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Archipiélago de Noronha

20 May

Archipiélago de Noronha

 

Con intenciones de practicar un poco de surf y poder bucear, y pasar unos días de descanso se me ocurrió ir a la isla de Fernando de Noroña. Las Islas Fernando de Noronha son un archipiélago volcánico, perteneciente al estado de Pernambuco de Brasil en el océano Atlántico. Tiene 26 km². está formado por 21 islas, solo está habitada la mayor de ellas, las demás fueron declaradas Parque Nacional Marino y por tanto prohibida la presencia humana, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

 

Antes de relatarle como me fue en mi paseo, me siento obligado a contarle algo de su historia. Fue quizás uno de los primeros lugares del Nuevo Mundo en ser descubiertos por navegantes europeos. En el mapa más antiguo de Brasil de 1502 ya aparece, con el nombre de Sāo Joāo da Quaresma. El primer hombre que desembarco en las islas fue Américo Vespucio en 1503, quien las donó al hidalgo Fernando de Noroña, que fue quien financió la expedición. El archipiélago fue asediado por franceses e ingleses durante más de un siglo, hasta que pasó a manos neerlandesas en 1629, arrendado por 25 años por Michel de Pavw, (de ahí el nombre en holandés de archipiélago: Povonia).  Fue lugar de presidio, para delincuentes, los gitanos fueron expulsados de Brasil en 1739 y se asentaron allá. Luego fue prisión de políticos e incluso base militar durante la segunda guerra mundial. Fue Visitada por Charles Darwin, con fines científicos en 1832.

 

Algo muy interesante, Tomás Moro, en 1516 escribió una obra que tituló: “Utopía”. Este hombre quedó fascinado por las narraciones extraordinarias de Américo Vespucio, sobre la recién avistada isla de Fernando de Noroña. Tomás Moro, decidió entonces escribir sobre un lugar bello, nuevo y puro, donde existiría una sociedad perfecta y comunal. En el libro, Fernando de Noroña sería entonces el lugar perfecto de la primera Utopía.

 

Actualmente es conocido entre los brasileños como paraíso de luna de miel, es uno de los santuarios marinos mejor conservados del Atlántico Sur. Aunque está a casi 400 km separado de la costa continental. El viajero que llega por primera vez, siente como si hubiera llegado a otro mundo: un paraíso de playas y fondos de gran valor medioambiental. Así me sentí yo y después de desembarcar y alojarme en una casa de familia, lo primero que hice fue conseguir una tabla de surf e irme caminado hasta la playa que me dijeron que ofrecía las mejores olas.

 

Antes de llegar a “Cacimbra do Padre”, quedé fascinado viendo el mar una playa translucida, se ve el fondo de arena casi blanca y agua tan cristalina que no parece real, sino una pintura, pero las olas tan envolventes que se adecuaban para practicar el surf. Realmente me sentí en la gloria, el agua era tan templada que podía surfear totalmente desnudo, desde luego que no hice eso, porque también había muchas personas y desde luego muchachas muy lindas en diminutos biquinis, haciendo lo mismo que yo.

 

Al día siguiente alquile un equipo de buceo y me traslade a la “Baia de los Porcos”, no tiene la extensión del arenal de Sancho ni de Cacimbra do Padre, pero lo que le falta de tamaño le sobra en belleza. Me sumergí a más de 20 metros de profundidad y puedo asegurar que la visibilidad en ese nivel, da para ver sin dificultad hasta unos 50 metro.

 

No sé cuánto me quedaré en este lugar, pero pueden estar seguros que les seguiré contando mis aventuras disfrutando de este paraíso.

 

Miguel Aramayo

SCZ.06-04-2021