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Continuación cuento sin nombre

20 May

Continuación cuento sin nombre

Después de la gran sorpresa de leer la carta y reconocer quién era el portador de la misma, tuve un desmayo profundo y al despertar en una clínica, con la atención de los médicos de mi confianza, recordé al portador y la gran sorpresa que me produjo ese lapsus, que no daño mi salud, pero hizo que mis recuerdos retrocedan algo más de 35 años y mi corazón se agite de tal manera que ocasionó esa situación, preocupando a mi visitante y la gente que estaba en la casa en ese momento, que se puso en contacto con uno de mis hijos y en poco tiempo llegó con una ambulancia y me llevaron a un centro de salud.

 

Ahora que pasó el tiempo, me puse a revisar mi biblioteca en busca del libro en el cual escondí el sobre. Me tomó un tiempo, primero recordar que estaba leyendo ese día y donde lo entre pápele, en el montón de novelitas que conservo como un pasatiempo de lo que demuestra lo leído, no tanto para mi satisfacción, sino para farsear a quienes visitan el rinconcito de mi casa en el cual me escondo, para guardar mis sentimientos y seguir soñando.

 

Encontré el libro, era una novelita de “Isabel Allende” que titulaba “La isla bajo el mar”, ese librito conservó mi secreto. Ahora que estoy nuevamente en plena actividad y mientras tomo un traguito de café, me propuse leer la carta que trajo ese apuesto visitante. Hacían dos días que había llegado de Italia, donde radica con su familia. La carta con fecha de Suiza, muy reciente. Estaba dirigida a mí, con todas las formalidades, iniciaba nombrándome en diminutivo y expresando cariño: –El portador de la presente, le habrá dicho que tiene su mismo nombre y como apellido el mío, eso porque nunca quise incomodar su existencia. –Recuerdo el tiempo en que nos amamos y ese amor tenía un mayor contenido de pasión, lo cual desembocó en un embarazo.

 

–Usted nunca me había negado su estado, pero pese a eso y las locuras que uno hace en la juventud. Lo ame con pasión y tengo la seguridad de haber sido correspondida. Cuando le anoticié mi situación, usted me respondió. –“Asumo toda mi responsabilidad y espero el nacimiento, por más que el cielo se me caiga encima. –Usted debe decidir, pero en ningún momento dejaré de ser responsable de mis actos, pero usted debe asumir el tema con sus padres, yo por mi parte estoy decidido a todo”.

 

–Preferí continuar el embarazo, pero también pensé alejarme de mi familia y por lo tanto yo le mentí, le dije que no había porque preocuparse, que ya volvió mi periodo, pero no fue así. –Entre en contacto con amigas de la ciudad donde había estudiado la universidad y con la ayuda de ellas me trasladé a Suiza. –Antes, volvimos a juntarnos y usted muy razonable me hizo comprender que no me ofrecía ningún futuro y que me quería tanto que prefería que este amor termine. –Eso me produjo un gran dolor, pero al mismo tiempo me hizo ver la realidad. –Por suerte ya tenía una profesión, hablaba los dos idiomas necesarios, más el español.

 

–Mi vida fue dura al principio, sobre todo porque lo extrañaba, pero como el tiempo es un buen bálsamo y el trabajo lo embrutece, llegué a olvidar. Además, mi hijo era todo para mí y me dedique a él con ahínco. –Cuando estuvo más tiempo en la guardería, comenzó a preguntar por su padre y yo no le mentí, le dije que estaba en otra ciudad, en otro país y lo tranquilizaba con esa idea. –Decidí rehacer mi vida y pese a tener muchas propuestas, decanté todas buscando un buen hombre, con el que me casé y ahora tengo dos hijos más y somos felices.

 

–Nuestro hijo ya está formado profesionalmente, se casó y tiene dos hijos y me pidió que le cuente la verdad y no me quedó más remedio. –Él ya estaba con en esa idea, porque nunca le mentí, pero ahora él quería presentarse, conocerlo y conversar con usted, para valorar y ver si era verdad todo lo que yo le cantaba de usted.

 

–Ha pasado tanto tiempo, creo que no le haré ningún problema y por lo tanto ahora lo tiene en frente, es la prueba palpable del amor que nos tuvimos. –En un rinconcito de mi corazón todavía está usted, como era hace más de 35 años, pero ahora me debo a mi esposo y mi familia, porque tengo seis nietos y una buena relación de pareja. –Con el cariño que todavía conservo y el respeto que tengo por usted, me despido y será para siempre.

 

Esta fue la carta que casi me produce un infarto. Ahora le prenderé fuego, para mantener el secreto y quedaré observando las volutas de humo que asciendan al cielo y más arriba.

 

Ya conseguí el teléfono de la señora, a quien hablé con mil disculpas. Agradecí su confesión, presentando a nuestro hijo, lo que aprecié profundamente, con la promesa que esta sería le última vez que le hablaba. También conseguí el teléfono de él, a quien hablé largamente y prometí que lo visitaría en Trentino, que es donde vive, por unos dos o tres días, para que me conozca su familia. Con esto quedó cerrado el caso.

 

Miguel Aramayo

SCZ.20-12-2020