Los ángeles mis amigos
Como vivo juntándome con ángeles, me hice gran amigo de dos, uno de ellos es mi amigo desde que tengo uso de razón, por algo más de setenta años, con ese somos “uña y mugre”, ese es “El Ser Chiquito”, Chiquito, como lo llamó cariñosamente, el otro es un ángel que de puro curioso se acercó a nosotros, pero que en un principio nos estaba espiando, porque le llamamos la atención y quería saber en que estábamos y estábamos haciendo una investigación sobre el funcionamiento del cerebro, más propiamente de las neuronas, axón y dendritas, y el efecto de la alimentación en su funcionamiento.
Sobre este tema, hemos escrito un libro entre los tres, el mismo que está en proceso de revisión donde nuestro editor, tenemos la esperanza de tenerlo impreso para septiembre de este año. Pero ese es otro tema, ahora lo que quería es contarles que mis amigos ángeles me visitaron y me invitaron a espiar a un personaje que está de moda, el mismo que tienen un julepe que lo atormenta y lo tiene en ascuas, desde luego que ese personaje no es santo de mi devoción, pero al mismo tiempo lo observo como a ser humano y no sé si tenerle compasión.
Para hacerlo más cortito y más didáctico les cuento desde el principio, así ustedes se pueden formar una idea e incluso podrían estructurar una película:
–Flaco ¿Qué estás haciendo? Me preguntó Chiquito.
–Querido amigo, ¡no importa que esté haciendo…!, si vos me necesitas dejo y te sigo. Esa fue mi respuesta.
–Yo estoy con Ángel y se nos presentó la oportunidad de trasladarnos a Caracas, al Palacio de Miraflores para poder espiar a un grandote que está en apuros, se metió a un callejón sin salida, pero no porque él quiera, sino porque lo hundió un viejito barbón, que ya no está aquí y su hermano, medio amanerado, es el que lo tiene jodido, porque le mando un montón de sus mercenarios que ahora no lo dejan descansar. No se dio cuenta que el apoyo que le daban era para meterle la mano en el bolsillo y ahora que sus bolsillos están desfondados lo siguen exprimiendo.
Mi respuesta fue: –Los sigo, pero ¿Cómo hago para ser invisible?
Y Chiquito retrucó –No te preocupes, acordate de cuando estuvimos en Rusia en busca de Osama Bin Laden. Yo tengo jarabes, pomadas y polvos para achicar, volar, desaparecer y Ángel tiene los mismos productos, por lo tanto, vos nos sigues.
Nos fuimos a Venezuela, en un abrir y cerrar de ojos. Cuando llegamos al Palacio de Miraflores, una edificación muy bonita, construido a mediados de 1884 por el conde italiano Giuseppe Orsi de Monbello. Una construcción notable, con salones que te dejan con la boca abierta, llena de cuadros, muebles y arañas que realzan su dignidad y hacen que te sientas grande y poderoso, como se sintieron sus dos últimos presidentes.
Llegamos y todo era como si estuvieran en guerra, todos estaban armados hasta los dientes y se notaba un aire de desconfianza, de temor, mejor dicho, de terror, el despacho del presidente estaba en otro lugar, un lugar humilde que era del área de servicios, como si fuera el dormitorio del cocinero. Allí le instalaron una mesita que la llenaron de teléfonos y celulares, para que pueda comunicarse con sus allegados. La taperita estaba rodeada de bolsas de arena, detrás de las cuales estaban los guardaespaldas. El grandote daba la impresión de estar drogado, pero pese a eso se notaba su temblor, no podía soportar sus nervios.
Nos quedamos observándolo, lo único que hacía era cambiar de celular y hablar con muchas personas, todo lo decía en una voz queda, que daba la impresión que no se escuchaba ni él, sus ojos eran de un brillo vidrioso, sus labios dejaban escapar una baba. Nos quedamos poco tiempo y retornamos a nuestro lugar de partida, porque la impresión que da ese lugar, es que cualquier momento explota.
Miguel Aramayo
SCZ.09-04-2019