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Sentado Frente al mar

27 Dic

Sentado Frente al mar

No estoy seguro si era un humano o un fantasma, que se me aproximó con un paso tan sutil que no llegué a percibir su caminar. Se instaló junto a mí y a un principio no percibí su presencia, pero logré sentir la fragancia que la acompañaba. Era una bella mujer, tan bella que, al mirarla junto a mí, se me cortó la respiración por un instante y quedé subyugado con su mirada.

 

Eran unos ojos con tonalidad esmeralda, su brillo tan intenso, que lograron que los míos quedaran llenos de lágrimas, como si hubiera mirado el sol de improviso y hubiera quedado encandilado. Sus labios eran de un intenso carmesí y dejaban ver sus dientes al estar entreabiertos, como si estuvieran escurriendo miel. Su piel seguramente era blanca, pero estando tostada al sol, mostraba una tonalidad muy difícil de describir, pocas veces se aprecia esa tonalidad de piel.

 

Ella también percibió mi asombro y me dejó ver que, también había quedado sorprendida conmigo y con la forma en que reaccioné, cuando me percaté de que estaba sentada junto a mí. Ella sabía de mi existencia, en cambio yo estaba sorprendido, porque no lograba adecuar mis sentidos para decir con certeza si era un ensueño, una aparición o era algo real. Rosé su brazo que, a mis sentidos, aparentaba ser terciopelo o fina seda. Quedé anonadado, como si por mi cuerpo hubiera atravesado una corriente extraña, como si un rayo hubiera penetrado a mi cuerpo.

 

Me habló de esta manera: –Te vi muy concentrado, observando el ir y venir de las olas y no quise molestarte, pero me senté a tu lado, porque yo también estaba muy sola en esta inmensa playa, junto a un mar infinito de un azul sobrecogedor y al verte, me gustaste y quise acompañarte para ver si podíamos conversar.

 

Respondí –Tu voz me suena tan melodiosa y tienes tan bonita estampa, que tu presencia me sorprendió y si no hubiera rosado tu brazo pensaría que no eres nada más que un espejismo, una divina aparición que creó mi concentración.

 

Después de ese intercambio de palabras, nos acomodamos frente a frente y nuestras miradas no se desprendieron, quedé mirando su rostro y ella el mío y el silencio que sólo dejó cabida al sonido que producía el mar y la brisa se instaló a nuestro alrededor, como si fuera un fluido difícil de describir. Mientras ella me miraba, entreabrió su boca y me dijo:

 

–Me causa gracia lo que acabas de decir y al mirar tus ojos, que me gustan, me doy cuenta que fui demasiado corajuda al aproximarme a un extraño, pero hace un buen tiempo que te observo y vos no te diste cuenta, porque lo hice a la distancia y usando unos binoculares, que llevo en la mochila.

 

–Debo dar gracias a nuestro Creador, por haber permitido que me observes y te animes a aproximarte a mí. Estoy feliz de que te encuentres a mi lado, eres muy bonita, me encanta tu rostro, tienes una mirada penetrante, además de cálida. Tu figura es tan esbelta que, dejarías anonadado a cualquier jurado de miss universo.

 

–Gracias por los cumplidos, de los cuales no creo ser merecedora, pero me gusta tu sinceridad y la forma como te expresas. De lejos me daba la impresión que eras una persona de poco hablar e introvertida, pero veo que mi opinión cambio diametralmente.

 

Después de la conversación descrita, continuamos hablando hasta que en el cielo se presentaron las primeras estrellas y la Luna apareció muy tímida en cuarto creciente, adornada por un lucero que parecía un pendiente de diamante, con un titilar intenso que alumbraba nuestra charla. Cuando decidimos irnos, recogimos nuestras pertenencias, que eran pocas y agarrados de la mano caminamos hasta el hotel donde estábamos alojados. Anduvimos una hora a paso lento, tiempo en el que seguimos intercambiando elogios. Al llegar a destino nos despedimos con un beso y quedamos en encontrarnos al día siguiente.

 

Cuando quedé solo, rememorando lo sucedido no supe si estaba soñando o era realidad. 

 

Miguel Aramayo

SCZ.09-10-2019