Fantasmas y fantasías
Mi madre me contó que tuvo un encuentro con un duende, un enano, con un sombrero tan grande que no permitía verle la cara ni las manos, pero que se percibía que era un espíritu que caminaba y asustaba a las personas. Mi madre contaba que cuando tuvo esa visión se desmayó y al despertar, le salía sangre de la nariz.
A muchas otras personas escuché relatos de similares anécdotas, no digo historias, porque pienso que no eran más que alucinaciones de gente asustada, incluyendo a mi madre. Yo particularmente he desafiado a los fantasmas, duendes, e incluso al diablo a quien, desde un lugar oscuro y tétrico del jardín de la casa de mis abuelos, lo convocaba diciéndole: “Diablo si eres macho (valiente) preséntate de cualquier forma o asústame con algo que me pueda amedrentar”. Nunca tuve ninguna aparición que pudiera asustarme y hacer escapar de ese lugar oscuro del jardín.
Cuando mayor he sentido miedo en varias oportunidades, porque sentía ruidos que hacían que mi cuerpo se erice, pero siempre encontré la respuesta real a esas expresiones misteriosas, una tortuga que hacia fuerzas debajo del pedal de una máquina de costurar y para descansar dejaba audible sus resuellos, que no era más que respiración cansada por la fuerza que hacía para librase del pedal. En otra oportunidad incluso tuve que sacar el revólver, porque alguien hacia un ruido en la ventana del dormitorio, donde me encontraba leyendo una novela de terror y descubrí que una oruga que se hizo mariposa dentro de su capullo, el mismo que reventó entre la malla milimétrica y el vidrio de la ventana que estaba junto a mí.
Mi suegra se divertía con las amigas de sus hijas y sus hijas, asustándolas escondida en una sábana detrás de un árbol en una noche oscura en la que las muchachas pretendían salir de la casa sin permiso. Ella también una vez baleo una puerta porque escuchó que alguien intentaba entrar y al no identificarse ella disparo la escopeta y mató al puerco espín que estaba al otro lado de la puerta.
De ese tipo de historias uno escucha a montones, y en mi caso, tengo la seguridad de que los muertos se mueren para siempre y si nosotros creemos verlos o sentirlos, no es más que por el amor que les tuvimos, aunque ¡sí!, creo que en la eternidad y todo lo que me enseñó la religión que profeso, incluso en contra de gente que dice que los libros religiosos fueron escritos por los hombres, lo cual es cierto y, que ellos crearon a Dios a su imagen y semejanza y no fue Dios que nos creó a su imagen y semejanza, aunque él es totalmente espiritual y se presentó a los hombres de diferentes maneras, como fuego, como voz, como trueno.
Yo siento a mis seres queridos, como una brisa que me acaricia, que me refresca y que me imbuye de recuerdos, recuerdos y añoranzas, que los hace presentes en mi mente y que me permite compartir con ellos el cariño que les tuve, y que todavía está presente en mi ser, en mi alma, en mi cerebro y en mi corazón.
Esto que escribo y comparto con ustedes, lo hago porque se me presentó la oportunidad de leer una noticia que mostraba las estadísticas de cuanta gente cree en los espíritus en uno de los países, más grandes económicamente, más poblados y con mayores avances tecnológicos, los Estados Unidos de Norte américa. Desde luego que no son los únicos, los bolivianos y sobre todo los autóctonos, viven viendo visiones de fantasmas, incluso hubo alguien muy inteligente, que hablándoles les decía: “si no le hacen caso al jefe, el Sol se podría esconder y la Luna se podría ir y que los gringos vendrían a comerse a sus hijitos”.
Miguel Aramayo
SCZ.17-11-2017 El domingo hará un mes de la partida de mi hermana.