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Escribo y escribo

15 Jul

Escribo y escribo

Mientras mis pensamientos juguetean con mi mente, mi mente algunas veces está confundida. Para poder encontrarse, desliza una estilográfica por un papel en blanco. Sin saber que por medio de esa plumilla escurren mis
pensamientos, que al llegar al papel desparraman sentimientos. No todo es blanco, a medida que la estilográfica recorre por esa superficie y la va tiñendo de azul. En algunos momentos esos pensamientos que se escurren, por más que la tinta es azul, manchan
el papel de color rojo sangre. Otros momentos de mis ojos se desparraman lágrimas, que esparcen el azul de la tinta, el rojo de mis pensamientos y el amarillo del desanimo.

 

Lo interesante de escribir, es que uno puede expresar algo no vivido y también experiencias vividas con mucha intensidad. Recuerdos que permanecen en el interior del intelecto de quien las dibuja en el papel, con tanta
claridad, que lo aparentemente ficticio, en realidad es fruto de los sentimientos, que el escritor lleva acumulados en su interior. Sentimientos que fluyen de sus neuronas, de los lugares más recónditos de su consciente y en muchos casos son extraídos de su
subconsciente, pero se entremezclan con la realidad de lo vivido o en los afanes de lograr vivir lo que no pudo ser y sin embargo fue.

 

Quien escribe dejará que fluya eso que lleva escondido en su mente, o lo que sin estar escondido se entremezcla con la realidad para dar origen a un relato, a un cuento y en algunos casos a una novela. En otros momentos
no serán más que simples reclamos, reproches y gritos de espanto del escritor, traducidos en letras que la pluma va desparramando en papel, papel en un principio en blanco, pero de un momento a otro está totalmente garabateado expresando sentimientos. Sentimientos
algunas veces bonitos y otras solo expresiones de dolor o pesar de lo que fue y no se puede cambiar, por más que esos recuerdos atormente al autor.

 

Es muy interesante después ver al escritor releyendo lo que escribió, borrando lo que no le gustó y volviendo a escribir lo encontrado no correspondiente. Es muy difícil borrar con el codo lo que se escribió con la mano,
por lo tanto, algunas veces es preferible hacer un bollo del papel donde se expresó lo que no se quiere compartir con nadie, y tirar a la basura ese bollito de papel, o quemarlo para que en volutas de humo se eleven al cielo los malos pensamientos o las malas
expresiones.

 

Muchas veces el escritor se arrepiente de haber pasado al papel lo que llevaba en su mente, pero lamentablemente hizo copias y las repartió. La gente leerá esos escritos y pueden interpretarlos a su antojo, desvirtuado
totalmente lo expresado. Esos sentimientos no pueden volver a la estilográfica, para desde allí trasmitirlos al escritor, para que los esconda en las neuronas que forman parte de sus recuerdos, de su subconsciente.

 

Muchas veces me puse a pensar que, al exteriorizar los sentimientos en letras, uno se expone a compartir secretos, a exponer su alma como si fuera un muñeco con el cual todos podrían jugar. Juguete que algunos además
de jugar lo acariciarían, pero otros podrían usarlo para limpiarse las manos e incluso esparcirle excrementos.

 

Quien escribe se expone a la crítica, a los reproches de algunos y a las alabanzas de más. Al expresar los sentimientos en palabras, al final se obtiene el beneficio pretendido y logra dejar a la posteridad lo que acumuló
su cerebro por situaciones y sensaciones que en algunos casos lo hicieron feliz y en otros le produjeron tristezas. Todo esto lo comparto principalmente para satisfacer mi ego.

 

Miguel Aramayo

SCZ.30-12-2021 a pocas horas de un año que me dejó un sinfín de sentimientos, para solaz de mis pensamientos.