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Solo sentimientos

19 May

Solo sentimientos

Observo la puesta del sol y veo los colores en diferentes matices de tonalidad ocre y noto que no es sólo mi visión la que queda extasiada, una parte de mi espíritu también se compenetra de esa respuesta que tiene la naturaleza ante ciertos acontecimientos. Una sensación similar se apodera de mi cuando me quedo mirando la salida de la luna llena, o de cualquiera de los estágios que muestra este astro, en creciente, en menguante y lo extraño, cuando se esconde después del último cuarto.

 

Aunque sea solamente yo, él que aprecie cómo reacciona mi espíritu, mi alma y de forma coherente mi físico. Porque todo lo que es espiritual, se apoya en lo carnal y subsiste porque ese es el soplo, el soplo Divino que el cuerpo recibió del Creador, del Altísimo, del Omnipotente, Omnisciente, Omnipresente y todos los superlativos que le corresponden a su Jerarquía. Considero que todos los humanos deberían percibir las mismas sensaciones, pero por lo que observé, algunos, no es que no sientan esas mismas sensaciones, sino que no le dan la importancia que le damos otros.

 

Ni los hermanos gemelos poseen la misma percepción ante los hechos que ofrece la naturaleza, que a algunos los exalta, los asombra. Otros, si bien perciben las bellezas que ofrece la naturaleza, por su carácter o por su forma de ser, minimizan la importancia, que otros le damos a eso que nos brinda la naturaleza.

 

También me he quedado observando el amanecer, en lugares donde por el clima y la topografía, las ciudades se esconcen bajo las nubes y a medida que sale el sol esas nubes se dispersan y muestran el despertar, el amanecer. La caída de la lluvia es otro espectáculo que me sobresalta y mucho más, cuando es iluminado por los relámpagos y rayos, además del estruendo que se mezcla con el cantar del agua que se desparrama de las nubes. O el silencio, con el que la nieve se precipita sobre la superficie y va amontonándose en los caminos y va cubriendo los árboles, con la elegancia de sus copos.

 

Quedarse a la orilla del mar y ver el ir y venir de las olas o estar sentado en un acantilado, donde además de ese vaivén del mar, se aprecia la furia, el poder de las aguas golpeando rítmicamente, o el transcurrir de un rio de un cierto caudal, cuyo arrullo incluso hinnotiza y produce somnolencia. La quietud de un lago, también es algo que influye en la paz del espíritu.

 

Son tantas las cosas que podemos observar de la naturaleza, que cuando lo hacemos podemos ver lo diminutos que somos, ante tanta grandiosidad y apreciar que todo eso no es de generación espontánea. Que fue creado por un ser superior, del cual también somos su obra y que todo eso lo hizo para nuestro bienestar, para que lo conservemos, lo cuidemos y sepamos apreciarlo, como lo hacen muchos otros seres vivos que comparten con nosotros el mismo habitad. Creo que es la forma como nos demuestra su amor.

 

Miguel Aramayo

SCZ.14’09-2020