Caminando por lugares desconocidos
Caminando por lugares desconocidos
Me pareció que estaba en las selvas próximas al Amazonas, de repente divise unos animales muy parecidos a los burros, con rayas blancas o quizá rayas negras. Eran unos bichos huidizos y después de observarlos cuidadosamente, me di cuenta de que eran cebras y yo no estaba en el Amazonas, sino en el Congo. Eso lo supe porque quedé prisionero de gente de color con rasgos que me preocuparon, eran por demás altos y delgados y me daban la impresión de que en cualquier momento me comerían crudo o quizás dentro de una olla con algunas verduras o por lo menos con plátanos verdes.
No sabía si hablaban o simplemente gritaban de una manera que afectaba mis sentidos, pero después de un rato me di cuenta de que hablaban en uno de sus tantos idiomas. No entendía ni pito y me imagino que hablaban un idioma nativo que podría ser: Lingala, suajili, tshiluba y kikongo, pero tienen algo más de 240 idiomas diferentes, claro que si no me equivoco el idioma oficial de esa zona es el francés, por lo que fueron colonia de Bélgica, donde también existen tres idiomas oficiales: holandés, francés, alemán, además algunos también hablan el flamenco.
El miedo me enmudeció y era tanto que hasta las lágrimas se me borraron y ni temblaba, era como una estatua de mármol blanco, por la palidez. Se me había escondido la sangre y mi piel había presentado una pigmentación tan blanca que mi color les llamaba la atención a los negritos, que me toqueteaban y algunos se aproximaban tanto para observar mis ojos verdes que todo en mi les llamaba la atención. Mi respiración era tan cortita que el oxígeno que consumía era el mínimo necesario para mantenerme con vida, por suerte mis esfínteres se obstruyeron de tal manera que mi vejiga e intestinos creo que dejaron de funcionar, caso sorprendente, porque generalmente de miedo se distienden.
No sé cuánto tiempo transcurrió desde que me capturaron, pero por suerte mi miedo me mantuvo tan quieto que ellos solo me observaban, como si fuera un camaleón inofensivo, pero que ni sacaba la lengua ni pestañaba, porque los parpados se me habían paralizado y mis globos oculares simplemente se movían en forma horizontal, mirando de coti ojo en ambas direcciones de derecha a izquierda y viceversa. Sentía el palpitar de mi corazón y el circular de mi sangre, porque incluso eso disminuyo su frecuencia por el pánico que me mantenía en vilo.
Poco a poco me fui distendiendo porque me di cuenta que simplemente yo era un bicho raro para los morenitos y ellos eran seres inofensivos que me observaban para ver cuál era mi reacción. Incluso uno de ellos se aproximó y me alcanzó una fruta tropical muy sabrosa y jugosa, que me la puso en los labios y con cierta presión la introdujo a mi boca, era algo similar a un achachairú o quizá más próximo a un ocoro, mientras los saboreaba rogando que no tenga el efecto del piñón y afloje mi vientre. Todos sonreían en espera de mi reacción, lo que me dio un cierto ánimo y produjo que mi organismo emita un suspiro, lo cual hizo que ellos arranquen en carcajadas.
De esa fruta inicial me introdujeron a la boca, por lo menos unas cuatro, yo ni siquiera hice intenciones de escupir las semillas, me las tragué como si se tratara de guapurús, porque tenían más o menos la misma textura y tamaño. Después me dieron otra fruta que me produjo una sensación como si se tratara de agua ardiente o ron, con lo cual se me pasó el miedo y como ellos también consumían la misma fruta, después de un tiempo todos estábamos en pedo, una borrachera extraordinaria que mostró que todos éramos muy amigos.
Como siempre me sucede en mis sueños, desperté en mi cama, totalmente traspirado, por suerte continuaba con los esfínteres obstruidos, pero riéndome a gritos.
Miguel Aramayo
SCZ.31-01-2023