamaba Kassim, el que una vez se perdió y preocupó mucho a su hermano, que después lo encontró despedazado en la cueva.

 

Eso que escribo son cuentos que me los relato yo mismo y que me producen el mismo efecto de las historias fantasiosas que encuentro en el libro de las mil y una noches. Cuyo título tiene un doble significado, por cuanto no sólo se refiere a la cantidad de noches que Sherezade se quedó haciendo esos relatos, hasta que le perdonaron la vida, sino que también es el número mágico que utilizan los árabes matemáticos, para indicar infinito.

 

Miguel Aramayo

SCZ. 01-09-2017