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Muy triste, pero muy triste.

15 Jul

Muy triste, pero muy triste.

Esta historia que narraré para ustedes tiene algo más o menos cincuenta años, cuando estaba trabajando en París.

 

El tiempo en París estaba con el cielo despejado y una temperatura de 24° centígrados, con un viento moderado que soplaban de noreste a una velocidad
de 16 a 34 km/h. Esto indicaba que estaba agradable para caminar sin abrigo, como yo me encontraba melancólico, disimulando por no decir que estaba triste, muy triste. Salí de mi departamento, con el huevo quebrado (*). A paso lento me dirigí a Montmartre,
porque sé que allí podría pasear, inadvertido y observando artistas y sus obras, pero también me podría sentar a tomar un café o quizá un trago, aunque eso no es recomendable cuando una está como yo estaba en este momento.

 

No supe cuánto tarde hasta llegar a la plaza donde se estacionan los artistas, ya llegué a donde quería estar, me senté en un banco para descansar y en lo posible
dejar la mente en blanco, lo cual es muy difícil, porque siempre tienes recuerdos que te alegran o te atormentan, pero por lo menos de esa manera uno se distrae observando a la gente, gente que transita por el lugar, en su mayoría turistas. Se escuchan voces
de todo tipo y en varios idiomas. Vi un grupo de mujeres, unas cinco o seis, todas muy bonitas y a todas luces latinoamericanas, entre los 25 y 30 años. A medida que se aproximaban al banco donde yo reposaba, se podía escuchar que hablaban español, quedé sorprendido
porque algunas de ellas me parecían caras conocidas. Eran **cambas, de Santa Cruz y dos de ellas me reconocieron y muy eufóricas se aproximaron, obligándome a que me incorpore para saludarlas y me presenten a las otras tres, porque en total eran cinco.

 

Mi estado anímico cambio de la noche a la mañana, lo que hasta hace un minuto atormentaba mi espíritu, ¡desapareció!, y me sentí como “perro con dos colas”, sumamente
feliz. Como estaba sin nada que hacer, les dije que podían disponer de mis servicios como “cicerón”, para que puedan completar su tour por la “Ciudad Luz”. Aceptaron y comenzamos conociendo la
Basílica del Sagrado Corazón y como estábamos tan cerca también visitamos la iglesia de
Saint Pierre de Montmartre, quedaron encantadas y después nos fuimos a tomar un café a “Los Dos Molinos”. Mientras estábamos tomando café y capuchinos, hicimos una lista de lo que podían observar en ese día y los próximos dos, que era lo que tenían
pensado quedarse en París. Le sacaríamos el jugo a ese tiempo, para que visitemos lo que yo consideraba lo más emblemático y lo que ellas tenían idea de conocer. No querían dejar de estar en el “Moulin Rouge” y también querían algún sitio donde se pueda tomar
buen champagne y bailar, aunque sea un poquito.

 

Después de tomar el café, que lo pagué por todos, quedamos que los próximos gastos los dividiríamos entre los seis y con grandes carcajadas armamos dos grupos de a
tres, para poder caminar unos detrás de los otros y no ocupar la vereda y la calzada.

 

­−Muchachas, así las llamaré de ahora en adelante para no chiparme con los nombres, les propongo hacer un paseo por el rio Sena de esa manera también pueden subir
a la torre Eiffel y fotografiarse en el Arco del Triunfo y los Campos Elíseos, después almorzamos en alguna de las terrazas junto al rio y paseamos por los Jardines de las Tullerías y el Museo del Louvre y nos vamos a caminar por el Barrio Latino y conocen
la famosa universidad de La Sorbona. 

 

En todo ese recorrido se nos pasó la tarde y el Sol ya se estaba escondiendo, para dejar paso a las estrellas.

 

−Les propongo algo que deberá ser decidido por ustedes: podemos comprar unas cuantas botellitas de buen champagne y nos vamos a mi departamento, a degustar ese buen
trago, descansar un poco y les invito una picadita, para a continuación ir a un boliche donde si quieren siguen tomando y podamos bailar hasta que ustedes decidan que las lleve a su hotel.

 

Una de ellas dijo: −Muy buena idea, así podemos usar tu baño, descansar y tomar tranquilas, renovado fuerzas para la noche. Nos encantaría conocer El Lido, o lo que
vos nos puedas sugerir. Nuestro hotel, que por si acaso, se llama Amélie está muy cerca de donde estamos y creo que también próximo a tu departamento.

 

−Así es, ¿aceptan la propuesta?  Todas al unísono gritaron −¡sí! Parecían que eran peladas de 15 y no mujeres en su mejor edad, pero mis paisanas son así, espontaneas
y alborotistas.

 

Compramos cuatro botellas de “Don Perignon” y pagué con mi tarjeta, diciendo que era lo último que pagaba, también compramos algo de fiambres y quesos, que lo pagó
una de ellas, la que hablaba más fuerte, la más gritona. Llegamos a mi departamento y les pedí que no griten para no incomodar a los vecinos, aunque los que estaban más próximos habían viajado a la playa. Todas hicieron cola para usar el baño, mientras que
las otras cuatro curioseaban todos los ambientes, dos de ellas se echaron en mi cama y yo me quedé reposando en el dormitorio de visitas, que es algo muy reducido.

 

Cuanto todas salieron del baño nos juntamos en la salita y la barra, saque las únicas seis copas que tenía y destapamos la primera botella, mientras degustábamos las
burbujitas, corte fiambre, queso y en tres platos acomode eso, más unas cuantas galletas de dos sabores, o mejor dicho de dos marcas, con el mismo sabor. Me pidieron que ponga musica, pero romántica para poder relajarnos y reposar, ocupamos los sillones, las
sillas y nos sentamos en el piso. Todos descalzos con nuestras copas en la mano y la botella en el suelo, fuera de la alfombra, los platos con la picadita también en el suelo. Cada vez que veía que faltaba champagne o fiambres y queso me levantaba y volvía
con el reemplazo.

 

A medida que las burbujas de ese elixir se posicionaban más en nuestras cabezas y alegraban nuestros corazones, las muchachas se ponían eufóricas: Incluso dos de ellas
se pusieron a cantar muy bajito, pero con linda voz y magnifica entonación. Una de ellas, mas arrofaldada me tomó de la mano y me obligó a pararme para bailar bien apegadita, abrazándome del cuello y dejando que su blonda cabellera acaricie mis cachetes. No
me pude negar y me hizo sentir que estaba vivo y había mandado a la mierda mi tristeza.

 

Nos terminamos el fiambre, el queso y las galletitas, nos chupamos las cuatro de “Don Perignon”. Por suerte yo tenía otras tres botellitas de ”Moët & Chandon”, después
de bailar con una, las otras también quisieron lo mismo, cada una más osada a medida que estaban más chupadas. Dos de ellas se echaron a dormir en mi cama y las otras tres se acomodaron en la alfombra, dejando que yo duerma en el dormitorio de huéspedes, pero
sin almohadas ni edredones, porque se lo repartieron entre las que quedaron en la salita, durmiendo en la alfombra.

 

Fue una noche excepcional para mí y también para ellas. Yo desperté sin ropa y no supe que paso en lo poquito que quedaba de la noche, me puse los pantalones y fui
el primero en entrar a la ducha, cuando me desperté eran las 9 de la mañana. Por suerte tenía en la heladera, una caja de huevos, tocino, pan, leche y jugo de naranja, les preparé un revuelto de huevos con tocino y calenté agua y leche, todo alcanzo para todos,
lo que faltaron fueron toallas, pero usaron hasta las más chiquitas. Solo tenía cuatro tazas con platillo y dos tazones de propaganda. Todo eran sonrisas, estaban muy felices, una más que las demás, pero lo sabía disimular y yo me hice el opa.

 

Me ayudaron a poner todo en orden y dejar todo muy pulcro, como estaba el momento que llegaron. Estaban muy felices de haber pasado algo diferente en un lugar como
París. Yo sin señas de la tristeza del día anterior.

 

Miguel Aramayo

SCZ.29-05-20211

 

*Las gallinas se quedan quietas y silenciosas, cuando por algún accidente se les
quiebra un huevo antes de ponerlo, generalmente se mueren.

**Gentilicio que identifica a la gente del oriente boliviano.