El tiempo pasa
Me puse a revisar una novelita que estoy escribiendo hace más de dos años. Pareciera que paso mui poco tiempo desde que comencé, pero tiene ese tiempo de preparación, porque aprendí que debo hacer las cosas con paciencia, que no es cuestión de escribir a lo loco. Hacerlo a toda velocidad, con mi carácter es posible, pero no es lo aconsejable. Se debe escribir con paciencia y sobre todo se debe releer muchas veces y ahora debe ser la vigésima vez que leo y aunque no me crean desde diciembre que la anterior vez que leí, hasta ahora, encontré varios errores que corregí.
El tema me lo conozco de memoria, porque es la historia de mi familia partiendo de hace 160 años contando desde mi tatarabuelo, a quien conocí gracias a su hija, mi bisabuela Eloisa Alviña de Muñoz. Es una novelita que con toda seguridad les gustará a todos mis parientes, especialmente a mis primos hermanos del tronco de los Aramayo, porque lamentablemente en la mayoría de los capítulos ese es el sesgo que tiene mi relato.
Una de las cosas que estuve observando y me gustaron, fue la forma de expresarme en la primera parte de la novela, en la cual los diálogos están escritos utilizando un lenguaje coloquial, que se asemeja mucho a la forma de conversar que tenía la gente de esa época, eso porque algo de ello puedo recopilar de mi mente y las conversaciones entre mis parientes de esa época, mis bisabuelas, mis abuelos y todo el entorno familiar que se expresaban de esa manera, con marcado respeto, que ahora suena como fingido y anticuado, pero que esos mis parientes lo usaban como algo muy común.
Esto que les cuento, quizá no parezca algo relevante, pero para mí fue importante, porque era una forma de ambientar mis relatos a situaciones de esa época, de manera que al avanzar en la novela irán notando como el lenguaje y algunos hechos se van modernizando.
Con lo poquito que he leído de la novelita, que estoy escribiendo, me sentí feliz y creo que tendré una buena aceptación.
Miguel Aramayo
SCZ.12-03-2018