Quise ser un pájaro
Estaba pensando y mientras hacia esto, que era lo mismo que no hacer nada, fije la vista en un árbol y ví como los pájaros se posaban y nuevamente volaban, en ese momento se me ocurrió que podría utilizar una de las técnicas que me enseño mi amigo el Ser Chiquito y para no fallar primero me convertí en un canario.
Estaba en una jaula en compañía de muchos otros canarios, todos los machos cantaban y gorjeaban, algunas veces solos, otras en grupos, y algunas veces todos al unísono, como yo además de ser canario en ese momento conservaba mis facultades de pensar, me puse a analizar el porque del canto tan alegre de estos pájaros y no encontré razón, porque vivir preso es aterrador, llegué a la conclusión que ellos cantan porque el canto les da felicidad y apaga, o por lo menos disminuye sus sufrimientos.
No fue mucho el tiempo que estuve convertido en canario y tras la primer oportunidad salí de la jaula, y aprovechando que pasaba una bandada de loros me fui con ellos, pero desde el primer aletazo, pese a que me sentía libre, no encontré gracia a este grupo de pájaros, que gritaban todos en grupo, con un graznido horroroso y con un volar tan torpe que me parecía que en cualquier momento me estrellaba con uno de ellos e iba a parar al suelo, por suerte llegamos a un gran árbol donde armaron tal alboroto, que decidí separarme de ellos haciéndome el quedado y preferí cambiar a otro tipo de ave.
Me quedé un momento pensando en mi cuerpo de loro y observando a otros pájaros, que volaban a mi alrededor, los ví a los tiluchis, que también eran muy bulliciosos en su canto y que preferían estar más tiempo en tierra y que se sentían felices cuando encontraban barro, también ví a los tordos, con un melódico canto, muy agradable y acompasado en su trinar y piar, ví a los hijos del sol con su pecho de color rojo y vi a los sayubuces de color azul y las mataduras con el pecho amarillo, a los chichuriros con su diminuto tamaño, a los suchas con su volar señorial.
Después de un largo observar, me fije en un pajarito no muy atractivo cuando está en el suelo, que es por muy poco tiempo, tampoco es muy simpático posado en las ramas, porque muestra un aspecto nervioso y levanta vuelo en forma inmediata, pero una vez que está en el aire, ¡que gracia!, ¡que donaire!, ¡que flexibilidad!, ¡que agilidad!, ¡que coraje!, realmente el mejor vuelo que pude observar.
Sin perder tiempo, decidí enrolarme en la primer bandada de golondrinas, ¡que belleza!, que vuelo armonioso y sincronizado y sin necesidad de que nadie de ordenes todas obedecen, pero al mismo tiempo tienen la libertad de emprender vuelos de reconocimiento en solitario, eso hice en varias oportunidades y sobrevolé por los campos, por la ciudad, ví las plazas, ví la catedral, ví los parques, hice vuelos rasantes por diferentes lugares
Realmente que lindo que es ser pájaro y que emocionante ser golondrina, ahora entiendo porque Gustavo Adolfo Becker les dedicó un verso y muchos otros poetas las nombras en sus obras, pero pese a todas esas emociones prefiero ser hombre, la vida creo que es más segura. Esta experiencia se la contaré a mi amigo el Ser Chiquito y no le dará envidia porque una vez hicimos algo similar, pero en una nave ideada por él, que hacia no solo lo que hacen las golondrinas sino también lo que hacen los colibríes, los cóndores y creo que hasta las águilas.
Miguel Aramayo
SCZ 19-12-2005