Cuento cuentito, rojo rojito
Un hombre mayor peinando canas, que todavía podía caminar, estaba sentado en un banco de la plaza. Por donde ahora aparecen policías encapuchados y súper armados, transitando con sus motos con sirenas. Da la impresión que son de la guerra de las galaxias, correteando seres extraños con la bandera o camiseta con algunos números y letras; son los que alborotan a los guerreros del espacio, porque aparentemente les producen comezón.
Ese hombre de la tercera, estaba sentado junto a un policía común y corriente, incluso estaba sin el uniforme y un profesor rural que estaba descansado después de haber rezado su rosario en la catedral. Ambos personajes conversaban amenamente.
Uno le contaba al otro: –En la policía nos han obligado a comprar un celular para poder manejar la “billetera virtual” y ese celular estará a cargo de mi esposa, que será la que tenga que gastar parte de mi sueldo, el cual se ha convertido en dinero cibernético, y las compras debemos hacerlas en empresas autorizadas por el gobierno. Esas empresas seguro entregarán bolsas con los productos que ellos comercializaban.
El policía le contaba al profesor: –Tenemos que hacer colas inmensas para poder conseguir los productos para la subsistencia, ya no es como antes cuando podíamos disponer de nuestra plata.
El compañero, era maestro rural soltero, estaba en peores condiciones, porque la billetera electrónica la tenía que manejar él, pero el tiempo de trabajo no le daba para hacer las colas y tuvo la suerte de conseguir ayuda para hacer las filas aburridora: Esa persona debía ser soltera, a ella le pagaba por ese servicio y esa persona no podía manejar dos celulares simultáneamente.
Ambos se lamentaban de la situación a la que habían sido llevados por instrucciones, aparentemente venidas del Caribe y que en el país tenían el apoyo de gente con otros intereses económicos diferentes a la mayoría de la población.
El viejito era jubilado, también estaba en una situación similar porque su jubilación y su bono dignidad le pagaban en forma electrónica. Su pobre mujer que estaba con bastón, debía llevarse una sillita a las colas. Ese pobre hombre se recordaba, de los liberales cuando los trataban mal, pero que le pagaban en efectivo y él con esa plata podía comprar lo que le daba la gana. No necesitaba hacer colas y portar un celular para cobrar la miseria que ahora recibía en la bolsa: Bolsas donde le ponían cada mes sal para todo el año y productos vencidos que no servían ni para alimentar a su gato y a su perro, los cuales acompañaban en la cola a su esposa, pero no podía comprar carne, pollos y huevos, porque esos productos no estaban en el registro de empresa del país.
Comparto este cuentito con ustedes, para que se vayan formando una idea de lo que nos espera si los guerreros del espacio siguen colaborando con los matemáticos, los de ojitos saltones y los que tienen un solo ojito.
Miguel Aramayo
SCZ.14-12-2018