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Gente, mucha gente

9 Abr

Gente, mucha gente

 

Me levanté muy temprano y me fui a la playa, el sol estaba emergiendo en el horizonte, lo que mostraba que estaba viendo hacia el oriente. Me senté en la arena, que todavía almacenaba el fresco de la noche anterior, dejé que mi mente divague y que mis ojos se fijen en el ir y venir de las olas. Mientras tanto mi mente se fue enfocando en la realidad que me toca vivir, que no es nada fácil, que es un camino lleno de abrojos, pero también lleno de bellos momentos, como el que estoy viviendo.

Mientras estoy suspendido en mis pensamientos, recordé que hoy me quedé mirando gente; viejos, jóvenes, hombres, mujeres, gente en general, gente que como yo, transita por este mundo procurando cumplir con las leyes de Dios y obligados a cumplir con las leyes que imponen los hombres, para su propio beneficio, según dicen las malas lenguas, refiriéndose a las autoridades.


Toda la gente que observaba, caminaba, a su propio ritmo, algunos muy de prisa, otros mostrando algo de preocupación, otros absortos en los problemas que corresponden a su mundo, a su privacidad. También observé gente mayor caminando en pareja, en la mayoría de los casos agarrados de las manos, con los dedos entrelazados, exteriorizando el cariño que se tienen.


Quedé observando gente del mismo género, con expresiones de cariño mutuo, expresiones que me producen repulsión, pero que es gente que por respeto y disposiciones legales no pueden ser discriminadas, ni rechazadas y por lo tanto dejo de fijarme en ellos, son dueños de su vida y, como dice el refrán, “cada uno es artífice de su propio destino”.


Dediqué mucho más tiempo en observar a las mujeres, especialmente a las que están entre las 25 y 60 años de edad. Me dio la impresión de que ellas en su mayoría disponen de más dinamismo que los hombres. Caminan más rápido y pendientes de todo lo que sucede a su alrededor y sobre todo no pierden ni una vidriera. La mayoría bien maquillada y con zapatos incómodos para el ritmo de andar de ellas, además siempre cargando algo por lo menos en una mano.


Toda esa mi observación para concluir que cada persona es un mundo y que cada una pertenece a un firmamento, cada una con sus propios problemas, sufrimientos y alegrías. No interesan las estaturas, ni los colores de piel, ni las grosuras de caderas, largo y tonalidad de cabello o forma de nariz; todas las gentes, interiormente, está hechos “a imagen y semejanza del Creador, el Altísimo; Omnipresente, omnipotente”.


Que todos después de esta vida debemos presentarnos a rendir cuentas, por lo menos eso es lo que expresan las tres creencias (religiones) monoteístas y conforme a lo que hubiéramos hecho, seremos premiados o castigados eternamente. Pero algunos nos olvidamos de eso y vivimos, buscándonos problemas.

Miguel Aramayo

Río de Janeiro 29-03-2018. Jueves Santo.