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Intranquilidad

26 Abr

Intranquilidad

Cuando era chico constantemente me llamaban la atención porque no podía quedarme quieto, todo lo tenía que hacer corriendo y atropellando todo cuanto encontraba en mi raudo caminar. Era más que todo una carrera constante y cuando me mantenían sentado las fundas de los sillones quedaban sin sus trabas que las mantenían fijas, porque seguía moviendo mi físico y en esos momentos no callaba la boca, por lo tanto, encontraron una forma de mantenerme quieto y con la boca ocupada y me daban de oficio leer en voz alta, hasta que los aburría con mi timbre chillón.

 

La lectura me mantenía quieto y usando la boca en algo útil, algunas veces me pedían que lea en silencio y después verían si era verdad que había avanzado en la lectura. Generalmente la lectura me mantenía distraído, porque siempre tuve la suerte de recibir lectura interesante, logrando tranquilizar mi cuerpo y mantener mi boca cerrada, pero mi cerebro divagaba en sueños y ensueños, haciendo que mi imaginación elucubre fantasías.

 

Los años han pasado y algunas veces me olvido de la edad que tengo y pretendo hacer las cosas a las carreras, por lo menos pienso eso y todos los que comparten mi entorno se dan cuenta de mi híper actividad, algunas veces no pueden seguir mi ritmo. Por suerte las sillas donde me siento ya no tienen esa fundita sujeta al respaldar y las patas, esa costumbre ya se perdió, lo mismo los manteles y los pisitos en todas las superficies donde se pretendía proteger del polvo. Lo que quedó como costumbre es la lectura, porque no puedo estar tranquilo y la forma ideal de conseguir eso es leyendo.

 

Los años pasaron, las costumbres cambiaron y mi actividad me mantiene más tiempo sentado, pero siempre haciendo algo por obligación o para mantenerme activo de alguna manera, es por eso que soy una máquina de escribir, al extremo algunas veces pienso, con esa mi rutina acobardo a los demás. Alguien ya me hizo notar que no puedo estar con la boca cerrada e incluso para continuar hablando digo muchas mentiras, de la misma manera se refiere cuando opina sobre mis escritos.

 

Lo refranes son expresiones sabias del acervo popular y en su totalidad con palabras muy sencillas expresadas con mucha sabiduría, como el refrán que en este momento se me ocurre para describirme: “Genio y figura, hasta la sepultura”, que adecuado al oriente boliviano dice: “El que nace tatú, muere cavando”. Yo estoy acostumbrado a ser como soy y procuro refrenarme cuando estoy con otras personas, especialmente con quien me reprocha, pero algunas veces me olvido y “me disparo”. Recuerdo que mi padre tenía la misma particularidad y uno de sus amigos lo ridiculizaba diciéndole: “Tuco, contanos otro cuento de tu abuelita”, ese mismo amigo lo apodaba de “El mudo Aramayo” y ambas cosas me vienen “como anillo al dedo”, lo reconozco, pero no lo puedo impedir, por más que me lo propongo. “Si soy así, que voy hacer, nací buen mozo y embalado para el querer”.

 

Miguel Aramayo

SCZ.18-12-2018