Una fiesta cultural
Me invitaron a una fiesta, con la recomendación de estar preparado, porque los otros invitados serian gente muy especial y todos ellos extranjeros. Me vestí con esmoquin negro de un corte muy fino, planchado a la perfección, con una camisa exageradamente blanca y en el cuello duro con un delicado almidonado, que además lucio una pajarita negra con pequeñas motas carmesí, que se notaban únicamente al contraste de la luz, los puños de la camisa eran dobles y se sujetaban con unos gemelos de platino con un incrustación de un pequeño diamante, en la mano lucia el consabido anillo de casado, con la sencillez que lo caracteriza, los zapatos eran de charol, con un brillo extraordinario.
Llegué cinco minutos antes de la hora que fijaba la invitación y en la puerta me esperaba el anfitrión, yo llegaba solo porque era así como me habían convidado. Al entrar me presentaron a algunos de los presentes, la primera fue Hera, hermana y esposa de Zeus, que también estaba invitado, pero en ese momento se encontraba en otro grupo. El anfitrión me comentó que a quien me había presentado era muy protectora del matrimonio. madre de Ares, Hefesto y Hebe, que algunos estaban en el mismo grupo y que me presentaría a continuación. Hefesto, un tipo muy feo con una pinta de mecánico o herrero, con una cojera muy notoria, que estaba acompañado de una mujer muy bonita, que me también me la presentaron, era su esposa, Afrodita, dueña de una belleza increíble que destilaba sexualidad y amor, pero no un simple amor romántico sino un amor erótico. A todos extendí la mano y brindé una sonrisa repitiendo mi nombre a cada uno de los invitados.
En otro grupo me presentaron a Atenea, mujer muy seria con pinta de guerrera, pero muy civilizada, que mostraba ser sabia y conocer las estrategias del combate, creo que con mucha capacidad y habilidad para aplicar la justicia. En ese mismo grupo me presentaron a Apolo, que era hijo de Zeus y Leto, me dijeron que era un gran músico y a su vez muy buen curandero, hermano gemelo de Artemisa, una muchacha muy linda con una apariencia delicada en extremo, que se mostraba a todas luces virginal.
Seguimos caminando por el salón, apreciando la bella musica que con acordes muy discretos bañaba todo el ambiente, haciéndome sentir en un lugar muy especial. La próxima persona que me presentaron era una señora bonachona de nombre Eleitia, daba la impresión de ser ginecóloga o algo similar, dedicada a la obstetricia, porque además poseía una cara de partera. Estaba junto a Hestia, la misma que tenía una pinta de cocinera del hogar, me dijo que se dedicaba a la arquitectura, pero prefería la vida hogareña, junto al fuego que da calor, se la notaba una mujer muy pacífica y hogareña. Junto con ellas estaba un hombre con pinta de viajero, su nombre era Hermes, muy ingenioso y notablemente comerciante, con una pinta de turco, especialmente por la prominente nariz, mostraba una astucia como si fuera muy conocedor de los ladrones y los mentirosos.
Muy cerca de la terraza y detrás de unas cortinas se encontraban: Deméter, una joven que me la presentaron como una gran agricultora, pero al mismo tiempo protectora del matrimonio y la ley sagrada. Junto a ella un tipo con una facha de marinero, era Poseidón, un hombre muy dinámico de grandes manos y un cuerpo poderoso, pero no tanto como el que estaba a su lado, el señor Zeus que me dio la impresión de ser el jefe de todos los que me habían presentado y que era padre de algunos de ellos y esposo de su hermana.
Cuando habíamos llega a conocer a todos los invitados y había sido presentado a cada uno de ellos, a los cuales me los fue describiendo el anfitrión con señales muy cortitas que dejaban a mi imaginación asignarles su lugar correspondiente, todos eran griegos y la fiesta había sido preparada especialmente para presentarme y de eso me enteré cuando aparecieron las copas con champagne “don Perignon” y el anfitrión me mencionó al realizar el brindis.
Quedé anonadado y sin palabras para poder agradecer tanta deferencia y el estar ante tan distinguidos personajes, eran los “doce del Olimpo” y yo un simple y vulgar humano, un simple mortal, sin ningún mérito para poder estar con ellos, que me trataron con tanta simpleza, como si fuera uno igual a ellos.
Miguel Aramayo
SCZ.09-01-2020