La cárcel, la mentira, el odio
Me imagino que la privación de libertad debe ser un factor que altera en forma extraordinaria y perdurable la conducta de las personas. Un ejemplo literario de lo que digo está muy bien expresado en el clásico de Alejandro Dumas “El Conde de Montecristo”, que cuenta la historia de un hombre inocente injustamente encarcelado, que elabora un brillante plan para vengarse de los que le traicionaron. El joven marinero Edmond Dantés es un hombre honrado y cándido que lleva una vida tranquila. Entre sus planes está casarse con la hermosa Mercedes. Pero todo se va al traste repentinamente cuando su mejor amigo Fernando, deseoso de conquistar a Mercedes, le traiciona. Condenado a cumplir una injusta condena en la siniestra prisión de la isla del Castillo de If, Edmond vivirá una auténtica pesadilla que durará trece años. Obsesionado por el inesperado destino que le tenía deparada la vida, deja de lado sus convicciones sobre el bien y el mal y se alimenta de pensamientos vengativos contra los que le traicionaron. Con la ayuda de un compañero igualmente inocente, Dantes elabora un plan de fuga y consigue escapar de la cárcel. Así es como se convierte en el misterioso y acaudalado Conde de Montecristo. Siguiendo su implacable plan, se introduce en los salones de la nobleza francesa y empieza a destruir de forma sistemática a todos los hombres que le manipularon y condenaron a prisión…
Si ese alguien, si ese preso, se convierte en conde, o se convierte un alto dignatario, que además de tener el gobierno, va adquiriendo poder. Si ese prisionero, justa o injustamente aprendido y privado de libertad, permanece, no los 13 años que pasó Edmond, sino que solamente cinco años y no en una prisión como de If, construida sobre una pequeña isla del archipiélago de Frioul, en Marsella. Con compañeros de infortunio, como alguien como un “cóndor”. Con la posibilidad de estudiar y tener acceso a la lectura. Seguro que ese individuo sufrió un trauma y con seguridad que elaboró una venganza, ahora ese hombre no sólo quiere disfrutar de la buena ropa, del poder, de la publicidad. También quiere que la sociedad le resarza de esos años perdidos, de esas malas experiencias. Por consiguiente con la lectura de tantas horas, el está en capacidad de urdir planes macabros, planes como el que se puso en practica en el oriente de Bolivia.
La guerra también produce traumas muy profundos en el ser humano, algo muy fácil y próximo de ver es lo ocurrido en los Balcanes o remontándonos un poco más la guerra de Vietnam. Me tocó leer a RUBEN GUILLEMI. Enviado especial a Tirana, que dice: Albania. Fue inútil el intento del intérprete por traducir lo que el anciano kosovar decía. Eran todas frases inconexas y sin sentido. Sentado en su catre, en una de las carpas del campo de refugiados de Tirana, el hombre deliraba. El vio cuando los soldados serbios asesinaron a nuestro hijo de 25 años cortándole el cuello, explicó con espanto su mujer. Desde entonces perdió la razón. Además de las vidas y heridas físicas que está costando la guerra de Kosovo, los voluntarios que trabajan en los campos de refugiados comienzan a enfrentar un problema mucho más complejo: el daño psicológico que sufren los desplazados. No van a figurar en ninguna estadística, pero quienes han visto asesinar delante de sus ojos a hijos o familiares, las mujeres violadas o los chicos que se despiertan aterrorizados a los gritos en el campo de refugiados son parte de las miles de bajas del conflicto.
Un hombre que vivió esas experiencias en Kosovo, sin ser oriundo de ese lugar, sino un simple mercenario, que por un asar del destino es contratado engañosamente para venir a Bolivia y que no por extraña coincidencia es de origen boliviano y querendón de su terruño, como son todos los cambas. Ese hombre fue vilmente engañado y su vida fue inmolada para cumplir un plan, un plan de venganza, un plan de odio, que está dando sus frutos. Ese hombre vino para hacer otra cosa, pero fue dirigido de tal manera que en su paso involucrará a mucha gente ingenua, que pensó que el “mercenario” era autentico y tenia ideales, ideales que concordaban con la manera de pensar de quienes se ven avasallados por una horda de originarios alcoholizados, que ya tienen antecedentes de maldad hacia la región (Terebinto) y que como otras oportunidades están azuzados y pagados por el gobierno.
Ese “mercenario” manejó el escenario creado fríamente por alguien con mucha capacidad de almacenar odio y preparar su venganza y cayó en la trampa. Junto con el cayeron algunos, que sin maldad y con total falta de experiencia cayeron en la treta, cuando ese grupo de “mercenarios locos”, o “locos mercenarios”, ya cumplió su fin, fue ejecutada, o por lo menos eso es lo que pinta el panorama y ahora el trabajo le corresponde a los que pueden manipular la información, la justicia (fiscalía – diputados oficialistas), y un montón de cosas más, con lo cual han logrado crear un caos, un trauma colectivo en el oriente, que es muy útil a los planes del plan macabro. Pero todo eso terminará, como debe terminar, porque también los que hicieron los planes tienen muy poca experiencia y sobre todo poca capacidad intelectual, aunque su maldad y su odio son superlativos.
Luis Alviña