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Mis ojos, mi alma

1 Dic

Mis ojos, mi alma

Estando en mis ensueños, como si estuviera sentado frente al mar en lo alto de un acantilado, mirando en lontananza la curvatura de la tierra y el achicarse del sol, del sol que se retira para dejarnos la frescura de la noche, con la luminosidad de una luna que aparece al otro extremo de horizonte y que llega acompañada de su fulgente anhelo de amor, de lujuria.

 

No era un ocaso crepuscular, ni el resurgir de la luna, lo que estaba observando en la realidad, eso sucedía en mi mente. Yo estaba sentado en un taburete bajito en el tocador del cuarto de mi madre y a mi frente se presentaba un espejo redondo, biselado en todo su contorno, lo que se llama una luna, pero una que permite reflejar tu figura, en el caso de las mujeres para adornar su rostro con el maquillaje, o simplemente para contemplar las arrugas e imperfecciones que aparecen con el avanzar de los años.

 

En mi caso era tan sólo para mirar mis ojos con la intención de poder penetrar a mi alma, por cuanto en innumerables oportunidades escuché decir que, “los ojos son las ventanas del alma”. Como era un muchacho inquieto, curioso y con ideas que rayaban dentro de lo abstracto, para no mencionar lo espiritual, porque en realidad algunas observaciones que realizaba, no tenían nada de espirituales.

 

Mirándome al espejo, podía juguetear con los gestos de todo mi rostro en conjunto, pero al mismo tiempo podía extraer diferentes poses de mi vista, expresando pena, alegría, tristeza, dolor. Porque una mirada puede mostrar exactamente los sentimientos que la embargan ese momento. Al mismo tiempo me daba la satisfacción de observar mis ojos, para poder utilizar esas expresiones cuando esté en contacto con otras personas, porque estaba haciendo el mismo tipo de simulaciones que los artistas deben aprender cuando estudian arte dramático y deben ejercitar sus facciones para que su actuación se asemeje a la realidad.

 

En esa época de mi vida, mis ojos eran mucho más expresivos y su color era más claro y su brillo más intenso y la forma en que debía mirar, la ejercitaba de manera de poder usar mis ademanes para causar en las personas la reacción que yo esperaba que sucediera. Eso de mirarme al espejo fue algo que use con mucha frecuencia, porque observe que esos mis ejercicios me daban muy buenos resultados. En otras palabras, me convertí en un “teatrero”, lo que en palabras más claras se podría decir, “un engañifle”, que algunas veces estaba triste, compungido y esa mi expresión hacia que las personas que me miraran, me vieran con pena.

 

Muchas veces utilice esa técnica con las muchachas, especialmente cuando viajaba en ómnibus, trasladándome de mi casa al colegio y viceversa. Si alguna chica despertaba mi interés, mientras hacia esos viajes, yo la miraba fijamente, con indiferencia o con atención, hasta que la hacía bajar la mirada y si ella insistía yo continuaba con mi juego de coqueto, hasta que me sonreían o me decían alguna palabra, que generalmente era para alagarme.

 

De esa manera llegué a entender que el ser humano puede maniobrar a sus semejantes, con simples poses y pienso que esa es una de las técnicas de convencimiento subliminal que se usa en publicidad comercial, pero mucho más en publicidad política, que es la que está tan de moda en el momento actual que vivimos, que quienes nos gobiernan necesitan lavarnos el cerebro aprovechando de la publicidad, de las poses y las palabras que logran convencer a los débiles mentales.

 

Miguel Aramayo

SCZ.01-12-2017 Primer día del último mes del año.