La bicicleta
Estaba en una ciudad totalmente tecnológica, pero con tanto viaje, no recuerdo si estaba en Tokio o Saigón. El hotel tampoco me daba una referencia de donde estaba, porque era de una cadena internacional, con nombre en inglés o quizá era
francés o chino, como no hablo ninguno de esos tres idiomas, no tenía una referencia.
Sali después del desayuno y lo primero que me sucedió es que una de las muchachas de la recepción me habló en español:
− ¿Cómo se siente señor?, ¿cómo lo trató la noche?
Quedé totalmente descompaginado, anonadado, porque no pensé que me saludaran con tanta deferencia y menos una chica tan preciosa, que también por sus rasgos no me daba señas de estar en China o Japón.
−Gracias por su gentileza, me desperté como si hubiera dormido en el cielo, entre nubes de algodón y no sentí ni frio, ni calor y mis sueños fueron tan bonitos, pero lamentablemente no se los puedo contar, porque fueron muy largos y ahora
estoy apurado por conocer esta ciudad.
−Que le vaya bien y no se olvide de llevar una tarjeta del hotel en el bolsillo, por si se pierde, en ella le anotaré el número de mi celular, por si requiere una ayuda. No dude en llamarme, estoy a su disposición.
−Le repito nuevamente mis agradecimientos y sus recomendaciones las tomaré muy en cuenta.
Me dio vergüenza tener que preguntar donde estaba, seguramente hubiera dado señales de estar perdido totalmente, pero esa era la realidad, una realidad que últimamente me acompaña con mucha frecuencia. Estoy constantemente distraído y sumamente
olvidadizo.
Sali del hotel y me fui caminando por la calle que estaba a mi derecha y continúe por ese rumbo unas cinco cuadras. Toda la gente que caminaba en mí misma dirección o la que venia en sentido contrario, no reparaban en mi y en un momento
me puse a pensar si no fuera invisible. Me aproximé a una vidriera donde exponían lencería femenina y me vi reflejado en el vidrio y observa que había personas al otro lado del cristal, pero ni se percataron de mi presencia, con lo cual me puse a pensar que
podía ser invisible para los demás, menos para mí.
Seguí caminando, hasta una plaza donde se observaban muchas bicicletas. Eran de propiedad de la municipalidad de esa ciudad y uno podía tomar cualquiera, con solo introducir unas monedas o registrar la tarjeta de crédito. Pose el celular
en el espacio destinado a este fin y se libero el seguro de la bicicleta, con lo cual quedé registrado en uso de esa bicicleta y se produjo inmediatamente es descuento de mi cuenta bancaria y quedé registrado como responsable de su uso y cuidado.
No supe cuánto tiempo transité por esa ciudad, pero con total seguridad. Cuando mis piernas estuvieron cansadas y mi mente había compaginado un artículo que esta mañana leí en el Facebook, solicité a mi celular que me guiara con el GPS,
para retornar al hotel y todo fue tan fácil que no me di cuenta.
Miguel Aramayo
SCZ. 03-06-2021