La hormiguita colorada
No quiero entrar a decir cual es el nombre científico de la hormiga colorada, pero pese a su tamañito es tan brava que la gente que la conoce la evita porque su mordida es ponzoñosa, causa tanta picazón y algunas veces levanta roncha e incluso se infecta con lo cual la comezón dura más de un día.
Después de haber hecho la introducción con ese preámbulo, el tema de este cuento es otro:
Había un a vez una muchachita de cabellos extremadamente lacios, no solo por lo lacio en si mismo, sino por lo finito de cada pelo, de color castaño muy claro y de aspecto muy bonito cuando estaba bien peinado, lo cual era medio complicado. Su piel era muy blanca y tan tersa que parecía de porcelana, su mirada de unos ojos grandes, penetrantes, de un color no muy definido, más castaños que otro color, pero pese a lo penetrante de su mirada, eran ojos que denotaban tristeza o suavidad, la nariz era finita. En general todo su rostro mostraba ser el de una persona simpática en todos los sentidos. Su cuerpo con poca carne pero bien formado con las líneas que muestran que cuando sea mujer será linda y de buena estampa.
Esa peladinga, era como todos los chicos de su edad, muy aficionada de andar en grupo y chivear (jugar con extremo entusiasmo), pero se caracterizaba por querer comandar el grupo o imponer sus ideas, y cuando llegaba a formar el grupo ella gritaba igual o más que los demás. En esas circunstancias, su rostro se iluminaba, con una sonrisa muy agradable y simpática, pero también cuando tocaba repartir golpes ella no le tenía ningún temor ni a los más grandes, y si se armaba la pelea costaba mucho reconciliarla y se ponía de un carácter complicado.
Era muy aficionada a todos los juegos, pero tenía tendencias de organizar sus juegos solitarios, y tenía el privilegio de contar con amigos imaginarios, a quienes imponía sus reglas y conseguía que sigan su conversación y la trama de su ilusión. También le gustaba compartir juegos de mesa como el domino, ludo, ajedrez, o armar parejas con rompecabezas de ese estilo, para estos juegos prefería como compañeros gente de más edad que ella, y con preferencia gente de mucho más edad, uno de sus compañeros de juego preferido era el abuelo, al cual sabía como dominar porque en la intimidad era todo cariño.
Un buen día estaban los dos solos (ella y el abuelo) en un estar de la casa que oficiaba de escritorio del abuelo, pero al mismo tiempo era la sala de juego de los nietos, o también se convertía en la sala de lectura de chicos y grandes, con frecuencia la sala de recepción para todo el que llegaba a la casa. Cuando la peladinga se quedaba a solas con el abuelo, prefería cerrar la puerta para tener una mejor comunicación y concentración en los juegos, pero un día, o dicho de otra manera ese día, su carácter no estaba para muchos amigos, estaba nublado su carácter y también el tiempo, y llegó un momento que se puso insoportable. El abuelo se enojó y le ofreció huasca, a lo que la peladinga respondió para atemorizarlo: “No me molestes yo soy una hormiga colorada”, a lo que el abuelo respondió: “no me da miedo ni me interesa, igual vas ha recibir tu ración y si no puedo yo, le pediré a tu abuela que te modere”.
Desde ese día, la peladinga quedó apodada igual que el denominativo de este cuento: “La hormiga colorada”.
Miguel Aramayo
SCZ 8-10-2005