Increíble
Era una noche de verano, de esas donde el cielo está puro. Tan puro, que no solo se pueden ver las estrellas de más renombre, sino también se distinguen las constelaciones. Además de la Via Láctea, se observa la profundidad
del universo y la grandiosidad de la creación. No hacía ni frio, ni calor, la temperatura era la adecuada para los cuerpos y por lo tanto era una noche ideal para amar y ser amado.
Ella vestía con poquita ropa, que hacía juego con su juventud, con su belleza y con el estado de animo que imperaba en ese ambiente de paz, de romanticismo. Él muy galán, con la barba perfectamente rasurado y el cabello
muy bien peinado y perfumado con una loción acorde con el ambiente que los rodeaba. También lucía una camisa de manga corta que dejaba su piel bien bronceada expuesta a las caricias que le pudiera brindar su amada compañera. Complementaba su indumentaria con
pantalones planchados de una manera impecable y que hacían verlo más alto y esvelto.
Estaban disfrutando de una noche de descanso. Habían cenado de una forma frugal y degustaron un Chablis muy fresco, que dejaba apreciar el néctar de las uvas. Conversando trivialidades que eran propias de su relación,
en algunos momentos se tomaban de la mano, algo muy espontáneo, de personas que comparten un secreto y un gran amor.
Cuando hubieron concluido la cena y dado fin a la botella de vino, decidieron continuar la noche escuchando música y bailando. Llegaron a una discoteca que frecuentaban con relativa asiduidad. El lugar cuyo nombre: “Moulin
Rouge”, situado en el barrio rojo de Pigalle, al pie de Montmartre.
Pidieron un Laurent-Perrier, bien frio, para poderlo degustar mientras jugueteaban con sus besos y caricias, ella lo abrazaba muy tiernamente, mientras acariciaba su antebrazo. Algunas veces introducía su mano debajo
de la camisa para enredar sus dedos en la vellosidad del pecho de su amado. Él la besaba y de vez en cuando, con mucha delicadeza, recorría el pabellón de la oreja con la lengua húmeda, dejando en su mejilla la fragancia de su lesión Boss Bottled y tomando
el elixir de su perfume Acqua di Gioia. Todo esto mientras escuchaban bella música, que hacía consonancia que sus ansias y la expresión del amor que se brindaban.
Bailaban muy apegaditos y los efluvios del champagne consumido, hacia que en algunos momentos se sintieran como bailando entre nubes, más próximos al cielo; ese cielo que los rodeaba y abrigaba de caricias. Eran jóvenes
y disfrutaban a plenitud de lo que la vida les ofrecía en abundancia, que era la forma de acrecentar el amor que se tenían y que también era una gracia del Creador para los humanos en exclusividad.
Miguel Aramayo
SCZ.25-04-2022 A solo cuatro días de los 11 lustros.