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Algo que no es mío

12 Feb

Algo que no es mío

Acabo de leer la pagina 38 de “Caprichos literarios” de Mario Araujo Subieta que recopila varios artículos de un periodista potosino que por eso que todavía continua en nuestra patria vivió en Argentina, donde supieron apreciar su arte literario, se trata de don Pablo Subieta que nació el 29 de junio de 1844  y en agosto de 1867 tuvo que refugiarse en Salta para huir de la tenebrosa dictadura de Melgarejo.

 

A continuación transcribo lo que leí y lo pongo a consideración de ustedes porque lo que expresa la opinión de don Pablo Subieta, recopilada por Mario Araujo Subieta (uno de sus descendientes y hermano de un compañero de trabajo) es lo que todavía los bolivianos seguimos buscando sin encontrar:

 

En un artículo que se titula “Pensemos con serenidad”, del 8 de marzo de 1884, el señor Subieta expresa con nitidez ese pensamiento:

 

Una república asolada por la guerra civil, torturada por una guerra extranjera, afligida por las penurias económicas, hostigada por graves y trascendentales necesidades no se gobierna lo mismo que un país normal, pacífico, próspero y rico, con vías fáciles, crédito y fuerzas poderosas de conservación.

 

El hombre que venga al poder no debe ser un charlatán, ni un matón, ni un viejo caduco, ni un rico estúpido, ni un tipo raro y extravagante divorciado de la política, de la vida social y de los goces o dolores Íntimos del pueblo. Necesitamos un hombre severo, pacífi­co, sin ambiciones personales, sin infatuación por sus glorias y con­quistas, sin enemigos radicales y con títulos honrosos que se basen en la inteligencia y en la virtud, garantizados por la independencia de voluntad, de conciencia y de acción.

 

Más claro: necesitamos un hombre que no sea un tirano, un vi­cioso, un loco utopista, que no robe cuando maneje intereses, que no mate a sus conciudadanos si la ley le pone la espada en la mano, que no locuplete a sus parientes cuando disponga de empleos, que no se convierta en agiotista y mercachifle de las riquezas del país; necesita­mos un hombre sereno, honrado, laborioso y pacifico.

 

¿Quién es ese hombre? Por cierto que no es el general Camacho, militar, ajeno a los negocios económicos, sin nociones de las grandes industrias, de las empresas regeneradoras.

 

No es tampoco Arce, negociador hábil con los gobiernos, infa­tuado por su fortuna y sin esas miras que hacen inaccesibles a los hombres al lodo de los fangos, donde se salpican algunos y se man­chan otros.

 

Si pensamos con seriedad y espíritu sereno; si miramos con ojo claro, sin prismas ni lentes que nos ofusquen; si buscamos nuestro hombre con la linterna de Diógenes, tal vez no lo encontremos en condiciones tan excelsas, pero fundado en ese tipo raro, simpático y respetable, está el digno ciudadano Dr. Gregorio Pacheco.

 

Pasada la farsa será una figura sería en la escena política.

 

 

Miguel Aramayo

SCZ 12-02-2007