El odio y el amor
El odio, la envidia, el desprecio, la venganza, son sentimientos que le quitan tamaño al hombre, lo envilecen y lo hacen caer en una espiral, espiral que los lleva al infierno. En cambio la amistad, el amor, la compasión, la caridad, son sentimientos que también le llevan a un espiral, pero un espiral ascendente, que lo lleva al cielo, que lo acerca a Dios.
Pienso que existe una relación directa entre estos sentimientos y la educación, la inteligencia, los conocimientos, pienso que cuanto menos educación, menos conocimientos, menos capacidad intelectual en los hombres, estos son más proclives a los malos sentimientos, lo contrario sucede con la gente que lee, que estudia, que escucha, escucha en vez hablar o mejor dicho en vez de vociferar.
Otra cosa que he observado es que la gente altanera, orgullosa, superflua, es más inclinada hacia los malos sentimientos, lo contrario sucede con la gente dócil, humilde, porque pienso que la humildad no es solo un sentimiento, es una condición de vida, es un estado de animo que ennoblece, que adorna a las personas.
La gente mala, perversa, es fácil de que también sea mentirosa, porque la mentira le permite mantener su orgullo su altanería y esta gente engaña a los demás para conseguir beneficios de su engaño. La gente buena, por general no miente o sus mentiras son “piadosas”, son mas por poses de cortesía, que es lo contrario de la altanería.
Todo este montón de palabras expresadas en los cuatro párrafos que anteceden, las emití únicamente para contarles que hoy leí un artículo que me dejó impresionado, Titula “Odio” y fue escrito por un señor que se llama Juan José Toro Montoya, (artículo que incluiré en esto que escribo); algo con lo cual comparto plenamente. Él analizó: “el por qué Bolivia siendo tan rica en recursos naturales, sea tan pobre en recursos económicos”. Llegó al convencimiento, que el motivo es el “odio”. Odio que es una característica intrínseca de la raza aymara.
Ese odio que llevan nuestros originarios, uno lo puede leer en los escritos del Inca Garcilazo de la Vega, cuando dice: “El Dios Inti envió a sus hijos Manco Cápac y Mama Ocllo, para salvar a los hombres que se hicieron malos, al extremo de comerse entre ellos”, esos “ellos”, eran los aymaras, que cuando llegaron los incas ya eran odiadotes.
Leyendo a Isabel Allende y las bases históricas sobre las que fundamentó su novela: “Inés del alma mía”, también podemos ver, que los españoles usaron como “carne de cañón”, en las luchas contra los aborígenes chilenos y en las peleas entre ellos, a los aymaras, porque eran gente aguerrida, mala, que disfrutaba de la pelea y le satisfacía la sangre.
Si uno analiza algunas de sus costumbres que hasta hoy perduran, como el “tinkus” (El Tinkus no es una danza cómo erróneamente se cree. Es un enfrentamiento de carácter ritual que se realiza en las poblaciones del Norte de Potosí. El significado de la palabra Tinku es «encuentro» -de la palabra quechua tinkuy, encontrarse-).
Analizando el comportamiento de otros aborígenes, los laimes y los jucumanis, que son dos grupos indígenas del norte de Potosí. Esos indios, a toda furia pelean. Ellos los más pobres de la pobre Bolivia, parias entre los parias, se dedican a matarse entre ellos, en la helada estepa al norte de Potosí. Quinientos han caído, de ambos bandos, en los últimos veinte años, y son incontables los ranchos incendiados. Las batallas duran semanas, sin tregua ni perdón. Se despedazan los indios por vengar agravios o disputando pedacitos de tierra estéril, en estas altas soledades adonde fueron expulsados en tiempos antiguos. Laimes y jucumanis comen papa y cebada, que es lo que la estepa, a duras penas, les ofrece. Duermen echados sobre cueros de oveja, acompañados por los piojos que agradecen el calor del cuerpo. Para las ceremonias del mutuo exterminio, se cubren las cabezas con monteras de cuero crudo, que tienen la exacta forma del casco del conquistador.
Con ese poquito de análisis histórico y los recuerdos que trae a mi mente: “Raza de Bronce” de Alcides Arguedas, que se escenifica en Watajata, esa su historia de nuestros indios, que por extraña casualidad es donde tiene su casa el ex vicepresidente Victor Hugo Cardenas. Me animo a decir, que esos nuestros originarios, que ahora están queriendo quedarse con esa casa, son descendientes de los mismo que nombra Alcides Arguedas en esa novela.
Lo único que revertirá la situación actual, es algo en lo que pienso desde que soy chico, los gobiernos deben invertir el máximo posible para mejorar, la salud, la alimentación y la educación de esos nuestros hermanos “originarios”, “indios malos”, “indios que nacen con odio”, que destilan odio, que trascienden odio. Ese odio se podrá revertir con educación, con mucha educación, no tratando de retroceder en el tiempo quinientos años, para encontrarnos con más odio, con el canibalismo que quiso extirpar el Dios Sol (Inti).
Estamos a tiempo de revertir esa situación, pero no es sembrando más coca y pidiendo al mundo que las despenalicen, no es fomentando la corrupción y queriendo nacionalizar empresas, no es con la wiphala, el poncho rojo y el máuser, no. Es con educación, mucha educación, buena alimentación y salud, para que esos indios odiadores se sientan iguales a nosotros, los que podemos ayudarlos, ayudarles sin repartirles las tierras de los que trabajan para hacer grande Bolivia.
Luis Alviña