El humo
Recuerdo cuando fumaba pipa, siempre tenía una latita de tabaco en la oficina y una latita de tabaco en la casa, la pipa siempre la llevaba al bolsillo, pero como hombre precavido tenía una de repuesto en la casa y otra de repuesto en la oficina. Las cuidaba mucho y siempre las tenía bien limpias, cuando no estaban en uso. La cazoleta se mantenía impecable si estaba desocupada. Cuidaba que el hornillo no se dañe con el calor de la braza, después de fumar limpiaba el caño y frecuentemente cambiaba de filtro, que debía estar bien ajustado para que el unir la cazoleta con la boquilla quede bien cerrado hasta el anillo y no se note la mecha. Cuando fumaba y cuando la mantenía apagada en la boca, cuidaba de no dañar el pisadientes.
Ahora que ha pasado tanto tiempo, desde esas épocas en que disfrutaba fumando, porque el fumar en pipa es algo muy placentero, el tabaco tiene mejor sabor y la fragancia que tiene un buen tabaco, también es un deleite muy particular, además cuando uno quiere pensar y concentrarse, las volutas del humo que se suspenden desde la cazoleta hasta el cielo, permiten que tu mente las siga y es tu espíritu el que se monta en las espirales de humo y te permite razonar, concentrarte, pensar, soñar; incluso elaborar proyectos que puedes llevarlos a la realidad o quedar en simples ensoñaciones.
Ya no fumo, pero añoro el volver hacerlo, algunas veces sueño sintiendo la fragancia del tabaco y el peso de la pipa entre mis muelas o premolares; me despierto sobresaltado y salivando, porque mis papilas captan el sabor del tabaco, o el picante que alguna vez escurre por la canilla de la boquilla, lo cual significa que se debe hacer una limpieza.
Comencé a fumar en pipa, no porque disponía de dinero para comprarla y mantenerla de buen tabaco, al contario comencé a fumar pipa cuando ya estaba próximo a fin de mes y no tenía dinero para comprar cigarrillos y como las colillas de los cigarrillos no quedaban en el cenicero o la basura, ¡no! Los puchos sin la parte quemada ni el papel iban a parar a una cajita de bizcochitos “Canale” y antes de que se acabe la plata ponía en la caja de puchos una manzana partida en cuatro, con lo cual la manzana absorbía el olor a pucho y transmitía al tabaco una fragancia a manzana. De esa manera se podía reemplazar la falta de dinero para adquirir cigarrillos y los que olían el tabaco que fumaba creían que era tabaco fino (Mac Baren – Barkun Riff – Theodorus Niemeyer y otros más que no recuerdo ahora) y tan sólo era una mezcla de puchos.
Cuando mis hijos eran chicos, ya me di el gusto de fumar buenos tabacos, que los compraba de la tienda de la Sra. Bachi Bass. Algunas veces de una sola marca y otras de mezcla de dos o tres marcas para conseguir un mejor sabor, pero sobre todo un mejor aroma. Prefería fumar cuando estaba solo, trabajando, estudiando o simplemente soñando, porque lo que más me satisfacía era estirar las piernas, relajar el cuerpo y ver la ascensión del humo.
Si alguna vez me diagnostican una enfermedad incurable (cáncer, por ejemplo), lo primero que haría es comprar una pipa y buen tabaco, porque eso junto a una buena lectura satisfaría mis anhelos de soñar y aproximarme al cielo.
Miguel Aramayo
SCZ.14-03-2018