Poemas de Ana Belén
Por el monte oscuro que huele a caballo.
Tengo canciones redondas, redondas y doradas.
Pregunto, ¿por quién pregunto?, si estoy solo.
Soledad de mis pesares, caballo que se desboca.
No me recuerdes el mar en las tierras de aceituna.
Recuérdame mi recuerdo, recuerdo que estoy solo.
Que pena tan lastimosa, agria de espera, de soledad.
Estoy poniéndome azabache con muslos de amapola
Vengo a buscar lo que busco, caballo que se desboca
La nueva luz te adorna en madrugadas remotas
Amor que está herido, herido de amor unido
Herido de amor muerto, muerto de amor herido.
Ruiseñor muerto de amor, herido de amor muerto.
Un bosque de palomas disecadas llama al amor.
Un fragmento de la mañana dice amor, amor.
Al estanque se le ha muerto una niña de agua.
Un pez la cruza llamando, el viento le dice niña
La luna mira la fragua, el niño mira la luna.
Mira el niño la luna y ella lo está mirando.
Niño no me mires tanto ni pises mi blanco.
Bueyes y rosas dormían, cabelleras amarillas.
Perseguidos por mil perros que no los conocen
El mar de los juramentos resonaba no se donde.
Cuando yo me muera que se enteren los señores
Y que anuncien mi muerte con telegramas azules
Cómo me cuesta quererte, quererte como te quiero.
Por tu amor me duele el aire y se me parte el pecho
No te conoce el toro, ni la higuera, ni el caballo.
No te conocen, porque has muerto para siempre.
No te conoce tu recuerdo mudo de muerte.
Porque te has muerto, muerto para siempre.
Una misa triste por los olivos, porque has muerto.
Has muerto para siempre, como todos los muertos.
Tan claro, tan dulce de aventura y recuerdo.
La brisa triste de olvidos por lo que te moriste.
Pero nadie querrá mirar tus ojos.
Porque te has muerto para siempre.
Miguel Aramayo
SCZ. 14-06-2008