Un ratoncito corría
Un ratoncito corría en pos de su amor, estaba tan locamente enamorado que no podía comer, que no podía dormir, lo único que hacia es suspirar. Le podían poner los quesos más finos, le podían ofrece jamón serrano de cerdos alimentados con bellotas (patas negras) y el ratoncito solo pensaba en su amor. Hasta que se le acercó un amigo y le contó que su amada estaba bailando en un karaoke, le dijo el nombre del boliche y la dirección.
El ratoncito enamorado partió como si fuera impulsado a propulsión a chorro, fue a tanta velocidad que tuvo que cerrar los ojos porque el viento le llenaba los lopopos (parpados) al extremo que se inflaban y en ese momento de desesperación se olvidó que tenía gafas que podía usarla, también sintió que con el impacto contra el viento las orejas estaban por soltarse, pero su amor y los celos eran más fuertes que el dolor que eso le producía, no impedía su carrera desenfrenada.
Llegó al karaoke y se pasó una cuadra, porque sus pobres patas no resistieron la frenada y partió sus talones y sus uñas en lo que recorrió el asfalto arrancando piedras, al extremo que en ese afán de parar, ¡sacó chispas!… Entro al karaoke vio a su amada llorando en un rincón, ella le contó que fue engañada por unas amigas que la convidaron hasta ese lugar por solo el gusto de burlarse de ella y causarle daños a su amado. Le pidió disculpas y el ratoncito enamorado se tranquilizó.
¿Saben quien era ese ratoncito?…, no era otro que Speedy Gonzáles, el ratoncito mexicano que tantos dolores de cabeza le da al gato Félix, que fue quien urdió esa trampa para burlarse de él y producirle sufrimiento. Después de esto no se que suerte le espera al gato…
Colorín colorado este cuento se ha terminado.
Miguel Aramayo
SCZ – 2-02-2007