Arte y matrimonio
Se muy poco de arte (–Miguel, no seas mentiroso. – No sabes nada de arte). Después de esa aclaración de parte de mi conciencia, he quedado “achicolao” y quizá me cueste volver a retomar el tema elegido, pero como soy cuerodazo lo intentaré.
El cuadro “Salvator Mundi”, la única obra de arte de Leonardo Da Vinci, dio varias vueltas al mundo hasta que llegó a manos de Dmitry Rybolovlev, tras pagar la suma de 125 millones de dólares a Yves Bouvier, el marchante que se la vendió. Anoche (15 de noviembre de 2017), durante una subasta pública llevada adelante por Christie “s, el Salvator Mundi, una de las obras más increíbles redescubiertas en el siglo, fue vendida por una suma récord: 450 millones de dólares.
Esta noticia me pareció asombrosa, por el precio que pueda tener un cuadro, un cuadro de un barboncito, que aparentemente personifica a Jesucristo, con el cabello largo hasta debajo de los hombros, que termina en bluques y no en blondas, como en otros cuadros. Con una barba rala, como de un lampiño que se quedó mucho tiempo sin afeitarse, con un escote que da la impresión de que fuera una mujer. Digo que representa a Jesucristo, porque tiene levantada la mano derecha, con los dedos: pulgar, índice y del corazón, levantados en señal de bendición; en la otra mano doblada a la altura de la cintura, sostiene una esfera, que da la impresión de ser de cristal. Los colores son opacos con un fondo negro, pero el rostro y lo que se ve del pecho, muy iluminados, con lo cual resaltan sus rasgos, que no muestran ninguna dulzura.
Otra de las cosas que me llamó la atención es que el dueño del cuadro, el Sr. Dmitry Rybolovlev, quedó pringado con el tema de los famosos “Papeles de Panamá”, porque al divorciarse de su mujer, en mayo de 2014, el Juzgado de Primera Instancia de Ginebra lo condenó a pagarle alrededor de 4.500 millones de dólares a Elena Rybolovleva. Terminó llegando a un acuerdo y le pagó 650 millones de dólares, pero ahora que estalló el escándalo de los Panamá Papers, la historia se reabrió y todavía no se sabe en qué ira a terminar su truco de esconder millones disfrazados en obras de arte e inversiones de “compañías offshore”.
El ruso millonario, que conoció a su mujer mientras estudiaban medicina en la Facultad de Medicina de Perm; ocultó su riqueza en obras de arte, bajo la fachada de una empresa desconocida para Elena. Pinturas de: Picasso, Van Gogh, Monet y Degas, que son las que estaban entre los tesoros que ella jamás podría alcanzar, gracias a las maniobras fiscales que había logrado construir su ex marido.
Después de leer esa historia, me quedé pensando en el ruso millonario, en su pobre mujer y los comparé con la felicidad que tenemos los pobres, que no tenemos que esconder y que hemos logrado sobrepasar los cincuenta años de matrimonio, sin llegar a pensar en divorcio.
Miguel Aramayo
SCZ.16-11-2017