Con poquito uno puede ser feliz
Ayer después de mucho tiempo tuve la suerte de estar con amigos muy queridos, de compartir unos vinos y degustar la comida que nos ofrecía el lugar. Disfruté poder dar la mano, saludar dando la mano y en algunos casos
hasta abrazar amigos que aprecio y que hace mucho tiempo forman parte de mi existencia.
Pude observar que todos tenían la misma expresión. No había seños fruncidos y el sonido de las rizas y las carcajadas, era similar en todos y cada uno de los presentes. Hubo algunas palabras inaugurales y algunas otras,
para elegir y nombrar seres queridos; que se nos adelantaron en el camino y que esa noche sentíamos su ausencia. Con los años vividos y habiendo compartido una linda amistad, no se demuestra nostalgia o dolor, porque todos estamos conscientes que el alejamiento
de esos compañeros es parte integral de la vida y creo que todos coincidimos en lo importante de vivir a satisfacción y cabalidad.
Sería absurdo nombrar a cada uno de los que estuvimos reunidos. Nos unen un sin número de anécdotas y situaciones, hechos que nos demuestran el tiempo transcurrido. Estamos cada vez más unidos y le damos valor a lo que
realmente tiene valor: “la amistad incondicional y el apego por las cosas que nos brinda nuestro habitat, nuestro entorno”.
Las charlas se producían por la proximidad física de los participantes en la que nos encontrábamos. Las conversaciones eran de lo más trivial, sin que intervengan elementos que nos puedan separar y al contario con frases
sueltas, palabras alegóricas y rizas que nos hacen más próximos, más camaradas, más amigos. Incluso las consultas por cómo están nuestras esposas, el saldo de la familia; compartiendo el número de nietos además de consultar si ya tenemos bisnietos.
Creo que la reunión de ayer fue un premio que el Altísimo nos permitió disfrutar y ver que todos los presentes estamos vigentes y con posibilidades de transitar un tiempo más, por esto que las sotanas llaman “Valle de
lágrimas”. Me atrevo a creer que, para cada uno de nosotros, son simples palabras, porque desde que nos conocemos siempre estuvimos disfrutando de lo que Dios nos ofreció a través de la naturaleza. También compartiendo problemas y tristezas para matizar la
vida, lo cual nos hacen más fuertes, resistentes y comprensivos.
Doy gracias por esta noche de confraternización con lo ARIBIBIS, que me hicieron ver que es fácil conseguir un poquito de felicidad, observando el devenir de nuestro destino y poder compartir con amigos tan queridos.
Miguel Aramayo
SCZ.16-02-2022