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El libro de su vida

18 Sep

El libro de su vida

Un hombre extremadamente prolijo se dedicó a ordenar su desván, poseía tantos trastos viejos, que debía eliminar algunos, por inservibles, ¡no por viejos…!, porque algunas cosas viejas se pueden convertir en grandes recuerdos. En todo ese desorden de cosas que se fueron acumulando en el transcurso del tiempo encontró una antigua biblioteca que almacenaba libros no sólo de su propiedad, sino de parientes que ya estaban en la eternidad, e incluso de parientes que él no tuvo la suerte de conocer.

 

Como era muy aficionado a la lectura y le gustaba ver y repasar libros antiguos y de actualidad, se puso manos a la obra, buscó una silla y la acercó a ese anaquel rudimentario que estaba adosado a la pared del fondo, simulando ser una biblioteca. Eligio comenzar por los libros que estaban más arriba y que daban la impresión de ser los más viejos, o por lo menos los más leídos o simplemente abandonados a su suerte. Observaba su estado, leía el título y el nombre del autor, el contenido de la contratapa y de las pestañas de inicio y final del libro, si encontraba que era de su interés profundizaba leyendo unas dos o tres hojas, en algunos casos sólo repasaba unos cuantos renglones y lo ponía en el espacio que destinó a los desechables, para después donarlos a la biblioteca municipal y los interesantes conservarlos en el mismo anaquel, pero después de clasificarlos.

 

Al abrir uno de los libros con tapas negras que no mostraban ni el título del libro, ni el nombre del autor y no poseía ni contratapa escrita y menos pestañas, sus hojas estaban amarillentas y mostraba que era una impresión antigua. Al abrirlo se levantó una nube de polvo con un aroma a mirra y tonalidad ámbar, sus dedos se estremecieron al contacto de sus hojas y le pareció sentir un leve murmullo. Quedó petrificado, todo su cuerpo se hizo “chicó” (estremecimiento que recorre el cuerpo) y sus ojos se llenaron de lágrimas, sus labios se contrajeron y sus papilas percibieron un leve sabor acido, su pulso bajó de intensidad y sus oídos se hicieron más sensibles al escuchar que una vos muy melodiosa y bien entonada con timbre de contralto, que le decía –Léeme, ¡será muy fácil y rápido…!, porque más tiempo hablaré para encantar tus oídos y no cansar tu visión. –¡No temas…!, el relato que contengo te hará feliz, porque sentirás que es la historia de tu vida, por lo menos una etapa de tu vida, quizá la más bonita, la que contiene recuerdos que mostrarán porque ahora sos lo que sos y no sos diferente.

 

El hombre tragó saliva, con el temor de ahogarse, porque al abrir ese libro se sintió suspendido a una situación de fragilidad, se sintió débil, pero no de físico, de espíritu y eso no le agradó, porque muy pocas veces en su vida había tenido sensaciones similares y no recordaba haber pasado nunca una situación igual o semejante. Respiró hondo, restregó sus ojos como si estuvieran empañados y con lagañas, carraspeo como queriendo limpiar su garganta, estornudo por efecto del polvo, estiro las piernas como si hubieran estado entumidas o adormecidas, suspendió los brazos sosteniendo el libro y sintió que ese polvo se derramaba como si cayera en su cabeza. Después de bajar los brazos apoyó el libro en su regazo y elevó una oración al cielo para tranquilizarse y continuar con lo que le ofrecía el destino y la voluntad del Creador.

 

Con el libro en el regazo, cerró los ojos y aceptó lo que le proponía el espíritu del libro, es más pidió que le lean todo. –Espíritu o ¿cómo quieras que te llame?, prefiero que vos leas todo y yo te consultaré cuando encuentre necesario.

 

El espíritu le respondió: –Puedes continuar llamándome “Espíritu” y yo te llamaré “Viejo”, ¿Estás de acuerdo? –Si estoy de acuerdo. –Viejo, leer será muy largo y antes de que llegue a leer el 1% vos estarás dormido. –Te propongo leer todo el texto mientras estés dormido, de esa manera pensarás que es un sueño y quedará grabado en tu subconsciente. –Si tenés dudas me las consultas en cualquier momento, yo estaré siempre con vos, hasta concluir el contenido de este libro.

 

Quedaron de esa manera y mientras tanto el viejo podía seguir ordenando la biblioteca y dejaba para sus horas de descanso la lectura de ese libro, el mismo que trasladaría a su dormitorio y lo dejaría encima de la mesa de noche, para que el Espíritu no se olvide de su ofrecimiento. A partir de ese momento el Viejo se desesperaba por llegar a su cama para buscar el sueño en forma inmediata, estaba ansioso por escuchar la lectura del libro de su vida.

 

Miguel Aramayo

SCZ.07-09-2018