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El bosque

31 Jul

El bosque

Estaba en el bosque, con muy poquita ropa, mejor dicho, sin nada, un taparrabos cubría mi rembó y demás intimidades. De mi hombro colgaba un morral y atado a la correa del morral un tari con miel silvestre, un odre con agua. En el morral tenia carne y frutas secas, principalmente manduvi y un cuchillo muy filo, tan filo que con él me podía afeitar. Una cerbatana amarrada al cuello con un guembé y colgando en mi espalda un arco con flechas dentro de una aljaba o carcaj. Eso era todo lo que poseía como pertenencias materiales, en el cerebro muchos planes y en el corazón un montón de ilusiones. Lo más valioso, que me hacía muy poderoso, era que en ese momento contaba con una edad entre 17 y 18 años y la seguridad que en mi corazón y mi cerebro almacenaba ilusiones y planes.

 

Era un individuo que me sentía protegido de Tumpa y con la seguridad que con esa mi indumentaria podría recorrer la selva de punta a punta, no le tenía miedo ni a la oscuridad, ni a los animales salvajes, ni siquiera al yaguareté que es tan temido por todos. Sabía que Tumpa estaba conmigo de día y de noche; algunas noches me acompañaba Jasy, a veces con su cara llena, otras creciendo y otras decreciendo, pero siempre observándome con un cariño inmenso. El transitar por la selva no era tarea fácil, pero me había puesto una meta, meta que iba ampliando y renovando, constantemente en cada día que transcurría.

 

No me canso de decir aguyje a Tumpa, por ser tan bueno conmigo y brindarme tanto en esta vida, vida que es porá y no de otra manera, en un lugar que puede llamarse Yvy Marae´y, como el que tuvieron Adán y Eva cuando fueron creados y antes de que se coman el fruto del árbol del bien y del mal, el árbol de la sabiduría. Y si me enfermaba o me producía una herida y necesitara de ayuda, me curaría una curusuya, que estaba pendiente de mí.

 

Con esa edad y sin la protección de mi ru y de mi sy y sin siquiera tener un taitaru, no quedaba más remedio que yo sepa cuidarme del yaguareté, que podría estar rondándome para devorarme en cualquier momento. Era preciso que aprenda a cazar, a dormir en las ramas de los árboles para protegerme de alimañas y mi piel tenía que curtirse para espantar a los mosquitos. Todo eso lo fui aprendiendo en el transcurrir del tiempo y me fui fortaleciendo sin que en ningún momento me sienta un tuvichatéva, pero tampoco sentirme un jaguane.

 

Orembae depende de cada uno, por más que le recemos a Caá Yarí, porque ya somos mayores y no seriamos admitidos a una cotiguaza, por más que aleguemos que se murieron nuestros padres y en el caminar por la selva no debemos permitir que nadie y en ningún momento nos llamen de “aña memby”, porque lo que es de Tupamba´e, es sólo de Él.

 

Este mi sueño me dejó perplejo, porque se parece en mucho a la realidad, pero en este caso soy un indio guaraní en la época de las misiones. Seguramente porque estoy influenciado por una novelita de Florencia Bonelli, que titula “Jasy” y que es el primer libro de una trilogía que se denomina: “Trilogía del amor” y que se las comentaré cuando termine de leerá, me faltan 150 páginas de las 600 que tienen en total “Jasy”.

 

Miguel Aramayo

SCZ.24-04-2018

 

Traducción de los términos en guaraní: Ru padre – Sy madre – Taitaru abuelo – Rembó aparato masculino – Cotiguaza casa para viudas y huérfanos – Yaguareté tigre – Tuvichaitéva héroe – Jaguane perro hediondo – Mburukuja Flor de pasionaria Aña memby hijo del diablo Caá Yarí diosa de los yerbatales Orembae lo nuestro Tupamba´e lo que es de Dios Yvy Marae´y Tierra sin mal (paraíso) – Curusuya enfermera – Porá lida – Manduvi maní. Jasy luna