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A mi madre

18 Sep

A mi madre

Puede parecer extraño y muchos dirán ¡que ridículo…! Pero hace un momento, mientras abotonaba los botones de la chompa que tejió mi madre, hace muchos años atrás, sentí el calor de sus manos y hasta el aroma de su aliento muy cerca de mi mejilla, como que ella se aproximaba a mi rostro para estamparme un beso.

 

El calor de la lana con la que esta tejida esa chompa, no es únicamente la que brindaría cualquier lana de oveja, ¡no…!, es el calor de las manos que hicieron posible que esa bellota de lana se convirtiera en la prenda que ahora abriga mi cuerpo, pero no con una simple temperatura que brinda la calefacción de la lana, al contrario, con un calor que es cariño, con un calor que es amor.

 

Siempre que me cubro con las prendas que ella, mi madre, tejió con tanta abnegación, con tanto cariño, con tanto amor, me siento no solamente abrigado, me siento acariciado y a mi mente aflora inmediatamente su recuerdo y me veo chiquito, mimado y protegido por el inmenso amor que me brindó desde el momento en que me concibió hasta ahora que ya no está conmigo, pero que todavía siento que desde donde esté, me mira, me acaricia y me protege.

 

Son muchos los momentos que la siento junto a mí y sus palabras en mi mente, me sirven de consuelo en los momentos difíciles y ese eco que reverbera en mi cerebro es el que me sirve para seguir adelante, siguiendo su ejemplo o procurando comportarme como a ella le hubiera gustado que lo hiciera. Esa sensación es la que me da ánimos y me impulsa a ser bueno, aunque no siempre me sale bien esa intención.

 

Siento, que pese a no estar conmigo, porque ahora habita en la eternidad, ella se escabulle de su nueva residencia, para en algunos momentos estar conmigo, como ahora, en que sentí su calor y su aliento, mientras ponía los botones en los ojales de la chompa que ella tejió para mí, con el cariño, con el amor que siempre me prodigó.

 

Miguel Aramayo

SCZ.25-08-2018