El sufrimiento
Creo que no existe una forma o un padrón para poder medir o estimar el grado de sufrimiento. El sufrimiento es algo muy personal y prácticamente imposible de cuantificar y poder comparar, para encontrar similitud. Porque para algunas personas un hecho puede ser devastador, pero para otras el mismo hecho incluso puede pasar desapercibido.
Conozco de un acontecimiento histórico que me conmovió y me resultó como una muestra de que el dolor, la tristeza, pueden ser inconmensurables. Leí “Historias de Juan Cortez” en las mismas relata, que el perro de Wolfgang Amadeus Mozart, una vez que murió su amo, él perro se quedó junto a su tumba, que fue una fosa común, porque ese gran músico murió como indigente. La esposa de Mozart, Constanze, enterada de su muerte retorna de París a Viena y trata de buscarlo en el cementerio, pero como era una tumba anónima, la encuentra gracias a que su perro, el mismo que murió junto a la tamba de su amo. Hoy en su mausoleo están los restos de ambos, el amo y su mascota, su mejor y único amigo hasta el final de sus días.
Del gueto de Varsovia conozco muchas historias tristes, lo mismo que del holocausto en general en diferentes países, como Francia, Italia, Austria y muchos otros, similares a la historia del “Niño de pijama a rayas” o “La lista de Schindler”. Incluso tengo historias que me relataron de viva voz, una señora que estando en el campo de concentración de Auschwitz, cuando escuchaban los tiros de los aliados que se aproximaban, vio a su hermano camino a las cámaras de gas y después de eso nunca más lo volvió a ver, hasta que después de 30 años lo vio en un programa de televisión, junto a otros judíos en New York.
Cuando era niño y los indios del Altiplano de La Paz tenían un trato inhumano (pongos – mitanis) observaba a esa gente y la forma como eran tratados, por los que eran sus amos, o mejor dicho sus dueños, me fijaba donde dormían, en el caso del pongo, éste era de una categoría inferior al perro, tanto por el lugar donde dormía, como por la alimentación que recibía, la mitani tenía un trato mejor, pero tampoco era considerada como algo que tuviera alma. Esto que expreso es una apreciación personal en base a mis observaciones de niño (intruso), pero que se puede leer en “Raza de Bronce” de Alcides Arguedas. He visto el sufrimiento de esa gente, la misma que por sus características físicas son impertérritos, no muestran sus sentimientos, ni de alegría, ni de dolor.
Ahora me toca ver el sufrimiento de los venezolanos y los nicaragüenses, ambos sufren porque les están matando a sus hermanos y les están quitando el pan de la boca, les están destruyendo su patria, la tierra donde nacieron y los están obligando a separarse de sus seres queridos, alejarse de sus lugares que albergan tantos recuerdos, separarse de su música, de su cielo, de sus aromas a flores y comidas, alejarse de sus amores.
Tengo amigos que después de mucho pensar no les quedó más remedio que abandonar su terruño y buscar el sustento en otros lugares, dejando a sus padres a sus demás parientes, para comenzar a vivir en tierras extrañas, con la esperanza de poder juntarse con los sueños en cercano momento, que por ahora es incierto.
Revisando el sufrimiento de los exiliados y los desterrados o los obligatorios emigrantes, leí unos versos de Pablo Neruda, que los transcribo a continuación, con mucho dolor:
El destierro es redondo: / un círculo, un anillo: / le dan vuelta tus pies, cruzas la tierra, / no es tu tierra, / te despierta la luz, y no es tu luz, / la noche llega: faltan tus estrellas, / hallas hermanos: pero no es tu sangre. / eres como un fantasma avergonzado / de no amar más que a los que tanto te aman, / y aún es tan extraño que te falten / las hostiles espinas de tu patria, / el ronco desamparo de tu pueblo, / los asuntos amargos que te esperan / y que te ladrarán desde la puerta.
Miguel Aramayo
SCZ.30-07-2018