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La juventud

19 May

La juventud

Qué belleza cuando el cuerpo es joven, entre los 25 y 30 años. Así lo observaba un hombre que había pasado los tres cuartos de siglo y se encontraba quizá en su último recorrido por su bella Italia. Reposaba en los lugares más paradisiacos, en hoteles, hostales o moteles, de pocas estrellas o en lugares donde podía reposar viendo todas las estrellas que ofrece el firmamento. Comer en cualquier lugar, poco con mucha calidad o mucho y de sabores extraordinarios. Quedarse en cualquier bosquecillo apreciando la fragancia que ofrece la naturaleza vegetal o sentarse en algún piedrón a la orilla de un rio, para dejarse subyugar por los acordes del agua en su descenso por la inclinación del suelo y el atajo de algunos objetos que frenan su curso, pero que lo hacen más bello como un ritmo de tarantela. También caminar descalzo por la playa, viendo el movimiento constante del mar en su ir y venir interminable y quedarse a observar el ocaso que tiñe las aguas como si fueran de fuego o despertar en la playa cuando nace o muere la luna, que tiñe las aguas como si fueran de plata derretida o mercurio en movimiento ondulante.

 

El hombre no estaba solo, disfrutaba de todo lo bello que ofrece este mundo, la naturaleza, el universo. Estaba con la pareja que lo acompañaba por tantos viajes y además de brindarse cariño mutuo, se prodigaban una compañía, que es la que hace mas bello todo lo que los rodeaba, aparentando ser mucho más hermoso, que lo que realmente es. Si dejan que sean los sentidos los que disfruten, de eso ofrecido por Dios y que es de su creación, ¡para ellos…!, ¡para todos los humanos…! Lo más importante, que también es un don Divino, es el amor, que existe entre ambos y que lo fueron cultivando poquito a poco, hasta el punto que en momentos como los que viven, se convierte en algo sublime que sólo ellos aprecian y agradecen al Altísimo.

 

Los años habían pasado a tal velocidad que su transcurrir no pudo ser apreciado, porque estaban inmersos a la vorágine que ofrece el mundo en su diario transitar. Trabajar, para tener una economía que permita vivir bien, dejarse absorber por la sociedad que es esclavizante, por las normas que impone. Moda, economía, política, salud, obligaciones familiares, laborales, del entorno social y descuida lo que es más importante, el amor, la convivencia en pareja, que fue impuesta por Dios: “El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer para ser una sola carne”. Como ejemplo tenemos “El cantar de los cantares” en los libros religiosos, o como. dice Alberto Cortez en su canción que en uno de sus versos dice: Qué suerte he tenido de nacer. Para comer a conciencia la manzana. Sin el miedo ancestral a la sotana o a la venganza final de Lucifer.

 

El que los años hubieran pasado, no significa que los mayores tengan limitaciones de amar, quizá ya no lo hagan con la impaciencia de la juventud, pero con seguridad lo harán con la paciencia y la ternura que brida el decantar cosas que existieron en la juventud y que ahora se convierten en experiencia, calidad, y pueden ser momentos más placenteros que el sólo impulso de la juventud.

 

Ese viaje por Italia de punta a punta, degustando buen vino, comiendo sabrosas aceitunas, pastas variadas y sabrosas, con pesto, yerbas aromáticas, como la albaca, el tomillo, el laurel, el romero y sobornado las salsas con buenos tomates, cebolla y ajos. Todo eso también aviva el amor y lo hace más placentero, que una simple pizza, o un buen estofado, a la pomarola o la picada de salames, salamines y buenos quesos.

 

Miguel Aramayo

SCZ.28-09-2020 Mañana cumplo 76 años.