info@miguelaramayo.com

Próximo al silencio

4 Mar

Próximo al silencio

Próximo al silencio

 

Caminando por una playa desierta, me llamó la atención que la arena era casi blanca y con un granulado uniforme, muy delgadito. El viento y el reflujo de las olas dejaron una marca muy particular que semejaba un tul, un muy fino bordado, trabajado con hilos invisibles. El mar muy sosegado, al extremo que hasta muy adentro se veía la arena y se apreciaban algunos pequeños peces de colores que irradiaban reflejos como si fueran espejos y algunas algas que aparentaban estar dibujadas. La tonalidad del mar era de un celeste muy especial, que a medida que se alejaba de la orilla se oscurecía y en lontananza se apreciaba un azul ciclan diferente al color del cielo, el mismo que a medida de contemplar el horizonte más próximo, también se aclaraba. Atrás de la orilla se apreciaba una vegetación exuberante. en la parte más cercana mostraba palmeras de gran altura que eran batidas por el viento como si se tratara de bailarinas de un hermoso valet.

 

Muy concentrado en mis pensamientos y acompañado únicamente por mi soledad que se apega a mi cuerpo y cosquillea mi alma, sentí como si las plantas de mis pies pisaran otro tipo de elemento y no una simple arena, todavía húmedas y fresca por el baño de las olas que la acariciaban de una manera sutil. Todo mi ser inmerso en ese espacio sideral, donación del Altísimo, me permitía disfrutar de ese momento y los instantes previos y posteriores. Una suave brisa rosaba mi piel y movía mis cabellos, como para hacerme notar la realidad en la que estaba sumido mi cuerpo y flotaba mi espíritu.

 

Muy lejos sobre la playa se notaba un objeto, aparentaba ser un tronco por su tonalidad, pero a media que me aproximaba pude reconocer que se trataba de una persona, pero de un color notoriamente más oscuro, color caoba. Era un individuo que estaba tan solo, quizá como me sentía en ese momento. Cuando me encontré a muy pocos pasos me fijé que era un moreno de cabello cano, de facciones delicadas, pero de piel muy arrugada. Podría decir que era un anciano, con un aspecto muy señorial y unos ojos tan negros que parecían de ónix. Con las manos me hizo señas para aproximarme y posara mi cuerpo en la arena junto a él. Quedé impresionado por su aspecto, al extremo que en primera instancia pensé que era simplemente una aparición, alguien creado por mi ensoñación, pero al escuchar su voz con un timbre de meso contrabajo quedé subyugado,

 

En mi mismo idioma —me dijo que yo tenía un aspecto interesante y que hacía mucho tiempo que perdió contacto con habitantes de ese lugar. Era algo así como un ermitaño que vivía en las espesuras del bosque y que se alimenta de los frutos que le proveía la naturaleza. De algas marinas y de almejas que rociaba con un cítrico que le proveía el bosque.

 

—Le pregunté qué hacía y —me respondió que simplemente meditaba y repetía sus recuerdos, pero los repasaba como si fueran una obra teatral en la que los personajes volvían a tener vida real y repetían lo que él alguna vez había escuchado. Para él no existía el tiempo, al extremo que no recordaba cuantos años transcurrieron desde su nacimiento y para que yo tenga una guía me nombró algunos que, de acuerdo con mi conocimiento, unos cuantos habían existido hacía mucho, mientras otros eran mis contemporáneos.

 

—Le pregunté si era casado y tenía hijos —me respondió que sí, tuvo muchas mujeres y por consiguiente muchos hijos, pero ya no sabía de ellos. Todos habían pasado a mejor vida o lo habían abandonado, tanto los hijos como las mujeres, ellas con mayor frecuencia. Ahora vivía tan solo precisamente por los años que arrastraba.

 

No supe cuánto tiempo pasó, pero ya me ardía la cara y los hombros, el sol ya estaba en el ocaso y habíamos hablado tanto que prefería estar un momento solo para digerir todo lo que ese hombre me contó. En otra oportunidad compartiré con ustedes lo que él me dijo.

 

Miguel Aramayo

SCZ.11-02-2023

—El 15 mi madre hubiera cumplido 97 años, pero hacen 5 que partió. Todavía siento que me acompaña y me acaricia.