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Otra ficción

20 May

Otra ficción

Estuvo caminando por el bosque y se encontró con la Bella Durmiente, que se había despertado y también deambulaba sin rumbo. Ya el Príncipe Azul había pasado a un segundo plano o quizá ya no existía más, ni en la realidad ni en la mente de la Bella Durmiente.

 

Los años habían pasado para ella, La Bella Durmiente y también para el Caminante. El bosque era otro y los árboles habían crecido tanto que, daba la impresión que ya tocaban el cielo. El saldo de vegetación también se tupió, pero al no tener sol, no creció como los árboles.

 

La Bella Durmiente, disminuyó su caminata y le pidió al Caminante que por favor la dejara hablar, tenía algo en su alma que la atormentaba y quería hacerle un resumen de su vida, desde que era muy chica, desde que le dieron su primer beso y quedó prendada de él, de ése quien le dio el primer beso y le enseñó tanto de amor, de amar y ser amada. De ese Príncipe Azul, el mismo que después de haberla ilusionado. ¡la dejó…!, porque tenía otro compromiso que cumplir. Ella quedó muy apenada, porque se había hecho muchas ilusiones, que quedaron por el suelo al truncarse ese primer amor, ese gran amor, al que ella le había dedicado tanto, incluso viajando a donde él estuviera para brindarle su amor.

 

Como este mundo da vueltas y es chiquito y uno puede rehacer lo que parecía imposible, por suerte la Bella Durmiente conoció otro amor con el que se unió y vivieron felices comiendo perdices. Hasta que a ella se le ocurrió contarle su intimidad con su gran amor, sin recordar que una verdad puede doler mucho una vez, en cambio una mentira puede doler toda la vida. Pese a eso él Caminante siguió con ella, pero ella ya no sentía el mismo apego ni por él, ni por él que fue su primer amor, que había seguido un rumbo distinto y distante, pero a ella le quedaba el recuerdo de ese bello amor, su primer amor que al mismo tiempo era lo que la atormentaba y la hacía infeliz, porque ya no podía amar como se debería.

 

Por suerte la vida sabe poner parches en las relaciones de las personas y el tiempo es implacable, transcurre a gran velocidad, algunas veces borrando recuerdos y otras atormentando con esos recuerdos que no permiten disfrutar de la felicidad que la vida le presenta. Eso le pasaba a la Bella Durmiente, que pensaba que había cometido un error, o más que eso, ¡un pecado…! Y que Dios la castigaba, no permitiéndole disfrutar del amor que tenía a su alcance.

 

El tiempo le permitió a la Bella Durmiente disfrutar de todo eso que le brindaba felicidad suficiente, como para no preocuparse de su pareja, quien también supo aprovechar y disfrutar de esa situación apartando de su mente los pensamientos que por el desapego le producían sufrimiento y logró conseguir en solitario la forma de aplacar sus malos pensamientos y vivir feliz como si su situación realmente fuera de gran felicidad, porque con el trabajo, los amigos y unas cuantas escapadas lograba satisfacer lo que aparentaba ser su manía y aplacaba la obsesión que algunas veces lo atormentaba, pero que hacía mucho que había logrado dominar, al extremo de convivir con ella, la obsesión.

 

Ahora que pasó el tiempo y lo que se espera es concluir el cuento, por suerte es muy poco lo que falta. Ambos viven felices a su manera y pese a estar juntos tiene una vida en solitario que aparentemente satisface a ambos porque aprendieron a ser felices sin requerir el uno del otro y “colorín colorado, este cuento ha terminado”, “y me salgo por este agujerito para que me cuentes otro cuentito.”

 

Miguel Aramayo

SCZ. 31-01-2021