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La vida es color de rosa

4 Mar

La vida es color de rosa

La vida es color de rosa

 

Estaba en un pueblito de Italia, un lugar más próximo al paraíso que a este mundo. Me acompañaba una muchacha, más o menos de mí misma edad algo bajita y delgada con los cabellos bien cortitos y de manos grandes que constantemente acariciaba mi rostro y con voz muy suave arrullaba mis oídos con palabras cariñosas. Palabras que inundaban mi intelecto y me llegaban al corazón, quizá se asomaban a tocar mi alma.

 

También en mis sueños me observaba un muchacho delgado y algo más alto que el promedio, de cabello abundante, bien cuidado con ojos muy claros con una mirada agradable y un brillo que mostraba ser muy feliz. De labios carnosos, de poca barba y una sonrisa casi permanente.

 

Mientras deambulábamos conversando en italiano, por parajes idílicos, rodeados de un ambiente sublime con un perfume a flores, sobre todo de lavanda que nos rodeaba por todas partes con ese su color particular entre un azul y un lila que las diferencias de cualquier otra flor y con un aroma tan particular, que me imagino que el cielo debe ser así de parecido a lo que en ese momento recorrían nuestros cuerpos. Pese al brillo del día, al color de las flores que nos circundaban y el aroma que embelesaba nuestros sentidos, se me ocurrió escuchar una canción que alguien la cantaban en francés.

 

Era una melodía conocida que endulzaba nuestros oídos y cuya traducción decía: Desde el día, que te vi la vida para mí fue de color de rosa. Y me siento tan feliz, que cualquier día gris es de color de rosa… Ni una nube sobre el mar, ni noches de pesar, ni pena que llorar. Tú para mí, yo también para ti, al sonreír, al llorar, o al sentir… Desde el día que te vi, todo lo conseguí, y fue por ti. Ni una nube sobre el mar, ni noches de pesar, ni pena que llorar. Tú para mí, yo también para ti, al sonreír, al llorar, o al sentir… Desde el día, que te vi, todo lo conseguí y fue por ti. Desde el día, en que te vi la vida para mí fue de color de rosa y me siento tan feliz, que cualquier día gris es de color de rosa, ni una nube sobre el mar, ni noches de pesar, ni pena que llorar.

 

Ella me dice suavemente al oído, esa es una canción, yo se otra «La vie en rose«, que te la dedico y cuya traducción dice:

 

—Ojos que hacen bajar los míos, una sonrisa que se pierde en boca. «Voilá» el retrato sin retoque, del hombre al que le pertenezco. Cuando me toma en sus brazos y me habla despacio, yo veo la vida color de rosa. Me dice palabras de amor, palabras corrientes y eso me provoca algo. Él entró en mi corazón una porción de felicidad, cuya causa yo conozco. Él es para mí lo que soy para él en la vida. Él me lo dijo. Me lo juro por la vida.

 

—No, nada de nada, yo no me arrepiento de nada. Ni del bien que me han hecho, ni del mal. Todo esto me da igual. No, nada de nada. No, me arrepiento de nada. Está pagado, barrido, olvidad. Me importa un bledo el pasado. Con mis recuerdos, encendí el fuego. Mis tristezas, mis placeres, ya no los necesito. Barridos todos mis amores y todos mis temblores, barridos para siempre. Comienzo de cero. No, nada de nada, no me arrepiento de nada. Ni del bien que me han hecho, ni del mal. Todo eso me da igual. Porque mi vida, porque mis alegrías, hoy, comienzan contigo. (Florencia Bonelli – tercer tomo de «Caballo de fuego»

 

Con la última estrofa de la canción la muchacha me atrae a su cuerpo y mientras la acaricio despierto de mi sueño con gran felicidad.

 

Miguel Aramayo

SCZ.14-03-2023