Historia de amor y lujuria
Soy un fanático del amor y porque no decir sin descaro, también de la lujuria, porque pienso que es un componente primordial para acrecentar el amor y lastimosamente ha muerto quien podría corroborar lo que digo. Murió treinta años antes de Jesucristo, se trata de una mujer que era hija de Ptolomeo XII, Filopátor Nea Thea, Trifena cuyo nombre significaba «Gloria de su padre«.
Esa mujer no era bonita, al contario su nariz era demasiado larga, y su mentón, prominente, pero brillaba por lo que hoy llamaríamos charme: encanto, hechizo, poder de seducción, y además una sólida educación griega. Hablaba egipcio –algo muy poco común en ese período–, griego, hebreo, sirio y arameo, y había sido instruida en política, música, literatura, matemáticas, astronomía y medicina.
A la muerte de su padre, que era corrupto, amante de grandes fiestas, pésimo gobernante, y dependiente de la interesada ayuda romana, ávida del oro, que abunda en esas tierras. Lo sucede en el trono, con tan sólo diecisiete años de edad, para lo cual debe casarse con su hermano de doce años, porque eso determinan las leyes de su dinastía, de lo contrario no podía asumir el poder. Reina entre dos fuegos, la decadencia, hambre y miseria de su pueblo y la codicia y ambición de poder de Roma, que está en expansión.
Su hermano y esposo, Ptolomeo XIII, Dionisio; influido por sus consejeros, que además son enemigos de ella – su hermana: El eunuco Potino, el general Aquilas y el retórico Teodoto–, la expulsa del poder. Ella, además de «dulce, refinada, encantadora», como la define el historiador Plutarco, es ambiciosa y bravía. Huye a Siria, reúne un ejército, y planea recuperar el poder.
En Roma, están en guerra civil. Cayo Julio César derrota a Pompeyo, y se refugia en Egipto, pero Ptolomeo XIII no lo recibe y ordena asesinarlo. Cuando César recibe en una bandeja de plata la cabeza de Pompeyo, llora; era su rival, pero también su amigo, a quien decidió perdonarlo, mientras descansaba en el palacio real de Alejandría, que es la más deslumbrante de las ciudades egipcias.
La hermana de Ptolomeo XIII, que aún sigue en el exilio, urde un plan tan audaz como peligroso. Entra de noche a Egipto, burlando la vigilancia, llega al palacio, se hace envolver en una alfombra… y al desenrollarla aparece ante el hombre más poderoso de Roma, y acaso del mundo. A quien enamora y subyuga de tal manera que logra derrotar a su hermano, el mismo que muere ahogado en el barro del Nilo, todo esto lo hace usando sus poderes de seducción y algunos otros trucos, para hacerse apetecible. De esa relación nace un hijo, Ptolomeo XV Filópator, apodado Cesarión.
Para gobernar una vez muerto su hermano, se casa con el hermano menor, de tan solo diez años, pero mientras tanto, el romano regresa a Roma, donde a ella nadie la quiere y su amado muere. Teme que su hermano y marido Ptolomeo XIV le arrebate el trono y no se detiene: lo envenena, y nombra rey a su hijo ¡de cuatro años!
Después de la muerte de su amado y padre de su hijo, recibe el pedido de ayuda de Marco Antonio, que está en guerra contra los que mataron a su amigo, ella no le acepta, pero decide juntarse con él durante cuatro días, en ese encuentro y él – Marco Antonio – cae fulminado por los encantos de esa mujer y de ese enamoro, él retorna a Roma y se casa con Octavia, pero decide retornar a Egipto y es allí, que ella queda embarazada de mellizos, que al nacer reciben el nombre de: Cleopatra Selene II y Alejandro Helios.
Como verán esta historia que les conté y que la extraje de un artículo que salió en el periódico de hoy, es algo que muy poca gente sabe de Cleopatra, Julio Cesar y Marco Antonio y muy especialmente de los hijos que ella tuvo para ambos, antes de morir picada por una víbora áspid.
Miguel Aramayo
SCZ.14-11-2017