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Que bello sueño de amor

21 May

Que bello sueño de amor

Anoche amé, como creo que solo los dioses del Olimpo lo pueden hacer e incluso mejor que ellos. Quedarme con eso en mi cabeza, sería un egoísmo de mi parte. Ahora les cuento los pormenores:

 

La alcoba era algo común, en una pared se observaba una cómoda, al otro lado un pequeño sofá, en un rincón una mecedora y en el otro una mesita que sostenía un TV de pantalla plana. La cama un poquito más
grande que de dos plazas cubierta por un edredón de plumas, lo mismo que las dos almohadas, ambas de un blanco intenso. A los lados unas mesitas de noche cada una con su lamparita, pero solo una de ellas encendida. Sobre las mismas en cada una un reloj de
pulsera y en una de ellas dos anillos finos. Eso era todo lo que se podía observar.

 

La luz que desparramaba la lamparita era tan tenue que el ambiente estaba en penumbras, porque las cortinas de las ventanas eran de terciopelo rojo y estaban muy bien corridas. La temperatura era la ideal
no se sentía ni frio ni calor, incluso estando sobre el edredón de plumas. Se apreciaba una fragancia muy tenue, mezcla de almizcle, limón y madre selvas, era tan sutil que uno debía aspirar muy hondo para apreciar el perfume. Se percibía una brisa tan suave,
que aireaba el ambiente, sin mostrar de donde provenía, pero era tan agradable, que no permitía que la piel tenga absolutamente nada de sudoración, al contario aparentaba que era de talco, un talco que no mostraba ningún aroma y que por lo tanto el aroma de
los cuerpos era el propio, sin ningún ardid.

 

Ella y yo, sin ninguna ropa, reposando sobre el edredón. Con mis manos tomé su cabeza y sentí que ella hacia lo mismo conmigo, besé sus labios y aprecié la calidez de sus labios y el aroma de su piel. Nuestras
lenguas se rozaron suavemente y juguetearon con el borde de los dientes. Ella besó el pabellón de mis orejas y me humedeció con su lengua, con lo cual logró que me erizará e hice lo mismo con ella, consiguiendo que ella también se emocione.

 

Besé su cuello y sus hombros e incorporándome suavemente, besé sus pechos y acaricie con mi lengua la aureola, logrando la erección de sus pezones a los que acaricié con mis dientes y succione muy suavemente,
ella me empujó logrando dejarme de espaldas y acarició mis pectorales, jugueteando con el bello de mi pecho, para luego mordisquear mis pezones, pero con tanta delicadeza que solo consiguió encresparme. Volví a besarla donde me había quedado y fui bajando
acariciando su ombligo y en mis mejillas sentí el cosquilleo de una seda enrulada, al final de su abdomen, allí bese con ansias y en algunos lugares juguetee con mi lengua, logrando que ella vibre de emoción y me retribuya de la misma manera.

 

Como dice el poema de
Garcia Lorca: “
Ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino, ni los cristales con luna relumbran con ese brillo. Sus muslos se me escapaban como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre, la mitad llenos de frío»
. Me recosté suavemente en ella apoyando mis manos en el edredón y penetré
su cuerpo y en respuesta sentí sus uñas acariciando mi espalda y sus talones apretando mis muslos contra su cuerpo. Además, sentí la recepción acogedora con una calidez inexplicable y una humedad sublime. Sentí como ascendíamos al cielo raso, algunos momentos
era mi espalda junto al tumbado y luego la espalda de ella. No sé cuánto estuvimos en ese trance, lo que, si se borró el tic tac de los relojes en las mesitas de noche al momento que alcanzamos el clímax simultáneamente. Después de lo cual, comenzamos el descenso
muy suavemente, hasta reposar en el edredón, una vez yo de espaldas y otras ella. Así permanecimos escuchando la agitación de nuestra respiración y de vez en cuando un suspiro de ambos y un ¡ay!, ¡ay!

 

Aprecié como si fuéramos de hielo que se derretía muy suavemente, pero después observé que no estábamos, ni ella ni yo. Todo lo que quedaba era un recuerdo, recuerdo que
recorría mi cuerpo por mi sangre y cuando llegaba al corazón, éste lo impulsaba al cerebro. Estando en mi cerebro aparentaba ser un bebe que jugueteaba con el pecho de su madre y acariciaba su pezón en busca de alimento, eran mis neuronas, dentritas y axones
que protegían ese recuerdo.

 

Mientras retornaba a la realidad, despertando de ese bello sueño, me di cuenta que estaba solo con las manos abiertas y sin sostener nada más que mi soledad y ese bello
recuerdo rondando en mi mente.

 

Miguel Aramayo

SCZ.24-04-2021 Dentro de 5 días cumplo 54 años de casado.