Los duendes
Algún duende caminaba por el borde del escritorio de un amigo, escondiéndose detrás de la pantalla de su computador, que es una portátil muy finita (delgadita y liviana) y de última generación. El amigo no se había dado cuenta de ser observado, después de todo el espía era un duende, no un kelpie (Kelpie, o kelpie de agua, es el nombre escocés otorgado a un espíritu del agua capaz de cambiar de forma, el cual habita en los lagos (Loch) y estanques de Escocia. En sus apariciones usualmente se describe con la forma de un caballo de pelaje plateado y con ojos humanos de color azul celeste, que es capaz de adoptar una figura humana, de cabellos muy rubios y el mismo color de ojos que el animal).
Después me enteré que el duende o goglin (criaturas mitológicas fantásticas de forma humanoide), llamado así porque es intruso y se siente dueño de la casa que visita o se inmiscuye. Ese espíritu que algunas veces es visible, no estaba espiando al amigo con fines maléficos, al contrario, lo había notado triste, melancólico, apartado de los placeres mundanos y eso fue lo que le llamó la atención, no podía ser que se hubiera convertido en ser espiritual, después de que tenía referencias de que el amigo era un pillo de siete suelas, que no perdonaba bichito que volará o caminará.
Ahora el amigo sólo leía y escribía, había dejado las trullas y eso preocupó al duende, que fue enviado a espiarlo, para contar a sus jefes (en el cielo), si el susodicho estaba enfermo o sufría de melancolía como Garrick del poema de Juan de Dios Peza, que se intitula “Reirá llorando” que en una parte dice:
Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
sufro -le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.
Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte;
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única pasión la de la muerte.
El amigo en un momento determinado logro descubrir al duende y sin ningún temor lo interrogo:
–Bichito insignificante, ¿Qué haces espiándome?, ¿Quién te mando?
–Me mandaron del cielo –respondió el duende asustado o mejor dicho compungido. –querían saber cómo estabas, porque tu tranquilidad los tiene anonadados, ya no eres el pícaro de antes y hasta piensan que te convertiste en célibe.
–Pequeña criatura, puedes decirles a tus emisarios que ¡estoy biensisimo…!, que no tienen de que preocuparse, que es natural que un viejo este tranquilo, especialmente para que no lo tachen de “viejo verde” o de viejo burro.
No contento con ese mensaje que les envió a los que le mandaron al duende, le dijo:
–Duendecillo, no me asustaste y si te vuelvo a ver espiándome, el que saldrá huyendo de miedo serás vos, ¡te lo aseguro! –Y si quieren verme haciendo picardías que me avisen con tiempo, así les organizo en fiestecita.
Miguel Aramayo
SCZ.19-03-2019