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Caminando entre nubes

19 May

Caminando entre nubes

Casi han transcurrido 14 años desde ese mes de enero de 2006, cuando había decidido vivir en París. Ya estaba acostumbrado a ver la Torre Eiffel y caminar por los Campos Elíseos (según la mitología Greco-Romana, el lugar donde habitaban los muertos, los que correspondían al inframundo) y quedarme a meditar a las orillas de rio Sena, sentado en la escalinata próxima a su orilla, donde se abordan las embarcaciones que permiten recorrer su curso. He puesto un candado en la baranda del puente y arrojé las llaves al rio, no como una forma de expresar un amor eterno por alguna persona, sino para simbolizar que durante este tiempo he vivido una época muy hermosa de mi existencia de romántico empedernido. Ensoñación que me permitió pasar esos 14 años.

 

Desde París me desplacé a diferentes lugares en busca de amor, pero no un simple amor, sino un amor sublime, un amor imaginario que me complazca. Algo que siendo una ficción me proporcione las satisfacciones que anhela mi espíritu. Creo que en muchas de las historias que he ideado en estos 14 años, he mostrado lo bello que uno puede imaginar de la vida. La mayoría de los cuentos los he compartido con mis amigos, de la misma forma las novelitas que escribí.   

 

He venido a despedirme de París, por eso arroje al Sena la llave del candado, porque quisiera que nadie pueda abrirlo y ese simbolismo me mantenga atado a esta bella ciudad y a todas las historias que elucubró mi mente y que alguien me dijo que correspondían a ansias contenidas, a deseos no cumplidos. Creo que eso no es cierto, esos cuentos me hicieron feliz y dejaron que mi espíritu vagara por bellos lugares, con una compañía ideal que satisfacía mis instintos, además distraía mi obsesión y mi manía, proveyendo de argumentos para mis cuentos repetitivos.

 

Ahora debo entrar a una nueva fase de mi existencia y creo que debo resignar mi imaginación y cambiar mis cuentos por algo más serio, creo que debo dejar el romanticismo que provoca París, Montmartre, La Riviera, La Torre. Por el realismo que ahora enfrento con los cambios sucedidos, principalmente en mi vida, por la llegada de los años que me aproximan a una realidad en la que las ficciones deben cambiar de rumbo y aproximarme más al recorrer caminos entre nubes.

 

Durante esos 14 años he logrado escribir más o menos 18 libros con unas 3.600 hojas, lo que equivale a 3 millones de palabras, las mismas que al haberlas expresado en forma escrita, lograrán que muchas de ellas no queden en saco roto y algún día podrán ser repasadas por alguno de mis herederos y me da la satisfacción de haber obligado leer todo ese material a varias personas, pero sólo una me criticó y me ayudo a rectificar mis errores y mejorar mi capacidad de escribí. También puedo haber dañado a más de una persona, con mis historias, que salieron de mi conciencia y que quizá estaban distorsionadas, por lo menos a dos de esos cuentos tuve que enterrar.

 

Ese periodo de tiempo y esa quimera ilusión que mantuvo mi espíritu en un limbo, hizo que crezca como persona y como alma, ahora aparentemente soy diferente a lo que fui hace 14 años, eso la gente que me rodea, no lo notará. Pero yo que me conozco interiormente, sé que he madurado. Eso es algo que solo me beneficia. Mi aporte en la producción literaria, es algo que es visible y se muestra en mi biblioteca y en la de muchos de mis amigos. Eso quedará por mucho tiempo, pero no lo hago con el afán de que me conozcan, es una forma de satisfacer mi ego, solo para mí y quizá contribuir a la sociedad.

 

Miguel Aramayo

SCZ.03-01-2020