info@miguelaramayo.com

Monjitas

19 May

Monjitas

En una reunión de monjas que se realizó en el Vaticano, una muchacha periodista se disfrazó de monja, para poder hacer un reportaje de ese conclave, porque además su intención era recopilar información, pensaba escribir una novela sobre la vida íntima de las religiosas. La reunión de religiosos, monjas de diferentes edades, razas, colores, congregaciones. Todas de vestimentas de diferentes tonos, desde el blanco inmaculado, el marrón opaco y de diferentes tonos, lo mismo que distintos tonos de gris. Algunas otras combinaciones de colores, hasta al negro absoluto, deprimente; otras incluso con ropa de civil, pero como si hubieran buscado sus faldas, blusas, sacos y abrigos, de una tienda de ropa vieja o como si las hubiera uniformado “El Ejército de Salvación”, con los desperdicios que usan como donativos.

 

Otra de las cosas que las diferenciaba era la toca, cofia o griñón, con el que cubrían su cabeza, que algunas veces era un simple pañuelo, una casulla o una cofia, algunas no cubrían ni la cara ni el cabello y llevaban un peinado desprolijo, pero también había unas que tenían un aditamento como las alas de un avión, que les salían de la cara para extenderse en el aire, o algunas cofias con montón de pliegues. En todos los casos con las caras lavadas, pero calzando diferentes tipos de zapatos y sandalias.

 

El objeto de la reunión, no era para rezar o confraternizar, ¡no! El objeto era poder discutir la situación del mundo actual y la participación de la mujer en la vida activa, porque ellas habían quedado rezagadas en la historia de la humanidad y si bien algunas de ellas colaboraban activamente en atención de enfermos, niños, ancianos y en algunos casos se dedicaban a la educación. Los códigos de conducta y los reglamentos de cada congregación estaban muy atrasados. En el montón de religiosas, había un grupo muy reducido de monjas de claustro, que fueron conminadas por sus obispos, a la obligación de asistir, en algunos casos fue orden superior del Vaticano que las obligo. Ese era el grupo que realmente estaba fuera de foco, porque es inaudito que a estas alturas todavía exista gente que se encierre para dedicarse únicamente a rezar.

 

La periodista disfrazada llevaba el hábito de San Francisco, Una sotana café con casulla, pero además una cofia blanca que dejaba ver solamente la cara y ocultaba las orejas, el cuello y el nacimiento del cabello. La periodista era muy bonita y había dejado de depilarse hacia un tiempo, por eso las sejas estaba bien pobladas, pero adornaban sus ojos unas bellas y largas pestañas, que daban la impresión de estar delineadas, lo mismo que sus labios que eran de un intenso carmesí, con una hermosa sonrisa, que dejaba ver una dentadura bien cuidad. Cubría sus pies con un mocasín de taco bien bajito y con medias que combinaban con la sotana. Las manos muy bien cuidadas, pero tuvo que cortar sus uñas al ras y dejar de usar cutex. En el pecho llevaba un crucifijo muy pequeñito que el mismo tiempo cumplía dos funciones, tenía una cámara y un micrófono, además que vibraba de dos maneras diferentes, una que denotaba que tenía mensajes del celular o la otra que anuncia si se estaba agotando la batería, para que adicione uno de los cargadores que tenía en uno de los tantos bolsillos. Ese crucifijo funcionaba por bluetooh de esa manea no tenía el riesgo de que se enreden los cables.

 

Eran muchas religiosas asistentes a la reunión, que el alojamiento para tanta gente quedó medio complicado, por suerte el Vaticano se adecua para ese tipo de aglomeraciones, pero eran muchas más que en un conclave de cardenales o una reunión ecuménica.

 

La periodista había preparado la encuesta que pensaba realizar, pero simplemente como una referencia y su intención era seleccionar 8 monjas 2 por cada edad considerando el grupo de 20 a 30, otro grupo de 30 a 40, el tercer grupo de 40 a 50 y el último grupo las que superan los 50, que era el mayor grupo. Pero esto era para manejar la parte estadística. Su intención era comunicarse con el mayor número de monjas, de esa manera podía obtener mayor, mejor y más diversa información; sobre todo para la intención principal, de documentarse para escribir la novela.

 

La encuesta era única, eso significa que las preguntas eran las mismas para todas las edades, lo único que, no serían formuladas como una encuesta, sino como una charla informal para conseguir que la interlocutora pueda expresarse además de los tópicos requeridos para la estadística, exteriorizando sus temas personales para nutrir de información para la novela. No pensó hacer las consultas al grupo, sino una conversación informal de una en una, para eso debía ingeniarse para abordar a cada una en forma individual y en situaciones que no llamen la atención.

 

Las preguntas tampoco era muchas y más bien pretendía que cada una de rienda suelta a lo que quería explicar en base a la pregunta formulada. Sobre todo, lo que pretendía la periodista es obtener información personal de cada monja con la cual se cruzaba, podían ser unas pocas palabras o una charla que se extienda por más tiempo, además de las charlas en grupo y en ese caso no usaba la grabadora y simplemente tomaba nota mental de los temas tratados y después los registraba en su agenda, pero esto cuando estaba sola.

 

De la supuesta encuesta, el resultado que obtuvo a grandes rasgos era que: El 80% habían elegido esa vocación en forma voluntaria y sin ninguna presión, un 15% obligadas por algunas circunstancias y solo un 5% estaba conminadas a cumplir su encierro, eso entre las de claustro y las de menor edad. El 90% se sentían a gusto en el convento y con la actividad que realizaban, sobre todo las de mayor edad, las de menor edad que constituían un 7% de la muestra no están a gusto y el 3% era las de claustro que tenían muchas quejas y esperaban la primera oportunidad para cambiar de rumbo.

 

Anécdotas había a montones y con eso la periodista disponía de un buen material para hacer una novela. Tuvo algunas sorpresas, como que se encontró con monjas que estaban allí porque fueron obligadas, pero con el sermón habían llegado tan profundo a sus corazones que realmente se sentían esposas de Jesús. En cambio, no pensó que pudiera encontrar religiosas que extrañen tremendamente su vida familiar e incluso se topó con una que conservaba un amor en secreto y que tenía comunicación con el enamorado, con la esperanza de que en algún momento se pudieran reencontrar.

 

Lo más sorprendente fue encontrar una monjita de más o menos 25 años que le contó que había perdido la virginidad dos veces. La primera una pérdida real y la segunda poseía una historia interesante que la mantendría en secreto, pero que la explotaría en su novela. Esta situación es muy normal en la vida fuera del claustro, del convento, pero algo difícil dentro del convento, además que era una monja dedicada íntegramente a la vida religiosa y feliz de ayudar a los enfermos. El relato de esta monja fue amplio, porque aparentemente ella guardaba eso muy celosamente y si se le escapo, fue por una casualidad o por la habilidad de la periodista para hurgarle la boca, que ella decidió contar su secreto, mucho tiempo guardado y que no era de conocimiento ni de su confesor habitual, porque eso lo había confesado hacia mucho y lo tenía perdonado.  Era la causa por la que decidió tomar los votos y ahora se sentía muy bien en esa posición y estaba segura de haber obtenido el perdón y la gracia de Dios. Después de su relato quedo muy avergonzada y le pidió a su interlocutora que borre esa historia de su mente y no la comente con nadie.

 

Ese trabajo le tomó a la periodista siete días de convivencia con las monjas, muchas oraciones y conferencias muy interesantes. Quedó feliz con el material recopilado para su novela y se sintió más próxima a Dios después de esa semana vistiendo la sotana de una congregación tan famosa.

 

Miguel Aramayo

SCZ.20-07-2020